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El bucle y la espiral del Real Zaragoza

El equipo aragonés, con síntomas de un fútbol agotado y sin ideas, se ha enredado en una realidad harto peligrosa en la que sumar de uno en uno es el mal menor.

Partido del Real Zaragoza contra la Ponferradina en el estadio de La Romareda.
Partido del Real Zaragoza contra la Ponferradina en el estadio de La Romareda.
Toni Galán

El Real Zaragoza vive en un bucle dentro de un bucle. En una historia interminable que se repite jornada a jornada y que termina siempre con el equipo empatando, incapaz de ganarle a nadie en La Romareda y sin haberse puesto todavía por delante en el marcador en once partidos de liga. Al cóctel de las reiteraciones se le unen también varias de ocasiones cristalinas enviadas habitualmente al limbo, como las de anoche de Petrovic en el 86, de Nano Mesa en el 92 y de Vada, en el 93, justo en la última del partido. La colección de oportunidades marradas en estos dos meses de campeonato da para una buen largometraje, especialmente cuando el equipo tiene en su mano sumar la victoria.

Con estos ingredientes, en este caldo de cultivo, el conjunto que prepara Juan Ignacio Martínez se ha enredado en una espiral harto peligrosa, de la que no encuentra la fórmula ni remedio para escapar. Así, ha empatado ocho de sus once partidos, solo ha conseguido festejar una victoria (en el lejano 5 de septiembre en Alcorcón) y su fútbol da señales de agotamiento demasiado pronto. Anoche, salvo por el arreón de la última media hora con el marcador ya en contra, el Real Zaragoza completó un encuentro deficiente en la mayoría de sus líneas. Regaló la primera mitad. No fue ambicioso y así lo reconocieron tras el partido desde el vestuario. Con el balón, le costó un mundo rebasar la línea defensiva de una Ponferradina que decepcionó en La Romareda y, sin él, regaló un gol en un córner a favor tras una contra mal defendida. Uno de esos goles que nunca se pueden encajar y que habitúan a hacerlo aquellos equipos que navegan con el viento en contra.

Al Real Zaragoza, en cierto modo, le da igual jugar en casa que fuera y hacerlo ante un rival de mayor o menor entidad. La Ponferradina llegaba como un equipo de ‘play off’, pero su actuación fue mediocre, de bloque de zona media-baja. En este sentido, el principal enemigo del Real Zaragoza es él mismo y su inoperancia para ser verdaderamente competitivo. Además, en esta cadena de empates, su juego está sufriendo una preocupante involución. Antes igualaba porque fallaba más de una decena de ocasiones –le pasó en Fuenlabrada, ante la Real Sociedad B o en Lugo– y ahora lo hace porque, salvo cuando ataca a tumba abierta y a la desesperada, le cuesta demasiado generar llegadas. Y cuando lo hace, las falla, claro.

Las pruebas de Jim

A Juan Ignacio Martínez se le ha gripado el Real Zaragoza en las últimas semanas. Eguaras y Zapater, el corazón de la sala de máquinas, dieron ayer síntomas de ser una fórmula agotada, sin ideas ni lucidez. Necesita el equipo una importante reestructuración de su sala de máquinas. El Zaragoza es un equipo estático, sin movimientos entre líneas, con los atacantes demasiado rígidos en sus posiciones. Solo cuando se desmelena, cuando ya va perdiendo, su fútbol tiene algo de vida, como ayer en la última media hora. El problema arriba es que nadie da un paso adelante. Jim, en este bucle de empates en el que se ha atascado el Zaragoza, lo ha probado ya –casi– todo.

Salvo el cambio de sistema a los cinco defensas, el técnico le ha dado oportunidades a todos los futbolistas de la parcela ofensiva: Nano Mesa, Vada, Borja Sainz, Adrián González, Azón, Bermejo, Álvaro Giménez... y, salvo Narváez, nadie es indiscutible. Nadie se ha ganado con sus actuaciones ser fijo cada semana. Sainz, por ejemplo, fue anoche el último en perder su tren, como ha hecho Bermejo ya en dos ocasiones –ante la Ponferradina ni calentó–, Azón y, quizá ahora también, Giménez. Jim está obligado a encontrar de inmediato la fórmula que le permita salir del bucle y la espiral en la que está enredado desde hace 40 días. Si no, las sinuosas curvas de la carretera por la que ya transita serán todavía más cerradas. Más complejas y peligrosas. El tiempo y la liga no frenan.

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