REAL ZARAGOZA

Cuatro ligas y media sin marcar un gol de golpe franco: un Real Zaragoza sin pateadores

El equipo aragonés ha concluido la cuarta temporada consecutiva sin ser capaz de celebrar un solo tanto anotado de falta directa o indirecta, un récord sin precedentes en la historia.

Los jugadores del Real Zaragoza celebran el gol de falta de Pep Biel (número 26) logrado en Tarragona el 12 de noviembre de 2018, el último hasta hoy con este formato.
Los jugadores del Real Zaragoza celebran el gol de falta de Pep Biel (número 26) logrado en Tarragona el 12 de noviembre de 2018, el último hasta hoy con este formato.
Tjerk Van der Meulen

No hay manera. Pasan los días, las semanas, los meses, los semestres, los años, las temporadas y... el Real Zaragoza no logra marcar un gol, ni uno solo, de golpe franco, de falta, en partido oficial. Acaba de concluir la cuarta temporada completa consecutiva sin que el equipo aragonés haya sido capaz de anotar uno solo con ese formato, tan clásico y habitual en el fútbol de antaño y, en especial, en las filas zaragocistas.

Hace cuatro años y medio que ocurrió por última vez. Fue el 12 de noviembre de 2018, en el Nou Estadi de Tarragona. Y el autor de aquella proeza (entonces no valorada en su justa medida porque nadie se podía imaginar tamaña sequía histórica), fue Pep Biel, futbolista en aquellos momentos con ficha del filial que estaba a caballo entre el B y el primer equipo, de la mano esa noche de Lucas Alcaraz, quien fuera el segundo entrenador -de tres- en  una de las horribles temporadas del Real Zaragoza en esta década concatenada en Segunda División. Ganó el equipo blanquillo 1-3 al Gimnástic (Nástic en el acervo popular del fútbol español), y Biel firmó el 1-2 para voltear en el minuto 65 el gol inicial de Fali para los granas. 

Aquella rosca colocada por encima de la barrera tarraconense por P. Biel en el otoño de 2018 se acabó convirtiendo en el último caso de gol de falta directa (o indirecta) del Real Zaragoza. Nunca jamás ha estado el equipo zaragozano tantos años con esta incapacidad concreta, que lleva camino de ser algo permanente salvo que alguien lo remedie a partir del mes de agosto, cuando arranque el curso 23-24.

En cualquier análisis que se haga de las carencias goleadoras de los diferentes 'zaragozas' que han ido construyendo desde entonces los responsables del área deportiva, Lalo Arantegui, Miguel Torrecilla y, ahora, recién llegado y casi sin actuar todavía, Juan Carlos Cordero, es necesario subrayar este apartado. Es un detalle, un indicio, un paradigma más de las máculas ofensivas que viene padeciendo el equipo desde hace demasiado tiempo. Asimismo, si se profundiza más en el dato y se extiende a la generalidad de la categoría, también sirve para observar el deterioro de calidad que viene sufriendo la Segunda División en el elenco de los jugadores que la pueblan año tras año en sus 22 escuadras. Cada vez se ven menos goles de disparos directos de falta. No es casualidad. Es causalidad. 

Así pues, si rebobinamos el vídeo de largometraje de las últimas cuatro campañas, no hallaremos un solo gol de golpe franco del Real Zaragoza. Así ha sido en la recién acabada 22-23. Pero tampoco lo hay en la 21-22. Ni en la 20-21. Ni rastro encontraremos en la 19-20. Inaudito. En la quinta temporada hacia atrás de esta retrospectiva, hay que llevar la cinta hasta la primera vuelta (es necesario, pues, echar las imágenes en un retroceso de bastante más de media liga 18-19 para poder llegar a la jornada 13, el día de autos). Ahí se quedó clavada la última referencia. 

Aquel gol de falta de P. Biel ya avisó de lo que venía, aunque nadie lo supo leer. Porque fue el único de aquel año. Una rareza. Uno solo en casi diez meses de competición. Nadie le dio importancia. Pareció anecdótico.

La última temporada 'normal' en la producción de esta variante de goles fue la anterior, la 17-18, con cuatro dianas así resueltas: tres de Zapater (las tres fuera de casa, en Oviedo, Huesca y Soria, esta en la promoción de ascenso) y una de Buff, al Lugo en La Romareda. La del suizo, por lo tanto, es la última falta con gol vista en el estadio municipal, hace ya un lustro. Increíble apunte. 

La anterior también se había desenvuelto por los mismos caminos de lo ordinario, con otros cuatro goles de falta: tres de Lanzarote (dos en el mismo partido, en el Ciutat de Valencia al Levante, y otra al Alcorcón en casa) y una de Edu García, al Sevilla Atlético. 

Y más lejos quedan ya los tiempos de Willian José, Jaime... por no hablar de los legendarios donde los que metían faltas con asiduidad eran Señor, Barbas, Pichi Alonso, Higuera, Nayim, Gustavo López, Kili González, Aragón... O también, Antic, Camus, Juanito, García Cortés...

Con el simple relato de este apunte estadístico se define un aspecto clave de los motivos por los que el Real Zaragoza está donde está. Cuando Cordero trajo a Bebé en enero desde el Rayo Vallecano, se pensó que tal vez el luso-caboverdiano podía romper con este mal fario (o mala praxis), pero se ha marchado de Zaragoza sin ver portería a balón parado, pese a sus buenas aportaciones en otros muchos epígrafes de su juego. El director deportivo, en plena metamorfosis de la plantilla, haría bien en encontrar uno o dos futbolistas capaces de aprovechar este tipo de jugadas de estrategia, tan decisivas en el fútbol de siempre para ganar partidos, sumar puntos y desatascar defensas cerradas. Hacen falta pateadores. Como el comer.

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