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Real Zaragoza: salvados, por fin

El equipo aragonés logra la permanencia en Segunda División de forma matemática tras ganar este jueves 3-0 al Castellón y evita un descenso catastrófico que merodeó a su alrededor durante toda la temporada 20-21.

Los futbolistas del Real Zaragoza hicieron una piña en el centro del campo al acabar el partido ante el Castellón.
Los futbolistas del Real Zaragoza hicieron una piña en el centro del campo al acabar el partido ante el Castellón.
Guillermo Mestre

Se acabó la pesadilla. El Real Zaragoza se salvó en la pasada noche del jueves, por fin, del descenso a lo que era hasta ahora la Segunda B y que, en lo sucesivo, se llamará Primera Federación. Una amenaza severa que ha merodeado alrededor del equipo aragonés desde octubre en un año horrible y que, de la mano de Juan Ignacio Martínez ‘Jim, su tercer entrenador del curso, ha logrado eludir con enorme mérito en cinco meses de juego eficaz, solvente, punto a punto, arañazo a arañazo, gota de sangre a gota de sangre.

Anoche, con un claro triunfo por 3-0 ante el Castellón, otro de los rivales de la zona baja de la clasificación en este calvario interminable, logró cuadrar las matemáticas y, alzándose hasta los 50 puntos, firmó y lacró su misión para jugar el año que viene otra vez en la Segunda División por novena temporada consecutiva.

Resumen partido Real Zaragoza-*Castellón
La Liga

El partido fue el medio, el mecanismo último. Lo importante, como manifestaron los jugadores en la piña que se montó espontáneamente en el centro del campo al terminar el duelo ante los castellonenses, fue ser capaces de evitar la muerte del histórico club zaragocista con dos jornadas de antelación, sin tener que histerizarse hasta el último minuto de esta liga de 42 jornadas, infinita, insufrible cuando se trata de huir del montacargas de descenso. No es la primera vez, pero sí ha sido la más crítica.

Debían atar la salvación ante el Castellón, en esta noche de gran presión, para no acudir el lunes a Mallorca con los nervios fuera de la piel o, quién sabe, llegar incluso al último duelo en La Romareda, el domingo 30 ante el Leganés, implorando al cielo. Lo sabían Jim y sus muchachos. Este jueves era el día D, la hora H.

Celebración Real Zaragoza tras finalizar el partido
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Y lo hicieron de modo perfecto. Con concentración, con la tensión debida. El rival, el Castellón, llegaba a Zaragoza a la desesperada, hundido en las arenas movedizas y con muy mala cara. Era cuestión de ser certeros, de dar primero y, a ser posible, pronto. Evitar un partido largo, no conceder ni un milímetro de ventaja a los mediterráneos. Y así se ejecutó el guión por parte blanquilla, a la perfección de principio a fin.

Los dos primeros goles, cosas del destino, supusieron una alegoría perfecta de la resurrección de este equipo que, allá por la Inmaculada, en las vísperas de Navidad, era un cadáver andante en la era pre-Jim. Los anotaron Francho e Iván Azón. Dos de los tres juveniles -junto a Francés- que han terminado por conformar la columna vertebral del equipo profesional más laureado de la serie B actual del fútbol español: un central, un medio centro y un delantero centro goleador. La figura literaria habla por sí sola y define muchas de la causas de este suplicio que, gracias a estos muchachos -entre otros protagonistas relevantes- no ha finalizado en un descarrilamiento irreversible.

Francho marcó el 1-0 en el minuto 12, en la primera llegada al área del Real Zaragoza tras un inicio de dominio del Castellón. Un golazo por la escuadra, bellísimo, en combinación con Narváez, pieza clave todo el año en medio de la inanición general ante el gol. Fue un tanto clave para acometer tan tenso partido con cierta calma, con el timón siempre en la mano y, así, tener al adversario contra las cuerdas permanentemente. Y Azón hizo el 2-0 al minuto y medio de la segunda mitad, de cabeza (otra vez, asunto crucial éste para la proeza del Jim), a la salida de un córner botado por el capitán, Zapater, el ‘cuarto juvenil’, que cumplirá los 36 en junio.

Dos golpes certeros, decisivos, para no dejar siquiera pensar al Castellón. Dos tantos preciosos en el instante oportuno. Y, por si cabía algún resquicio de reacción albinegra (de verde vistió anoche el cuadro ‘orellut’) a falta de casi medio partido por jugarse, el atinado Zaragoza de anoche logró el 3-0 en el minuto 66 a través de un penalti, cometido por Gálvez sobre el atleta Azón, que le ganó una carrera de 40 metros en un contragolpe y acabó zancadilleado con claridad, pese a que el árbitro no se enteró y tuvo que ser avisado por el VAR para rectificar.

Tejero, que ya había aparecido como ‘especialista’ magnífico en el arte de las penas máximas en aquella recordada velada de Fuenlabrada hace mes y medio, repitió con un ‘panenkazo’ de los de recordar para bien. Era el minuto 66 y todo estaba finiquitado.

El alivio, el desahogo absoluto

A partir de ese tercer gol, celebrado como el de cualquier final del más grande torneo jamás jugado por el Real Zaragoza, dio tiempo, durante minutos y minutos de juego ya inerte, de rememorar lo mal que se ha pasado entre el zaragocismo en esta liga rara, anómala, distinta, la del fútbol a puerta cerrada, la de la pandemia de la covid. Fue un rato de fútbol para gustarse, para disfrutar por primera vez en nueve meses de poder tocar el balón con seguridad, de dar pases y ejecutar despejes sin presión, sin miedos, sin responsabilidades supremas. Todos los protagonistas que ayer pisaron el césped o estuvieron en el banquillo (ahora, la grada), sintieron, como las decenas de miles de zaragocistas por el mundo, esa agradable sensación de alivio, de desahogo mental, que provoca la consumación de una tarea que, en su inicio, parece un imposible.

Con Jim, el Zaragoza ha pasado de tener 13 puntos (a tres partidos del ecuador del torneo) a alcanzar los 50. Las cifras delatan la magnitud de lo obrado en este tiempo de rehabilitación de un equipo que, cuando llegó el alicantino, estaba catatónico y carecía de infinidad de valores que son claves para competir en el ámbito profesional.

La recta final del partido de ayer fue un momento para que emergieran los sentimientos más profundos entre los que sienten estos colores, este escudo. Un nudo se hizo en muchas gargantas. Jim fue felicitado por sus ayudantes y auxiliares incluso antes de que Ocón pitase el final. Hubo gestos emocionantes. Es muy grande lo logrado, pues se trata de dotar de vida al Real Zaragoza, de permitirle una revisión global que pueda dar paso al objetivo de regresar a Primera División más pronto que tarde.

Esta salvación consumada este jueves no se puede celebrar hoy, en presente. Y no se hizo. Adquirirá valor dentro de un tiempo, cuando se regrese a la élite verdadera. La piña humana del equipo en el centro de la mítica y vieja Romareda, en la que habló Zapater (mención especial merece el de Ejea) y le secundaron otros capitanes como Cristian Álvarez o Eguaras, no tuvo gestos de euforia. El Zaragoza no puede celebrar jamás una permanencia así. Solo resoplar de satisfacción y descanso psicológico por ver que hay un horizonte y no un hundimiento en la miseria. La noche del 20 de mayo de 2021 debe ser la frontera de un antes y un después. 

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