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Estrenos de todos los colores en el banquillo del Real Zaragoza con la liga en marcha

Los resultados iniciales de los siete entrenadores revulsivos del Real Zaragoza que han precedido a Iván Martínez en esta etapa en Segunda han sido dispares, de lectura diversa.

Iván Martínez, en el banquillo de La Romareda.
Iván Martínez, en el banquillo de La Romareda.
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Iván Martínez es, desde hace una semana, el octavo entrenador revulsivo del Real Zaragoza en esta histórica etapa –por inédita en 89 años de historia– del equipo en Segunda División, que ya vive su octava temporada consecutiva. Con él son ocho los cambios de timonel con la liga en marcha en los respectivos equipos desde la caída de Primera en 2013.

Iván ha relevado a Rubén Baraja. Antes, Víctor Fernández sustituyó a Alcaraz. Y Alcaraz lo había hecho con Imanol Idiakez. Y César Láinez tomó el testigo de Raúl Agné, como Agné lo había asumido de Luis Milla. Por delante en el tiempo, Lluís Carreras vino a suplir al despedido Ranko Popovic, que en su momento hizo lo propio con Víctor Muñoz, así como éste ocupó el asiento dejado prematuramente por Paco Herrera, que fue el primero en arrancar esta larga historia zaragocista en la división de plata hace siete años y medio.

No chirría entre el zaragocismo ver de nuevas a Iván Martínez en el puesto de jefe nuevo del vestuario después de haber mandado a casa, con suma prontitud, al iniciador del proyecto de la correspondiente área deportiva, en este caso Baraja. Semejante trajín en el banquillo es moneda común en el Zaragoza moderno. Un hábito, una tendencia perenne, solo rota en dos excepciones: las temporadas completas, solo dos, que encabezaron Natxo González y Víctor Fernández, sendas rarezas pues.

Solo dos inicios claros

En las cinco temporadas anteriores en las que hubo permutas en el puesto de entrenador con la liga en marcha –esta es la sexta de ocho– los efectos dinamizadores de los cambios designados por el club tuvieron inicios dispares y lecturas posteriores igualmente diversas. No hay un patrón firme, a bote pronto, que ayude a discernir si es buena o mala la decisión de los dirigentes y ejecutivos en cada caso. Solo dos de los siete casos anteriores dejaron claro, en apenas dos partidos, que venían trayectorias y rumbos muy definidos en adelante. Uno para mal, otro para bien.

El caso de mayor error de elección y puesta en escena resultó el del veterano Alcaraz, en octubre de 2018, hace dos años. El granadino comenzó perdiendo sus dos primeros partidos –cero puntos de seis– por 2-0 en Elche y 0-2 en el debut en La Romareda ante ‘su’ Granada. Cero goles a favor y unas trazas muy alejadas de lo que siempre se espera de la aparición de un técnico nuevo. Se vio desde el primer día que aquello pintaba a ser un error monumental... y así se confirmó en tan solo ocho partidos. Se fue a casa en dos meses.

Precisamente su sustituto supone el otro lado de la horquilla de valoración. El único que ha ganado en esta tesitura los dos primeros partidos tras coger en apuros al Real Zaragoza sobre la marcha es Víctor Fernández. Con él, en el salto de diciembre de 2018 a enero de 2019, el equipo ganó 2-1 al Extremadura y 1-2 en El Molinón al Sporting de Gijón. Seis de seis en su primera tacada de puntos, que sacó de la catatonia al equipo, enfervorizó al entorno y, sí, ejerció el papel requerido a pies juntillas.

Principios engañosos

Iván Martínez tuvo la mala fortuna de empezar el viernes su ciclo pos Baraja con derrota en casa, 1-2 ante el Oviedo. El domingo, en Ponferrada, está, por lo tanto, ante la opción de sumar tres de seis puntos en su estreno como visitante, si el Real Zaragoza gana en El Toralín; de firmar un parcial de uno de seis si se da el empate; o de igualar el registro de Alcaraz –cero– si no puntúa en León. En ningún caso cabrán interpretaciones contundentes. Los antecedentes así lo advierten. Hace falta algo más de tiempo, datos, evidencias y rentabilidades generales del equipo para dictar máximas.

Los dos primeros partidos, los iniciales de los anteriores técnicos revulsivos en sus respectivas etapas, son ejemplos admonitorios para no emitir juicios sumarísimos el domingo por la noche. Ojo, que pueden engañar fácilmente. El caso de Raúl Agné, a modo de espejismo positivo que luego se vino abajo, es palmario. El de Mequinenza abrió su trabajo con un triunfo 2-1 frente al Almería y un empate, 2-2, en Mallorca, un cuatro de seis que ilusionó y tuvo, incluso, alguna continuidad un par de semanas más. A los tres meses, sin remedio, Agné fue destituido con el equipo roto y sin brújula en la clasificación, cerca de la cola.

En sentido contrario cabe leer lo que le pasó a Lluís Carreras. El catalán solo logró un punto de seis, tras el empate, 3-3, con el Huesca en La Romareda y la derrota 1-0 en Oviedo. Sus principios no gustaron. Fue de efecto retardado. Tras varios reajustes y algunas jornadas más, el equipo entró en buena dinámica y... solo la catástrofe –aún no explicada convenientemente– de Palamós ante el Llagostera arruinó una promoción de ascenso que parecía lograda tras una buena segunda vuelta.

Además del referido Agné, otros dos entrenadores contratados a liga empezada arrancaron con cuatro puntos de seis, con efectos positivos visibles rápidamente. Uno fue Ranko Popovic, que se estrenó con goleada, 4-1 sobre la Ponferradina (el rival zaragocista del domingo) y continuó con el empate, 2-2, en Albacete. El serbio llevó a aquel Zaragoza a la final de la promoción y, en Las Palmas, estuvo a 6 minutos de la Primera División, lo mejor que ha ocurrido desde 2013, pese a no acabar en éxito. El otro fue César Láinez, ganador 0-3 en su debut en Elche y con un 1-1 ante el Valladolid en La Romareda, dando inicio a una salvación milagrosa in extremis. El caso de Víctor Muñoz en 2014 fue el más amorfo de todos. Los problemas, entonces, eran otros. Con el agapitismo y Pitarch dentro para demolerlo.

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