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Puesta de largo de gala del Real Zaragoza

El nuevo Real Zaragoza se estrena hoy en La Romareda ante su afición y con los propietarios e inversores en el palco.

Los jugadores del Real Zaragoza, ejercitándose este sábado en La Romareda.
Los jugadores del Real Zaragoza, ejercitándose este sábado en La Romareda.
Oliver Duch

Ya está aquí el fútbol de verdad de nuevo. Después de casi tres meses sin que nadie pise La Romareda, ganas había. Y no pocas, como demuestra la efervescencia de la campaña de abonados, ya rondando los 25.000 carnés vendidos en la sede del club. La liga arrancó el pasado fin de semana con el Real Zaragoza en Las Palmas, bien lejos. Y en la alternancia liguera, hoy toca abrir las puertas del estadio por fin, en un duelo de gala, de altos vuelos, pues el calendario ha querido que el primer rival sea el Levante valenciano, viejo colega de sudores, alegrías y lágrimas, tanto en Primera como en Segunda, y que precisamente viene de despeñarse del grupo de élite hace nada.

El zaragocismo abre su mente, sus sensaciones vitales, a una nueva era dentro de la nonagenaria historia del viejo club. Es ese relámpago cerebral que advierte al ser humano de que algo ha cambiado en determinado ámbito, de que, aunque muchas cosas sigan estando en su sitio, otras tantas son diferentes y llaman la atención por desconocidas. Hay nueva propiedad, con accionistas distintos y nuevos consejeros en un 98 por ciento. Además, por primera vez en la vida del Zaragoza, estos son de procedencia internacional en buena medida. También hay un ejecutivo de alto rango al frente de la dirección general. Y, ya en el campo, una mutación importante en cualquier equipo de fútbol: hay entrenador nuevo.

Hace ya muchas semanas que se vinculan con el Real Zaragoza apellidos, hasta hace nada inconexos con esta plaza, como Mas, Serpa, Carpenter, Miller, Cook, Aguilar, Cruz, Sanllehí... Sobre el césped, además de Carcedo, el técnico elegido para abanderar la evolución táctica de la plantilla, es donde menos alicientes surgen por ahora. Porque el relevo en el cuadro de mandos de las alturas del ‘staff’ no ha trascendido al terreno de juego. Ahí, a consecuencia directa de la herencia de índole laboral y contractual que viene de los últimos dos años, con más de 30 jugadores ligados por contrato a la entidad, los recién llegados se han encontrados atados de pies y manos para, siquiera, poder pensar un minuto en una revolución o catarsis de un equipo que las pasó canutas en las dos temporadas recientes para mantener la categoría de Segunda División.

Un medio centro veterano, Molina. Y dos extremos versátiles y jóvenes, Mollejo y Giuliano Simeone. No hay más fichajes, más allá de la rareza de un tercer portero, Rebollo, que va a empezar el año en el filial. O sea, nada parecido a cualquier otra temporada de muchas décadas atrás, donde la cantidad y el impacto de los nuevos refuerzos fue siempre muy superior a la del presente. La hinchada está imbuida en los cambios en lo alto de la pirámide, que eran pedidos por muchos de ellos con firmeza hace tiempo, y se ha quedado un tanto petrificada a la espera de ver cómo se resuelve el remate de una plantilla a la que, sabido es, le faltan al menos tres fichajes y, sobre todo, le sobra media docena larga de miembros.

Entretanto, cuando solo -o aún, según se mire- restan 12 días para el cierre del mercado estival, esta tarde a las 19.30 empieza de nuevo el aliciente del pelotón en el vetusto campo zaragozano, parece que cada vez más próximo a una reforma integral, en su 65º año de vigencia desde que se construyó. Un Real Zaragoza-Levante que va a abrir la primera línea de observación de la gran masa de seguidores del equipo, un tanto dubitativos tras el 0-0 insípido del primer capítulo en Las Palmas, que se pareció demasiado a lo viejo.

Y no quiere nadie que el Real Zaragoza de Carcedo se parezca al de los dos años previos. Eso sería mal síntoma, porque aquí se ha pasado un calvario. Ganar en La Romareda ha sido una rareza. Y gritar goles a favor, un milagro. No es exagerar. Mirar los datos del histórico es un ejercicio necesario para cualquier nuevo analista o trabajador del Real Zaragoza, pues solo así podrá comprender dónde está y lo que aquí se siente. Por esto, Carcedo y los demás han de entender que el empate de Canarias, sin un tanto que llevarse a la boca y sin plasticidad alguna en la combinación y la llegada al área rival, sonó a listón bajo conocido. Y esto es Zaragoza, aunque sea en tiempos de vacas flacas.

Sin fichajes, solo cabe confiar en que Carcedo sea capaz de elevar la solvencia de los conocidos Gámez, Chavarría, Jair, Francés, Grau, Eugeni, Vada, Francho, Narváez, Puche, Bermejo... casi todos bien conocidos ya. La baja de Azón, por lesión, es una adversidad tremenda para el técnico.

El Levante viene sin el expulsado delantero Brugué y sin el lesionado lateral uruguayo Saracchi. Juega con cinco defensas -entre ellos el exblanquillo Álex Muñoz- y trae dos jugadores sin inscribir por falta de techo salarial: Femenías y Rober Ibáñez. Los de Nafti (ex Lugo y Leganés) empataron 0-0 ante el Huesca en su debut.

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