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Último tren a la promoción de ascenso para el Real Zaragoza

El conjunto aragonés recibe este viernes al Amorebieta en La Romareda.

Los jugadores del Real Zaragoza, ejercitándose en La Romareda.
Oliver Duch

La creación de la promoción de ascenso a la Primera División desde el curso 2010-11 ha librado del despido a un buen número de entrenadores y directores deportivos en la Segunda División. Hasta entonces, ascendían tres equipos directamente. La clasificación se rompía mucho antes. Un montón de clubes se perdían en la tierra de nadie, sin opciones de ascenso y con la permanencia asegurada, con abundantes jornadas por disputar. Ahora suben dos equipos directamente y promocionan cuatro. Aunque al final solo ascienda uno de los cuatro, o sea, tres en total como antes, la posibilidad de ascenso a través de la promoción genera un efecto estimulante que se traslada incluso hasta cotas de la clasificación cercanas al descenso. Siguen ascendiendo el mismo número de equipos, pero el interés ha crecido exponencialmente, pues casi todos tienen algún objetivo que cumplir hasta el final de la liga, al menos desde la perspectiva matemática. Además del INEM (Instituto Nacional de Empleo), el fútbol y las emociones surgidas agradecen este nuevo formato competitivo.

El Real Zaragoza, como casi todos los clubes censados en la Segunda División, a estas alturas de marzo todavía alberga motivaciones por algo. Y eso que sigue instalado más abajo que arriba, allí en la decimocuarta plaza, con 42 puntos. Quedan 30 puntos por ventilar y estamos a 10 de la línea de la promoción de ascenso, que ahora marca el Girona con 52. No es probable, pero sí posible. Y es esta posibilidad la que sigue alimentando la ilusión del zaragocismo. Mucho más después de haber encadenado cuatro victorias consecutivas. Ciertamente, había mejorado sensiblemente el Zaragoza con los fichajes de invierno. La solidez de Grau y el toque de Eugeni lo habían reactivado. Además, los firmó sin apenas dinero. Con el cuarto menor techo salarial, Torrecilla ha construido un plantel que vale más que cuesta. Estábamos bien, decía. En la pista de despegue hacia la anhelada sexta plaza. Pero llegó la bofetada de Cartagena, ese 3-0 que congeló fútbol e ilusiones.

Días antes del revés cartagenero, la cosa ya había comenzado a ponerse fea con la lesión del chaval Francho Serrano. Después, Jaume Grau nos rompió el corazón. Para más inri, Petrovic se lesionó en Cartagonova. En un santiamén, se había desvanecido el centro del campo, el espinazo de ese ser que comenzaba a articular sin miedo la palabra promoción. Ninguno de estos tres hombres podrá comparecer hoy ante el Amorebieta. Sin apenas soporte físico, el perfil futbolístico de Zapater es el que mejor casa con la necesidad de solidez estructural que hoy precisa el Zaragoza, pues el experimento de Lluís López no funcionó en Cartagena. Además, el central catalán deberá jugar de lo que es, de central, ante la baja de Francés, citado con la Rojita. Francés, otra baja. Y Juanjo Narváez, otra baja más, esta por lesión, con una microrrotura. La derrota en Cartagena fue dura, pero el parte médico anterior y posterior todavía lo es más.

Si en la defensa la entrada de Lluís López por Francés resulta evidente para completar la habitual línea de cuatro, en el medio hay más alternativas. Pero más no siempre equivale a mejor. Sin Grau y sin Francho, la capacidad vertebradora, de generar un fútbol correctamente dimensionado, ya quedó plasmada en Cartagena. Petrovic ha acelerado su recuperación, pero en una semana tan corta es imposible llegar en plenitud. En el medio se ha ganado un sitio y una función Eugeni. Bermejo, que sí llegará a la cita pese a las mermas sufridas, será el tercero. Podría haber un cuarto centrocampista, o sea, cambio de esquema, para sujetar más desde una línea de medios tan castigada por las ausencias. Más arriba, un Vada más calmadito iría muy bien hoy para cubrir el vacío que deja Narváez. Y más arriba aún, Álvaro Giménez, para currárselo como él sabe y ante el Fuenlabrada demostró, para dejar esos balones que Iván Azón transforma en gol, en puntos por partida triple con los que nutrir la esperanza en el último tren a la promoción de ascenso. Esperanza, mucha esperanza. Esperanza es lo que hace falta. Que, además, es gratis. Como la inigualable energía que emana de La Romareda. Sin parangón en Segunda. Impagable. Y tal y como se ha puesto el recibo de la luz...