contracrónica

Real Zaragoza: un drama en blanco y negro

El día que más decisiones debía tomar y tomó Jim, el Zaragoza se resquebrajó. La bofetada del Cartagena en un partido con Azón suplente de nuevo desactiva su buena dinámica.

El Cartagena-Real Zaragoza, en imágenes
El Cartagena-Real Zaragoza, en imágenes
Pascual Méndez

Los colores blanco y negro del Cartagena sacaron de escena a un Real Zaragoza colapsado por los cambios forzosos y no tan forzosos de su alineación. En la elocuente caída del equipo aragonés en el estadio Cartagonova, surgió en todo su esplendor y dolor el drama de las bajas de Francho y Jaume Grau, los dos hombres cuyo equilibrio en el centro del campo habían estabilizado el fútbol renacido del equipo aragonés en su racha de cuatro victorias consecutivas y le habían dado, junto a Eugeni, un cuerpo reconocible, dinámico y solvente.

La ausencia de Francho aún la pudo asimilar el Zaragoza la pasada jornada, pero la baja de Grau acabó por agrietar en Cartagena su casco competitivo. El Zaragoza fue una sombra de sí mismo y no pudo digerir tanta transformación y alteración sobre su figura de los anteriores partidos. Fueron demasiados cambios. 

A Jim se le amontonaron sobre la mesa fórmulas, ecuaciones, hipótesis y variantes a las que encontrar una solución que no llegó. Su apuesta por Zapater y Petrovic en el doble pivote reventó el cuadro de mandos del equipo y lo expuso al ritmo vivo, la intensidad incesante y el volumen continuo de juego de Bodiger, De Blasis y Tejera. Entre los tres, se guisaron y se merendaron la zona.

El Zaragoza hizo aguas por ahí, incapaz de descifrar la meticulosa, ágil e intencionada salida de balón del Cartagena, un aspecto bien ingeniado por su entrenado Carrión, que supo atraer la deforme presión aragonesa y resquebrajarlo en la zonas laterales de Petrovic y Zapater.

El ejeano volvió al fútbol tras su lesión de rodilla. No jugaba de titular un partido desde el 22 de noviembre, pero Jim optó por él y no por otros, o por otras soluciones. A los 45 minutos, Zapater, muy alejado del mínimo tono físico y competitivo que exige el fútbol de la categoría, ya estaba en la ducha.

Pero más allá del centro del campo en el que las bajas obligaban, Jim barajó también las cartas en ataque. Tomó decisiones como la vuelta de Álvaro Giménez, la suplencia de Narváez y la primera titularidad de Puche.

Nada funcionó, poco más que el buen hacer en el juego de espaldas y la batalla de Álvaro, como hace una semana frente al Fuenlabrada. Siguió en el equipo, en cambio, Sabin Merino, algo escorado a la izquierda y no como 9 y su fútbol lanzó avisos de que se encamina hacia la impotencia, las ansiedades del gol que no llega y un continuo quiero y no puedo.

Y fue en la tarde en la que más decisiones debía tomar y tomó Jim, cuando destacó una por omisión. Iván Azón, de nuevo, arrancó desde el banquillo. En un Zaragoza marcado a fuego por los problemas de gol en las últimas dos temporadas y en una categoría en la que no abundan grandes series anotadoras, sigue sin tener protagonismo principal un futbolista que venía de marcar en cada uno de sus cuatro partidos previos. Él no, él no tuvo lugar en la revolución de Jim, en el drama en blanco y negro del Real Zaragoza.

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