REAL ZARAGOZA

Cuatro puntos de 15, la cara B de Escribá

La suma del Real Zaragoza en las últimas cinco jornadas se ubica en los parámetros de la zona de descenso. Se trata de un contraste radical con lo ocurrido en las cinco primeras, donde el equipo ganó todo y se erigió en líder único.

Fran Escribá observa en solitario y en la distancia el entrenamiento del equipo.
Fran Escribá observa en solitario y en la distancia el entrenamiento del equipo.
Francisco Jiménez

Han transcurrido ya 10 jornadas de liga en Segunda División. Se va a atravesar, por lo tanto, el primer cuarto del torneo, el 25% de sus estaciones. Y el Real Zaragoza se ha atascado de un modo radical y evidente en las cinco últimas citas, en las que su cosecha de puntos es de cuatro de los 15 disputados, mediante una victoria (la de Andorra por 0-1), un empate (en casa 1-1 con el Racing de Santander) y tres derrotas, el 1-0 en Ferrol y las dos seguidas en La Romareda, por 0-1 con el Mirandés y la de anteayer por 0-2 con el Alcorcón, ambos equipos en zona de descenso en ese momento del torneo. Solo ha marcado el cuadro zaragocista 2 goles en este tramo, con 5 recibidos en su red.

Son números, estos parciales del último repóquer de partidos, que ubican al equipo que dirige Fran Escribá en parámetros de la zona de descenso. De hecho, en estas últimas cinco fechas ligueras, solo el colista Cartagena, con dos puntos sumados, y el Mirandés, que solo ha sumado los tres que se llevó precisamente del estadio zaragozano, tienen peor récord que el Real Zaragoza, que es antepenúltimo en esa radiografía temporal de la segunda mitad de lo que va de liga.

Este aplastante resultado radiológico que diagnostica la hondura del problema que afecta al grupo de futbolistas y, sobre todo, al cuerpo técnico de Escribá, contrasta contundentemente con el impecable y magnífico inicio del curso, cuando en los primeros cinco partidos (el mismo trecho que el que ahora se ha tornado negro) el Zaragoza lo ganó todo, sumo 15 de 15 y se erigió en el líder único y absoluto del campeonato desde primeros de agosto hasta mitad de septiembre. Ahí, los blanquillos habían marcado 9 dianas y solo recibieron una en contra.

¿Por qué se ha agrietado la base del equipo tan estrepitosamente? ¿En qué radica esta pérdida de efectividad y la ruptura total en el rendimiento fetén del equipo? Es indiscutible que el trabajo de Escribá en el primer bimestre oficial de la temporada tiene dos caras, la A y la B. Una, excelente. La otra, la que está vigente, con síntomas de colapso y cierto caos en la solvencia y el funcionamiento del grupo. Razones hay para que esto sea así.

1. FALTA DE IDENTIDAD GRUPAL, NO HAY UN EQUIPO TITULAR

Fran Escribá decidió apostar desde la pretemporada por conformar una plantilla que porte un valor homogéneo en sus rangos internos, con piezas intercambiables en todos los puestos y sistemas de juego. Los 23 futbolistas –más algún apoyo del filial que surja– han de estar capacitados para jugar en cualquier momento, los minutos que sean precisos a su criterio y en la función que sea menester en los casos de polivalencia individual. Así, las rotaciones, los cambios de jugadores en el equipo titular de partido en partido, han ido aumentando hasta acabar con nueve novedades ante el Alcorcón, un récord sin precedentes.

En la fase de declive, esas mutaciones han sido de dos, cinco, tres, seis y nueve, respectivamente, en las cinco últimas jornadas. Por el contrario, en las cinco primeras, cuando todo fueron victorias, Escribá mantuvo el mismo equipo inicial en las tres primeras citas, solo hizo un cambio en la cuarta y, forzado por las convocatorias internacionales, aprovechó para hacer cuatro en la quinta. La estabilidad del principio ayudó a mantener un nivel más o menos aceptable en el rigor futbolístico. El alboroto de la cara B ha desembocado en unos réditos preocupantes.

2. EL MÉTODO DE JUEGO ATACANTE ES PREVISIBLE, ENCORSETADO E INEFICAZ.

El Real Zaragoza presenta un modo de atacar plano, uniforme, sin apenas cintura para modificarse en el discurrir de los partidos. Ello lo hace previsible para sus rivales, que ya lo tienen estudiado. El sistema, 4-4-2, ya sea en rombo o en línea en la línea de medios, encorseta en demasía a varios futbolistas, que dan muestras de no estar a gusto ni rendir bien en las misiones encomendadas por Escribá.

Bakis, el ariete estrella, es el paradigma más claro: no ha marcado gol aún, da muestras de refracción y no ha respondido a las expectativas. También Maikel Mesa, demasiado alejado del área y de la zona del gol, sufre y se apaga. No funcionan otros atacantes, casos de Manu Vallejo, Valera, el más esporádico Enrich o el mismo Azón.

No hay encaradores eficaces (Valera se queda corto) y se abusa de los centros a suerte o verdad al área, en poca cantidad además.

3. EL TEMPO DE LA CIRCULACIÓN ES LENTO, SIN VERTICALIDAD.

La pauta táctica del Real Zaragoza gravita en torno a la posesión del balón, que no importa que se tenga y maneje durante largos tiempos en la zona de centrales y laterales, en la parcela defensiva propia. Las gestaciones de la combinaciones se hacen tediosas, inertes, con un desperdicio de toques que no se modifica aunque el equipo vaya por debajo en el marcador. No se aprecia una alternativa de mayor velocidad o de toque a rebato cuando el tanteo adverso o el agotamiento del tiempo en el cronómetro lo requiere.

Los mediocampistas, Aguado, Grau y Moya no son capaces de ver desmarques al espacio de los delanteros. No hay nunca pases de ruptura diagonales y rápidos. No es el tipo de juego elegido. Cuando estaba Francho apto –antes de su lesión–, sus conducciones eran la única rareza que rompía este vicio. Nadie las imita. Faltan actitudes valientes, toques de atrevimiento y más riesgo en los desplazamientos del balón. Sobran movimientos de seguridad. Aburren.

4. LAS APORTACIONES DE LOS QUE SALEN DEL BANQUILLO, ESCASAS.

Una de las máximas de Escribá en su equiparación de los 23 miembros del equipo es que todos han de aportar sus cualidades futbolísticas al cien por cien, ya sea como titulares o saliendo desde el banquillo. Con el asentamiento de la normativa de las cinco sustituciones, el técnico entiende que los cinco cambios (medio equipo) han de ser útiles cada día y servir para rectificar y mejorar las cosas según el discurrir de los partidos. Pero, por ahora, las segundas partes del Real Zaragoza tienen siempre un perfil similar: su rendimiento desciende respecto del inicio y el carrusel de cambios, salvo minúsculas expeciones, deriva en un deterioro del juego, de las ideas y del desarrollo final de los duelos.

Los futbolistas que salen como suplentes, normalmente, no sintonizan bien con la frecuencia que cada partido pide. Este es un Zaragoza de segundas partes a la baja, de nula resolución de partidos al final, incapaz de llevar los últimos minutos a escenarios vertiginosos, a una ruptura de los esquemas de partida, a fases de épica y presión extrema a los rivales, especialmente en una Romareda que se prestaría para ello.

Además, siempre queda en el aire la sensación de que Escribá es tardo, demasiado, en decidir los cinco relevos. Se somete al reloj, al ‘big data’, al minuto 60, al 70, al 80 como referencias, no al olfato y el sentido común que reclama un partido de fútbol si se ve sin ordenadores en el banquillo.

5. LOS NUEVOS FICHAJES TARDAN EN DAR DE SÍ.

Tras un verano ilusionante, de cambio de proyecto con el director deportivo Juan Carlos Cordero abanderando una revolución masiva en el plantel (en especial, de medio campo en adelante en busca de gol y fabricación de juego ágil), esta es una temporada expectante con los nuevos fichajes, que son una decena. Tras el primer cuarto del torneo, la mayoría de ellos están tardando mucho en dar de sí una minúscula parte de lo que se espera de cada uno. Por ahora, se sigue aguardando el despegue firme y diferencial de alguno de ellos.

No han llegado aún los goles de Bakis o de Sergi Enrich. Solo uno y con un juego insuficiente en general han aportado Manu Vallejo y Valera. En segunda línea, Mesa está mustiándose día a día, Moya anda lejos de las previsiones. En defensa, Mouriño muestra los nervios del joven debutante, quizá epatado por su nuevo mediambiente. Y los franceses Lecoeuche –lateral inédito casi todo el tiempo por problemas físicos– y Poussin (portero con un estreno preocupante en grado sumo) son dos secundarios muy secundarios por el momento.

6. LA VIEJA GUARDIA MANTENIDA POR CORDERO NO DA UN SOLO PASO ADELANTE.

El esqueleto del equipo de años atrás que el director deportivo decidió quedarse como base de partida no ha dado, en ninguna de sus piezas, el paso adelante pretendido para incrementar calidad y categoría como plantilla. Al contrario, jugadores como Bermejo, Grau, Gámez, Lluís López o Azón no solo no han ganado prestancia, sino que han perdido grados respecto del año pasado, que ya fue escaso. Jair, Francés y los ahora lesionados Francho y Nieto, junto a Mollejo y el clásico Cristian Álvarez, son los únicos que se desenvuelven por sus caminos habituales, cada uno en su nivel de importancia, que no es el mismo. Si no hay progresiones individuales es difícil que las haya colectivas.

7. EL ESPEJISMO DEL GRAN INICIO PUEDE ACABAR EN PERJUICIO, POR CONTRASTE.

Saber ganar es tan importante en la vida y en el deporte profesional como saber perder. Por extensión, saber manejar y digerir los éxitos y las buenas rachas tiene tanta relevancia como hacerlo con los fracasos o los baches serios de eficacia. En el actual Real Zaragoza, el efecto placebo que provocó en la mayoría de protagonistas el tramo de cinco victorias seguidas en las cinco primeras jornadas puede acabar generando efectos secundarios y contraindicaciones negativas. El contraste, del blanco al negro en poco tiempo, suele originar desubicaciones, trampantojos y respuestas reflejas equivocadas que el discurrir de los acontecimientos pone en su real lugar.

El exceso de euforia de las primeras semanas, alimentado por las ganas de todo el zaragocismo por tener un sitio en el grupo de cabeza y pugnar por el ascenso a Primera, impidió ver muchas de las máculas del equipo, que ya se manifestaban aun en las victorias. Señalarlas era, incluso, anatema para quien lo hacía. Un sacrilegio. El último mes, el de la cara B del disco de Escribá, ha amainado las exageraciones y, al no ponerse remedio a las taras, ha llamado al mal tiempo. Para el Pilar, es tiempo de reseteos obligados. Y ya nada será igual que hasta hoy. La temporada empieza a tener sus primeras facciones y gestos. Nada de lo que pasa es casual.

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