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Real Zaragoza: veinticinco jugadores al diván

El mazazo de Vallecas provoca diez días de terapia mental para la plantilla del tocado Real Zaragoza. Jim se ve obligado a resetear por enésima vez a toda la plantilla ante la crudeza de la clasificación

Desesperación en los futbolistas del Real Zaragoza tras encajar el 3-2 en el minuto 70 anteayer viernes en Vallecas, el de la remontada.
Desesperación en los futbolistas del Real Zaragoza tras encajar el 3-2 en el minuto 70 anteayer viernes en Vallecas, el de la remontada.
Sergio Reyes/LOF

De puertas adentro, el vestuario del Real Zaragoza se apresta a vivir diez días de ejercicios espirituales permanentes. Juan Ignacio Martínez ‘Jim’, de cara al siguiente partido ante el Mirandés, que se jugará en La Romareda el lunes día 22 según voluntad de La Liga, ha vuelto a montar el diván en su despacho de la Ciudad Deportiva. Por él pasarán todos sus muchachos. Unos, solos. Otros, acompañados. Habrá terapias colectivas, todos en comandita. Figuradamente, veinticinco jugadores mirando al techo, en actitud introspectiva, sacando de dentro todo su sentir y, es de esperar, receptivos ante lo que el cuerpo técnico les sugiera como método sanador de cara a los 13 últimos partidos del torneo, que van a ser vitales para eludir el descenso a Segunda B o, por el contrario, irse por el sumidero a un lugar del que tal vez no haya retorno.

Jim lo anunció en caliente anteayer en la sala de prensa de Vallecas: «Hay que realizar un análisis muy profundo para lo que resta de temporada». Le salió de las entrañas. Aún no era capaz de entender la actitud del equipo en Madrid, jugándose tanto como se jugaba, que es la vida del club. Es grave lo que acontece en la conducta grupal de este abollado Real Zaragoza 20-21. Y esa hondura de males aflora más según se agota el espacio material de tiempo para sumar los puntos que eludan el descenso. Es así de crudo. Obviarlo, mirar hacia otro lado, es postura de irresponsabilidad.

Medicina contra la debilidad

El Real Zaragoza sufre colapsos puntuales durante toda la temporada. La plantilla padece desvanecimientos aleatorios, tanto durante los partidos como en su discurrir competitivo general, jornada a jornada. Desde su gestación bajo la batuta de Baraja, no es un bloque estable, ni futbolísticamente –de sus enormes y diversas carencias de fábrica se viene hablando, por fuerza, desde octubre–, ni cerebralmente. Por eso Jim, su tercer entrenador de esta campaña, no deja de aludir desde su llegada a «la psicología, la mentalización, las activaciones anímicas» de un grupo condificultades para centrarse, que no es capaz de sostener un rendimiento medio aceptable más allá de algunos ratos.

Lo ocurrido en Vallecas fue una gota de agua helada más sobre el cráneo de todos los miembros de este deslavazado vestuario, es esa dosis interminable de tortura china que, ya en mitad de marzo, quita el sueño incluso al más optimista, al más confiado, al menos informado. No es nada nuevo. Sucede desde los más tiernos albores del torneo. Es algo consustancial a este grupo de jugadores armado por Lalo Arantegui y José Mari Barba en el verano pasado y retocado levemente por su sucesor, Miguel Torrecilla, en el etéreo mercado invernal reciente.

Mal asunto fue, desde muy pronto, el descubrimiento de la escasa calidad y rendimiento de varias piezas. Los números de algunos jugadores (los delanteros se llevan la palma, de récord negativo), la inevitable suplencia definitiva de otros después de decenas de oportunidades, en casos concretos no sostenidas ni ganadas sobre el terreno de juego, han terminado por dar la razón a los análisis primigenios que ya anticiparon lo que podía venir de no tomar medidas a tiempo. Así, Jim se encuentra hoy, en la hora de la verdad, con un puzle peculiar, con un once inicial base radicalmente distinto al que arrancó el año y, también, al que vivió la transición del tramo dirigido por Iván Martínez, de infaustos marcadores mientras en la dirección deportiva anterior se confiaba en que los males los arreglara alguna divinidad, la meteorología o el esoterismo.

Ahora, a falta de solo 13 jornadas, Jim ha de administrar el presente más álgido y peligroso, en el que se entremezclan –inevitablemente– todos estos condimentos heredados de un pasado reciente que es indeleble, que está reflejado día a día en las constantes vitales de la plantilla, en su historial psicológico-futbolístico. Lo pasado no se puede borrar. Y ha dejado huella. Tanto en la tabla clasificatoria, como en el modo de operar en el campo de jugadores muy específicos, como en el envoltorio de un equipo que no es ajeno a las opiniones que genera su mala praxis en este año horríbilis del Real Zaragoza en su octava temporada seguida en Segunda División.

El margen de error es mínimo

Jim insistirá en estos diez días en recordar a sus pupilos que esto se termina ya en dos meses y medio, que solo hay en disputa 39 puntos y que, de ellos, es necesario adicionar en torno a la mitad. Es decir, apenas queda margen para más errores como los de Vallecas, o ante el Alcorcón, o aquel penalti de Sabadell, o los cuatro postes de Albacete...

Marzo, preludio siempre de los veredictos, exige un último y certero impulso en el equipo.

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