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A la octava ha de ir la vencida para el Real Zaragoza, que recibe al Sporting de Gijón

El equipo aragonés necesita ganar a las 4 de la tarde de este domingo su primer partido como local de la temporada ante el rival asturiano. Los de Juan Ignacio Martínez aún no han vencido en La Romareda.

La plantilla zaragocista, en plena sesión preparatoria en la Ciudad Deportiva.
La plantilla zaragocista, en plena sesión preparatoria en la Ciudad Deportiva.
Toni Galán

La extravagancia del Real Zaragoza en los primeros tres meses de esta temporada 21-22 nos trae a este domingo, de casi mediado noviembre, en busca todavía de la primera victoria del equipo aragonés como local. Es algo atípico, síntoma normalmente de años de vacas muy flacas, solo que esta vez, gracias a que los empates abruman –por su cantidad desmesurada– tanto a triunfos como a derrotas, el equipo de Juan Ignacio Martínez ‘Jim’ aún está a tiempo de reconducir sus malos pasos sin caer en alborotos extraordinarios. Mucho más, después de venir de un ganador 0-1 en Burgos en la noche del jueves, aire puro para todo el mundo cuando ya casi no quedaba oxígeno para algunos y los había que se empezaban a poner azules.

Llega el Sporting de Gijón a La Romareda, el octavo visitante del vestusto estadio municipal. Duro adversario. Del pelotón de cabeza, aunque se halla sumido en una especie de crisis de rentabilidad que, de no reaccionar precisamente en Zaragoza esta tarde en la hora de la sobremesa (esperemos que no de la siesta), a las 16.00, puede derivar en un lío serio en El Molinón. Porque los rojiblancos, que fueron líderes al principio del torneo, se han ido cayendo de la cima de la clasificación y llegan, incluso, fuera de los puestos de promoción, en la séptima posición, con 22 puntos (seis más que los zaragozanos). Su racha habla de cuatro partidos sin conocer la victoria, con un empate y tres batacazos. Si se estirá un poco más el análisis, se ve que, de los últimos siete partidos, los asturianos solo han ganado uno, al colista Alcorcón, y por los pelos (1-0).

Es decir, que es un equipo que asusta, que genera mucho respeto por nombre, por trayectoria reciente, por algunas individualidades –caso del goleador montenegrino Djurdjevic o del mediapunta Villalba– y porque enfrentarse con él siempre evoca tiempos pretéritos en la élite, el lugar natural para ambos, ahora tan lejano. Pero, a fecha de hoy y por lo expuesto, parece accesible para este titubeante Real Zaragoza que ansía rehabilitarse tras el golpe moral positivo adquirido en Burgos. 

Los siete anteriores huéspedes de La Romareda se llevaron regalo en las alforjas. El Ibiza empató a cero. El Cartagena ganó 0-1. La Real Sociedad B igualó 1-1. El Oviedo y el Huesca empataron, ambos, 0-0. Y la Ponferradina y el Mirandés lo hicieron a uno más recientemente. Solo tres goles ha cantado la afición zaragocista en sus butacas en este trimestre de pesadilla, inexplicable.

Este tipo de carencias, futbolísticas y afectivas, son las que desea todo el mundo cubrir hoy en el choque contra el Sporting gijonés. Que se acabe de una vez este serial de inanición balompédica en Zaragoza. Que haya algo potable que llevarse a los ojos, a los aplausos, a las emociones. Dice la estadística que algún día tiene que suceder. Se observa con estupefacción como equipos del perfil del Amorebieta, el otro día, es capaz de colocarle al poderoso Valladolid un 4-1 sin despeinarse, contra pronóstico. Como ya hizo antes el Burgos ante el Huesca (3-1) o frente al propio equipo pucelano (3-0). Todo el mundo tiene arrebatos positivos de vez en cuando. Hasta el más novato o justito de plantilla encuentra, alguna vez, el camino del gol y de la fiesta... pero en Zaragoza eso parece haberse extraviado hace largo tiempo.

El empujón emocional de Burgos ha de aprovecharse. Es el momento. Es lo soñado, lo deseado en mitad del desierto de empates atravesado sin cantimplora por el zaragocismo. Álvaro Giménez ya se estrenó en el arte del gol. Nano lo hizo el día anterior. Ya falta un poco menos para acercarse a la linde de cierta normalidad. Aunque sea tarde, aún es posible resetearse y huir del peligro. Hágase.

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