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Los siete nuevos inquilinos dan otro rostro a la Segunda División

Como cada año, casi un tercio de la categoría de plata cambia de equipos tras los ascensos y descensos.
A bote pronto, la sensación es que por su nombre e historial será una Segunda más fuerte.

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Como cada año, casi un tercio de los miembros de la Segunda División cambia por estas fechas: se van siete y entran nuevos otros siete, fruto de los descensos de Primera (tres) y de los ascensos que llegan del escalón inferior, ahora llamado Primera RFEF o Federación. Y ese septeto ya tiene nombres y apellidos: Granada, Levante, Alavés, Racing de Santander, Andorra FC, Albacete Balompié y Villarreal B han escriturado su parcela en la categoría de plata para la campaña 22-23 que arrancará el próximos 12 de agosto.

Ocuparán los lugares que dejan los ascendidos a la élite (Almería, Real Valladolid y uno de los dos que dirimirán el domingo la final de la promoción, bien el Tenerife o bien el Girona) y los que se han despeñado fuera del profesionalismo, Amorebieta, Real Sociedad B, Fuenlabrada y Alcorcón.

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A priori, en una primera impresión, parece que la Segunda del año que viene será más fuerte. Sobre todo si se pondera el potencial global, el nombre y el historial de los que se han ido por el sumidero al piso de abajo y se compara con al menos dos de los sustitutos, el clásico Racing de Santander y el Albacete, que dotarán al grupo de mayor pedigrí que el que aportaron en los últimos tiempos equipos de poco tirón y seguimiento como los madrileños Alcorcón y Fuenlabrada o, en el último curso, el novedoso y modesto Amorebieta.

En el caso de la reaparición en Segunda del Villarreal B, filial del Submarino Amarillo castellonense, viene a relevar libra a libra a la Real Sociedad B, filial del cuadro donostiarra, ostentando así el papel de ser el único equipo B dentro del elenco del fútbol profesional, con sus pros y sus contras en el desarrollo de la liga.

Por el otro camino de regreso a Segunda, los descendidos de Primera también parecen aportar más galones que los que se han ido hacia arriba. El Granada, otro histórico que parecía haberse asentado entre los mejores –jugó incluso en Europa recientemente–, tiene aura de ser un gallo en la liga venidera. Levante y Alavés también dan un paso atrás después de un buen número de temporadas en la cima, por lo que su perfil en el tú a tú en Segunda del curso que viene será el de rivales de enjundia por sí solos, a expensas de cómo armen sus plantillas y demás detalles que deriven del techo salarial del que dispongan con las consabidas ayudas al descenso.

Factor que marca la exigencia

Siendo algo habitual y asumido año a año este proceso de metamorfosis de la categoría en más de un 30 por ciento de sus inquilinos, no es algo que sea secundario. Del potencial que aporten cada uno de los nuevos en la plaza depende en buena medida la morfología de la liga, la exigencia de puntos en cada pelea clasificatoria y el grado de dificultad de las aspiraciones y logros de cada uno. Lo barata que ha estado la permanencia en la zona baja este año recién terminado es un ejemplo palmario de la relevancia que supone tener uno u otro modelo de equipos entre los 22 de la división de plata.

Si se hace una comparativa al respecto se entiende aún mejor: este año el ras de la salvación ha estado en 44 puntos (el Amorebieta ha bajado con 43, cuarto por la cola). Sin embargo, hace tres campañas, el Deportivo de La Coruña se fue a Segunda B (actual Primera RFEF) en el mismo puesto que el Amorebieta, el 19º, con 51 puntos. Ese año, la exigencia fue enormemente superior a la del torneo más reciente, donde el cuarteto de abajo ha sido el peor de la historia desde muy pronto.

Y por arriba, en la pugna por ascender a Primera –objetivo supremo del Real Zaragoza cada vez más– sucede lo mismo. De cuál sea el nivel de puntuación que logren los favoritos en cada caso depende que se vaya a una liga donde el ascenso y la promoción se muevan en torno a los 70 puntos o, por el contrario, si los más potentes forman un grupo de escapados de alto rendimiento, hay temporadas donde es obligado superar en mucho los 80 para obtener el botín máximo.

Estas coordenadas derivan, en buena medida, de las características que aportan a la competición los 22 equipos que dan forma a la Segunda División española. Desde este fin de semana ya tienen rostro los siete nuevos. Solo resta saber si sube a Primera en la promoción el Tenerife o el Girona y, por ende, cuál de los dos se queda enganchado un año más en esta complicada Segunda.

Ahí seguirán componiendo durante este verano sus proyectos el Real Zaragoza y la SD Huesca, los dos aragoneses, cada uno con sus vicisitudes y propuestas de matriz bien distinta. Y con ellos, los demás atascados en el barro de esta competición de difícil desciframiento: Eibar, Las Palmas, Oviedo, Ponferradina, Cartagena, Burgos, Leganés, Mirandés, Ibiza, Lugo, Málaga y Sporting de Gijón.

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