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El talante del Real Zaragoza muta para bien tras la buena racha con Escribá

El primer entrenamiento de la semana ha destilado alegría, confianza, rostros ilusionados y un ambiente radicalmente diferente al de hace un mes. Los cinco partidos sumando puntos elevan las expectativas. 

La plantilla del Real Zaragoza en la Ciudad Deportiva.
La plantilla del Real Zaragoza en la Ciudad Deportiva.
Francisco Jiménez

El cambio de talante dentro del vestuario ha llegado. Las percepciones extraídas del primer entrenamiento de esta última semana lectiva del año 2022 para el Real Zaragoza son claras, evidentes: predominan las sonrisas, la confianza, la autoestima ha subido muchos grados, se jalean los caños en los rondos, se oyen las conversaciones entre los protagonistas con unos decibelios de fortaleza y seguridad. Nada que ver con el ambiente triste y preocupado que se apreció hasta hace un mes en el mismo escenario, la Ciudad Deportiva, con los mismos sujetos protatonistas del día a día del equipo. 

La racha adquirida por el Real Zaragoza bajo el mando de Fran Escribá y su cuerpo técnico -importante la aportación de su segundo, el exzaragocista David Generelo, como si fuese uno más de la plantilla- es la clave de la mutación. El fútbol tiene estos códigos, que son inquebrantables. Un equipo que gana, disfruta. Un equipo que pierde, sufre y padece hasta caer en la melancolía. 

Los cinco partidos de liga dirimidos ya bajo la batuta y los cambios de Escribá han llegado a un punto de eclosión de lo que los futbolistas (y el zaragocismo en general) ansiaban desde el inicio del proyecto en agosto: el de la fe en que son capaces de cuajar buenos partidos y optar a objetivos mayores que sobrevivir, como han hecho durante cuatro largos meses, entre las posiciones 19ª y 14ª, asomados -si no pisando- a los territorios del descenso de categoría.

Tres empates (1-1 con el Málaga, 2-2 en Burgos y 0-0 en Albacete) y dos victorias (2-1 al Ibiza y 3-0 al Huesca) tienen el sostén de este volteo en los sentimientos grupales. Sobre todo este último eslabón, el de la goleada a los oscenses el pasado sábado cerca de la medianoche. De repente, el libreto de Escribá ha redescubierto a la mayoría de los componentes de esta plantilla que tienen mucho más que dar y ofrecer al equipo. Y, si los resultados van llegando, esa estimulación se consolida positivamente. 

Hace un mes el equipo estaba catatónico, casi desvanecido. Los entrenamientos, como el de este lunes, eran lunes con hechuras de velatorios, de miedos, silencios preventivos, caras largas, gestos torcidos, miradas hundidas. Se venía, normalmente, de un fin de semana con derrota, con patinazo en el santuario de La Romareda, de no marcar un gol ni de crear apenas ocasiones para ello. En este 12 de diciembre, en el inicio de la nueva sesión preparatoria (el que se permite asistir a los medios de comunicación) no quedaba ni una pizca de rastro de ese nocivo y preocupante medio ambiente. Todo es distinto. Escribá ha virado el barco y lo ha puesto con el viento de cola, a favor del velamen

La plantilla prepara con calma y con un sosiego no experimentado hasta ahora desde que la liga empezó el 13 de agosto el último partido del año natural, 2022, que coincide con el final de la primera vuelta del torneo, el lunes que viene en Leganés. Ya no tiemblan las piernas ni se temen nubarrones negros sobre el grupo en caso de fallar. Realmente, no se piensa ni un segundo en fallar. Así son las cosas en el mundo del fútbol. Todo está inventado. Quizá, en este preciso momento de la reactivación del equipo, surge la disquisición de siempre cuando algo así ocurre: ¿por qué no se hizo el cambio de timonel tres o cuatro jornadas antes y se alargó la perniciosa situación anterior cuando era evidente que había caducado?

Con media liga aún por afrontarse y con un formato de competición que augura un apelotonamiento de equipos masivo en más de la mitad de la clasificación hasta la recta final del campeonato, este Real Zaragoza ahora eufórico todavía tiene licencia para pensar en un medio-largo plazo mucho más exitoso que el calvario sufrido en el primer tercio del curso. Es tan legítimo como posible. Pero, obviamente, es imprescindible recuperar el mucho terreno perdido y ello supone alargar la notable dinámica aportada por Escribá hasta hacerla sobresaliente. 

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