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El Real Zaragoza de los minutos finales: lo que pudo ser y no fue

El equipo ha dejado escapar siete puntos en las últimas tres jornadas por su mala gestión de las segundas partes. Con esa renta, sería colíder junto al Leganés. 

Los jugadores del RealZaragoza aplauden a los aficionados desplazados a Burgos al término del partido.
Los jugadores del RealZaragoza aplauden a los aficionados desplazados a Burgos al término del partido.
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Con los siete puntos que el Real Zaragoza dejó escapar en las segundas partes de los partidos frente al Sporting de Gijón, el Eibar y el Burgos, en estos momentos sería colíder junto al Leganés. Los minutos finales están condenando al equipo, advirtiendo una realidad que ofrece varias lecturas.

La más evidente está asociada al conservadurismo de Fran Escribá. Al resultadismo desde el que plantea los encuentros y que, al igual que en el tramo inicial de la competición le funcionó a la perfección con aquel pleno de victorias (cinco de cinco), ahora se ha vuelto en su contra hasta caer a la novena posición de la tabla y estar cuestionado.

Otra posible interpretación viene dada por la incapacidad de manejar esos tramos decisivos. Errores defensivos aparte, el equipo viene acusando un bajón -físico y mental- en las rectas finales de sus compromisos, y el entrenador no está sabiendo encontrar un ‘plan b’ con los hombres que entran de refresco desde el banquillo.

Así, el Real Zaragoza vio cómo el Sporting le igualaba una ventaja de dos goles en El Molinón; cómo el Eibar le daba la vuelta a idéntica renta en La Romareda; o cómo el Burgos, este pasado lunes, le empataba otro duelo que tuvo ganado hasta el tiempo de descuento.

Una sangría que es mayor si ampliamos las miras a anteriores choques, pues el cuadro aragonés también encajó en el añadido contra el Alcorcón (Eteki en el 92) y ante el Mirandés, con aquel gol de Jair en propia puerta (90) que propició la victoria por la mínima de los jabatos.

Por aquel entonces, la crisis de resultados empezaba a aflorar. Ni siquiera los más críticos con el juego del Real Zaragoza, que ganaba más que convencía, que tenía la suerte de cara, esperaban ver al equipo en la situación actual.

Escribá atraviesa el momento más delicado desde su llegada. Enfrenta una semana decisiva hacia su futuro, con las dudas que despierta el fútbol zaragocista y la convicción de que no está tan lejos de la victoria ni de los objetivos preestablecidos.

A pesar de su pobre recorrido, el Zaragoza sigue estando a dos puntos del ‘play off’ de ascenso y a siete -los referidos siete que se ha dejado en las tres últimas jornadas- del liderato que ostenta el Leganés. Y a eso, a lo mucho que todavía queda por delante, se aferra un técnico que también es consciente de que maneja un plantel que da para más.

Hace falta recuperar la identidad. La personalidad. Esa confianza que define a los equipos ganadores y acaba por decantar encuentros como el de El Plantío, donde el Zaragoza de los meses de agosto y septiembre, seguramente, no se hubiera amedrentado tanto como lo hizo este pasado lunes.

Hay parte futbolística, que tiene que ver con el mensaje lanzado por Escribá con sus cambios, pero también emocional. De creérselo. De que el miedo a ganar no te lleve a perder. O a empatar…

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