real zaragoza

Juan Ignacio Martínez 'Jim' no pierde el pulso ni el talante

El entrenador del Real Zaragoza refuerza sus tesis con el triunfo en Burgos y mantiene unido el equipo. Sus revoluciones tratan de involucrar a la mayor parte de futbolistas en la solución de los problemas.

Juan Ignacio Martínez 'Jim' en la Ciudad Deportiva.
Juan Ignacio Martínez 'Jim' en la Ciudad Deportiva.
Guillermo Mestre

Reparador. Calmante. Ansiolítico. Todo esto fue el triunfo del Real Zaragoza en la noche del jueves en Burgos. Era un día frontera, un punto marcado en el dubitativo caminar el equipo como «crítico», tal y como reconoció en la rueda de prensa previa al viaje a la capital castellana el propio entrenador, Juan Ignacio Martínez ‘Jim’. Una derrota hubiera desencadenado una crisis segura alrededor del vestuario. Y, en caso de agrandar la cadena de empates hasta diez (el récord se ha quedado en nueve seguidos), no se hubiese aguantado con facilidad tal cadencia de puntuación, insuficiente ya para vivir fuera de la zona de descenso por pura e indiscutible escasez de rentabilidad.

El Real Zaragoza, futbolistas y técnicos, salvaron un ‘match ball’ de gran hondura y repercusión. Son conscientes todos de ello. Fue comentario en el autobús de vuelta, en la madrugada del viernes, entre Burgos y la capital aragonesa. Se liberaron de una presión agobiante que los había llevado, como colectivo y, en algún caso, individualmente, a un estado próximo al ataque de nervios.

Nadie es de piedra en ese grupo. Se trata de un vestuario vivo, que siente y padece, que no pasa de lo que sucede a su alrededor. Y Juan Ignacio es, desde su labor pastoral del año pasado, cuando lideró una milagrosa salvación del equipo del descenso a Segunda B, el alma máter de todo el grupo. Antes del partido de El Plantío eran conscientes de que estaban lindando con problemas mayores. Por eso, la celebración del gol de Álvaro Giménez fue similar a la de un título. Por ello, a la conclusión del partido, los abrazos, gritos y gestos de euforia pudieron parecer, para alguien ajeno a la película, exagerados. No lo fueron. Se ajustaron a lo que había en juego, que era mucho.

Jim venía oyendo hace dos semanas ese runrún que dejaba traslucir psicofonías con su nombre unido a su destitución. Ruido de fondo con las primeras elucubraciones con un posible relevo en el banquillo, algo que es común y consuetudinario en el Real Zaragoza de la última década, tan convulsa e inestable. Por ello, el alicantino sintió una especial liberación cuando acabó el partido de El Plantío con el 0-1.

Sus tesis, tanto deportivas como pedagógicas y anímicas dentro del grupo, se reforzaron a través de esta victoria. Jim no ha perdido, en estos dos meses de desorientación general de empate en empate, de engaño en engaño a través de ese resultado tan poliédrico en sus análisis, ni su pulso firme ni su talante conciliador y pausado.

Sus revoluciones en las alineaciones con, por ejemplo, ocho cambios el Gerona respecto del anterior duelo ante la Ponferradina, o cinco anteayer en Burgos en relación al anterior día ante el Mirandés, se sostienen dentro del plan del cuerpo técnico para involucrar a la mayor parte de los futbolistas en la solución de los problemas futbolísticos existentes, que son admitidos sin remilgos de puertas adentro. No ha querido Jim, en este trimestre de dudas, de evidentes carencias cualitativas en la plantilla y de ausencias de goles y triunfos, quedarse con un equipo corto, donde un número importante de futbolistas se puedan sentir desplazados y se evadan prematuramente del trabajo común necesario para solucionar los inconvenientes tácticos que evidencia el grupo. Queda mucho.

Si esto salía mal, en la foto iban a estar la inmensa mayoría de los componentes del vestuario. Jim ha probado muchas mezclas. No ha repetido nunca equipo. Tiene su plan aún enhiesto, aunque también observa –como todos– que hay circunstancias del juego que no van por donde debieran o por el camino que se previó cuando Torrecilla ejecutó determinados fichajes en agosto. Del mismo modo que varias de las piezas que quedaron del esqueleto del año pasado –terrible campaña– no están progresando como sería menester e imprescindible.

Nadie se esconde ahí dentro. Se reconocen las máculas mientras Jim maneja el timón con su aire afable, político. No ha soltado coces cuando se le ha insinuado que su puesto corría peligro, reacción que sí se dio en otros casos pretéritos. Sabe latín. Y los jugadores lo siguen a pies juntillas. No hay desafectos. Todos enchufados. Esta es, a estas alturas, la clave del futuro. No perder los estribos. Nadie. Ahora, es cuestión de enlazar resultados victoriosos para que nada se desmorone. Jim es el cemento ante cualquier adversidad. De momento, con ascendencia.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión