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El 'big data', los algoritmos y el GPS, entrenadores del Real Zaragoza

Juan Carlos Carcedo actúa en cuestiones claves para el equipo en virtud de los datos que se derivan del método de inteligencia artificial que es el eje de sus decisiones. La cibernética gobierna el vestuario.

Carcedo, con su asistente Adrián Díez, el hombre del GPS y del ordenador siempre abierto, mano derecha primera del entrenador.
Carcedo, con su asistente Adrián Díez, el hombre del GPS y del ordenador siempre abierto, mano derecha primera del entrenador, el pasado sábado en el ensayo de La Romareda.
Álvaro Sánchez

A Iván Azón lo retiró el campo el domingo ante el Oviedo su GPS, los algoritmos que están configurados en el sistema de 'big data' con el que trabajan Juan Carlos Carcedo y su cuerpo técnico. Lo mismo que Bermejo, el viernes, tuvo entrenamiento al margen porque el ordenador que siempre tiene a menos de tres metros Carcedo, allá donde esté, encendió una alarma sobre los esfuerzos del mediapunta, sobrepasados ya a esas alturas de semana. Son dos ejemplos recientes de cómo rige el técnico en el día a día del equipo. 

Gobierna la cibernética. Porque la intuición, el olfato, las sensaciones futbolísticas, la lectura de una mirada, de un gesto, no están en el registro de prioridades de Carcedo y los suyos. Esto es lo secundario.

Es una fractura total con el viejo fútbol. Se trata de lo que Raúl Sanllehí, director general de la nueva SAD y mentor de Carcedo (con el que coincidió brevemente en el Arsenal de Londres cuando este era segundo, ayudante, de Unai Emery), describió en su rueda de entrevistas recientes como "un entrenador moderno". 

En el amplísimo cuerpo técnico de Carcedo, el segundo y ayudante -según la pirámide ordinaria y habitual en un 'staff'- es el excentral y capitán del Huesca Sebastián Corona. Pero, de facto, la mano derecha verdadera del entrenador del Real Zaragoza es Adrián Díez, el hombre de los GPS, de los algoritmos, el que pone en cada momento el 'big data' a mano de Carcedo a través de su ordenador abierto. Adrián Díez, haga sol, llueva o nieve, siempre está con su ordenador en marcha junto al técnico. En el banquillo, durante los partidos. En el césped, entre los jugadores incluso, durante los entrenamientos. Y, después, todo el día. De análisis en análisis, de diagnóstico en diagnóstico. De decisión individual en decisión individual.

No es ya que esta batería de datos, de parámetros estructurados relativos a carreras explosivas, esprines, saltos (en lo físico), de evaluación de pases cortos, largos, hacia delante, hacia atrás, de cesiones buenas o erradas, etc. (en lo técnico) sean claves para organizar los entrenamientos semanales, en los que hay mucho de tratamiento individual para cada futbolista. Es que también son cimientos de las alineaciones, de los onces iniciales y, asimismo, de las sustituciones durante los partidos.

Cada jugador tiene sus alarmas. Sus conteos. Sus topes marcados. Se controlan sus aportaciones y sus carencias. Sus superavits y sus déficits en cada parámetro programado en el tubito que, el mismo Adrián Díez, les pone en la espalda, en el sostén de neopreno que ahora todo jugador lleva bajo la camiseta ad hoc. Antes, era material indispensable antes de empezar a entrenar o a jugar un choque ponerse las espinilleras. Ahora, si no hay tubito en la espalda no hay partido ni hay ensayo. 

Y los datos llegan al ordenador abierto de Díez 'on line', en tiempo real. Carcedo y los suyos han alcanzado una dependencia total y absoluta de la lectura de esos números, que les definen con algo cercano a la perfección lo que cada pieza de la plantilla aporta al bloque, según sus varas de medir. 

Pero ahí, en la pantalla del Toshiba, del Hewlett Packard, del Lenovo o la marca que sea el computador portátil, a Carcedo no le salen cuestiones relativas con lo anímico, lo intuitivo, lo alusivo a los estímulos de un jugador por jugar determinado día, el crecimiento moral de un futbolista cuando marca un gol, cuando ve que pasan los minutos y crecen sus buenas vibraciones. Esto no hay programa informático que lo recoja. Solo el olfato de un entrenador listo, experto y con 'feeling' humano con su gente

Por eso, pasan cosas como el cambio de Azón ante el Oviedo. O la no alineación de determinados jugadores otros días. Porque quien manda es el ordenador de Díez. No la pituitaria de Carcedo. Esto es, o debe ser, el llamado fútbol moderno. 

No hay que irse a extremos para analizar esto o cualquier asunto de nueva implantación en cualquier ámbito laboral. Todo es útil y necesario. Pero no debe abolir lo anterior ni imponerse a rajatabla por decreto ley. Sobre todo si eso supone que manden las máquinas y se someta la inteligencia humana a una degradación inaguantable para el sentido común.

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