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Real Zaragoza: el gol como catarsis

El Zaragoza arrastraba 315 minutos sin marcar, pero una joya tallada por Simeone lo transformó y lo liberó todo, despejando así el camino a una goleada imprevista.

Foto del partido Real Zaragoza-Leganés, jornada 31 de Segunda División en La Romareda
Foto del partido Real Zaragoza-Leganés, jornada 31 de Segunda División en La Romareda
Toni Galán

Después de 315 minutos jugando al fútbol en un equipo sin goles, de una ocasión reducida a cenizas cuando tenía toda la faena gorda hecha para marcar en Málaga, y de una acción ‘maradoniana’ enviada a la estantería de los fenómenos inexplicables en Lugo; Giuliano Simeone, lejos de descomponerse y apagarse por tres meses sin puntería, sacó de la chistera una nueva jugada de dibujos animados. Agarró la pelota en una punta del área, se fue corriendo con ella hasta la otra, mientras dejaba rivales del Leganés por el camino e imantaba todos los rebotes, y entró ya en la zona final, en el espacio del remate, con un autopase que dejó a dos defensores desnudos. Y en ese justo instante, cuando a Giuliano se le podían atribuir ciertas ansiedades o vacilaciones, se sacó un gesto de altos vuelos, definiendo con serenidad y calidad, picando a la salida de Riesgo.

Nos podríamos preguntar cómo el pequeño Simeone pudo resolver de modo tan cristalino con su pie malo cuando hace una semana la mandó a los cielos gallegos con el bueno. Pero, sobre todo, no podemos de dejar de impresionarnos con cómo el joven argentino repitió e insistió: si en Lugo le puso puño y letra a una jugada asombrosa a la que no supo dar el final feliz; frente al Leganés se cobró la revancha. Exactamente eso es Giuliano: perseverancia, aliento y arrojo. Si falla un día, repetirá al siguiente, porque en sus 20 años se refugia un delantero aún en imparable proceso de aprendizaje y con la ambición y la personalidad de quien se come el fútbol a mordiscos.

En Giuliano Simeone, encontró el Zaragoza el grifo de miel después de 315 minutos sin marcar, desde que Bebé, con otra joya de coleccionista, le anotara al Alavés. Pero, sobre todo, en Giuliano, el Zaragoza halló la llave con la que desbloquear el partido y partirlo en dos: uno espeso e improductivo del que nunca se pudo intuir que saldrían tres goles del Zaragoza. Y otro revitalizado, descomprimido y alegre, de un equipo al que el acierto le da la vida. El golazo del ‘Cholito’ fue la catársis para todo: para transformar la victoria contra el Leganés, para apagar la crisis goleadora del equipo y para que el argentino se cobrara la recompensa a tanta tenacidad.

Giuliano, él solo, le solucionó la vida al Zaragoza, porque a su fútbol apenas se le adivinaban posibilidades en un partido tan sellado al que se le apreciaba el 0-0 como destino. Solo una inspiración individual podía sacar al conjunto de Escribá del laberinto, un chispazo de los pocos hombres capaz de poder darlos: el autárquico Bebé o el incasable Giuliano.

La mecha la prendió el argentino sacándose un gol de la nada, como quien se encuentra una bombilla en una noche cerrada, y el Real Zaragoza ya fue otro. Más lúcido y preciso, el equipo se puso a hacer lo que más le gusta, un fútbol de vértigo y espacios en el que se mueve como nadie precisamente Simeone. A punto estuvo de conectar con Vada, luego con Puche… Los pases aún no son lo suyo, pero Giuliano tiene un don para convertir un problema en una oportunidad: atrapó el rechace, se metió como una liebre en el área, y produjo un penalti de gol donde unos segundos ante no había apenas nada. ¿Cómo no iba a despedir de pie y entregada La Romareda a quien se deja el alma y la piel por ella?

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