REAL ZARAGOZA

Cordero sabe que más de un millón y medio de euros del presupuesto se lo lleva el diablo

El Real Zaragoza debe invertir ese dinero en rescisiones, indemnizaciones y cláusulas pactadas por contrato con jugadores que no cuentan: Larrazabal, Vigaray, Vada, Sabin Merino (entre otros).

Juan Carlos Cordero, director deportivo del Real Zaragoza, en rueda de prensa con gesto serio.
Juan Carlos Cordero, director deportivo del Real Zaragoza, en rueda de prensa con gesto serio.
Oliver Duch

Más de un millón y medio de euros del presupuesto del Real Zaragoza para la temporada que viene, al 23-24, se lo va a llevar el diablo sin que Juan Carlos Cordero, el director deportivo de la entidad, pueda invertirlos directamente en nuevos fichajes de futbolístas que otorguen una nueva cara a la plantilla. 

Es un dinero imprescindible para acometer las rescisiones laborales, indemnizaciones y cláusulas pactadas por contrato con jugadores del actual plantel que no cuentan en lo sucesivo: Larrazabal, Vigaray, Vada o Sabin Merino (entre otros que pueden surgir en los próximos días). Un peaje que, por tratarse de una inversión directa sobre el personal de plantilla futbolística, computa en el apartado de límites salariales que establece La Liga para el club aragonés en el año que viene. 

Larrazabal y Vigaray aceptaron el verano pasado, nada más llegar la nueva propiedad, con Raúl Sanllehí estrenándose como director general al frente de las operaciones logísticas que afectaron -en todos los ámbitos- a la estructura de la sociedad, rebajarse el salario pactado para la campaña que acaba de concluir. La diferencia pendiente la difirieron para la temporada que viene. Fue una operación interna tendente a abrir espacio para poder cubrir alguno de los fichajes que decidió afrontar la anterior dirección deportiva, que encabezaba Miguel Torrecilla, con el senegalés Pape Makhtar Gueye como principal inversión. El club, tras todo el verano peinando los mercados europeos, decidió apostar por este delantero centro procedente de Bélgica que llegó como refuerzo estrella al final del mercado de agosto y para el que los responsables de la gestión hicieron un esfuerzo especial, el gran esfuerzo del verano (más de 600.000 euros en términos generales se han dedicado a esta parte del proyecto finado). Estos dos futbolistas, por lo tanto con un compromiso contractual aún por cumplir, no entran en los planes técnicos en los sucesivo. Y, para romper el cordón laboral que los une al club, hay que cumplir con lo escrito. Entre ambas cuestiones, el Real Zaragoza deberá desembolsar más de 300.000 euros.

Con el argentino Vada hay un caso parecido que resolver. En su día, hace dos veranos, este futbolista firmó con el Real Zaragoza un contrato por cuatro años, divididos en dos partes (2+2), con una revisión a mitad de esa horquilla temporal que daría forma a los dos últimos, de seguir adelante. Tras estas dos últimas campañas y con el proyecto de futuro que Cordero tiene ya hirviendo en la marmita, se ha decidido que Vada no tiene sitio en él. Por lo que hay que acudir a esa cláusula revisoria para dejar sin efecto la segunda parte del 2+2. Y eso, al Real Zaragoza le cuesta un dinero, reflejado como penalización o compensación hacia el jugador al no ejecutarse la segunda mitad del programa previsto en el contrato inicial. Esa cantidad oscila alrededor de los 100.000 euros.

Sabin Merino y Carcedo

En este ámbito de la inversión obligada que tiene Cordero en su ardua tarea de remodelar y reconstruir el vestuario del Real Zaragoza para conformar un equipo competitivo que opte al ascenso en la liga 23-24, surge de manera rotunda y perniciosa la herencia del caso Sabin Merino. El delantero centro vasco, que el último curso ha jugado cedido (mediante las sinergias del grupo de la actual propiedad de la SAD zaragocista) en el Atlético San Luis de Potosí de México, regresa automáticamente el 1 de julio a la nómina íntegra del Real Zaragoza, con quien tiene aún dos años más de ligadura legal con el club. Y, todo ello, con uno de los salarios anuales más caros -globalmente- que se ha comprometido a pagar la compañía por un futbolista en la década que lleva viviendo en Segunda División, a razón de unos 400.000 euros al año de media (con cifras variables y progresivas con el paso de las temporadas).

Y también hay una repercusión ineludible en el monto del tope salarial del que disponga finalmente el Real Zaragoza para la liga 23-24 del finiquito de Juan Carlos Carcedo, el primer entrenador del proyecto de la nueva regencia de la SAD al que debieron despedir en noviembre ante el evidente camino errado que llevaba el equipo desde el primer día. Como a Carcedo lo ficharon por dos campañas, su finiquito contempló un coste acorde con ese compromiso. Y, como sucede en cada temporada en la que hay dos (o más) entrenadores, los gastos que esto genera tienen repercusión ineludible, según tiene normalizado La Liga, en el límite de gasto del club para la liga siguiente a la de los hechos. En el caso del técnico destituido, lo pendiente ronda los 300.000 euros. 

Al margen de cómo se puedan negociar (o renegociar) estos casos, hay más en ciernes, con otros protagonistas. El lema "antes de entrar, dejen salir", en el caso del fútbol profesional y en equipos como el Real Zaragoza actual, es algo que cuesta dinero. Una cantidad que será a restar de la inversión en fichajes de este verano para rearmar el nuevo equipo que se pretende. Dinero que se lleva el diablo.

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