La nueva propiedad aumenta su compromiso

El presidente Azcón habla con Natalia Chueca. Al lado, Raúl Sanllehí.
El presidente Azcón habla con Natalia Chueca. Al lado, Raúl Sanllehí.
Oliver Duch

Nos sonó al principio extraño un desembarco de capital extranjero en el accionariado del Real Zaragoza y la ubicación física de la presidencia en Miami (Estados Unidos), extrañezas iniciales a los usos comunes que no impiden reconocer, ya con cierta perspectiva, por el tiempo transcurrido, el compromiso con el que está actuando la nueva propiedad.

De entrada, abrió una nueva etapa en el club, cuando la anterior daba síntomas de agotamiento financiero y deportivo, con varios avisos serios en este terreno. Enseguida saldó la deuda con Hacienda. También se preocupó por aumentar el techo de gasto en la plantilla, para, desde este ámbito, dar mayores posibilidades de construir un equipo fuerte. No ha vendido a ninguno de los mejores activos deportivos. Ha tratado en este periodo de renovar, con contratos largos, a jugadores que se han entendido claves. Si ha habido revoluciones de verano, es porque, simplemente, eran necesarias en aras de un proyecto, al que, aunque no se diga abiertamente, se le exige internamente, desde la propiedad, un pronto ascenso a Primera. Lo más rápido posible. El reciente acuerdo de pago a los acreedores ordinarios del concurso situará el pasivo exigible de la sociedad anónima deportiva en niveles que parecían impensables hace unos pocos años, como es de suponer que se revelará en la próxima asamblea general ordinaria de accionistas. Ayer, en este contexto de responsabilidad societaria, el Real Zaragoza estampó una firma que tiene el claro aspecto de ser histórica: la firma del protocolo relativo a la construcción del nuevo estadio de La Romareda. Pone el club a disposición de esta trascendental iniciativa el diseño del nuevo estadio, obra del arquitecto César Azcárate. Reveló ayer, asimismo, un compromiso financiero, para aportar un montante global de 40 millones de euros. Es mucho lo que se está haciendo en poco tiempo, después de lustros de debates estériles sobre el estadio y de una década de travesía de un desierto deportivo. Con toda seguridad, la afición zaragocista ha percibido y entendido el mensaje que marcan estas líneas de fondo. De lo contrario, nunca se hubiera llegado al récord de abonados. 

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