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Voces desde la experiencia: Villanova, Gay y Láinez

Los tres entrenadores llegaron desde el filial al primer equipo para resolver con éxito momentos de gran dificultad e inciden en las cuestiones básicas que Iván Martínez ha de afrontar con firmeza para salir airoso.

Manolo Villanova, José Aurelio Gay y César Láinez, en el banquillo de La Romareda.
Manolo Villanova, José Aurelio Gay y César Láinez, en el banquillo de La Romareda.
Duch/HA/Galán

Manolo Villanova (78 años), José Aurelio Gay (55) y César Láinez (43) son tres entrenadores del Real Zaragoza que ejercieron su labor, en diferentes momentos en los que la historia los reclamó en el primer equipo, procedentes del filial. Llegaron, como ahora en 2020 sucede con Iván Martínez, en días de zozobra, de gran dificultad clasificatoria. Y los tres sacaron adelante con éxito –con distintas vicisitudes en cada caso– la encomienda de salvar al club de sendos descensos, bien desde Primera a Segunda (Villanova y Gay), bien desde Segunda a Segunda B (Láinez).

En los últimos 35 años, el más relevante ‘bombero’ o ‘apagafuegos’ de los hombres de club fue, eso sí, Luis Costa. Ejerció este papel salvífico en los ochenta, en los noventa e, incluso, ya en los dos mil. Pero Luis no quiere ya hablar de fútbol. Está cansado, decepcionado, con un grado de desafección que le lleva a quedarse al margen de cualquier invitación a tomar parte de opiniones o reseñas sobre el Real Zaragoza.

Villanova, el carácter, basó todo en la disciplina

Manolo Villanova, tras retirarse como portero del Real Zaragoza, pasó de inmediato al cuerpo técnico. Fue segundo y ayudante de Carriega, Müller, Arsenio, Boskov... siempre estuvo ahí, entrenando al Aragón cuando fue preciso, un sube y baja constante. En 1987 tuvo que relevar a su amigo Luis Costa por un despido extraño obrado por la directiva de Miguel Beltrán. «No estaban las cosas tan mal, pero así lo decidió Paco Santamaría», recuerda el zaragozano. Su última etapa, en el primer descenso del agapitismo en 2008, no computa. No porque no se salvara la categoría finalmente, sino porque no llegó desde el filial, sino que fue fichado a golpe de talonario del Huesca, club al que se le extirpó en plena competición. Rarezas de la época.

«Cuando llegas al primer equipo así te enfrentas a jugadores a los que normalmente no conoces ni te conocen. Hay que hacer que ese golpe primero en el trato humano sea lo más suave posible, sin chispazos. Pero, a la vez, no les puedes hablar mostrando que tu eres el nuevo en el puesto y que estás en inferioridad moral sobre ellos. No. Eso es un error», indica Villanova de entrada.

«El primer día, en los entrenamientos iniciales, siempre hay un grupo más reacio a conocerte, a atenderte. Para esto, yo siempre he tratado a los jugadores cara a cara. A todos. A las figuras, a los normales y a los jóvenes. Todos igual. Sin distingos de ningún tipo para que nadie se sienta señalado o excluido. Fue algo que me enseñó Lucien Müller: cara a cara, no muy lejos de ellos», añade.

Manolo abunda en su recomendación para el abordaje de una tarea tan delicada y específica como la que tiene ante sí Iván Martínez en su salto desde la Ciudad Deportiva al banquillo del Zaragoza. «Después de hablar a los futbolistas de manera directa desde el primer minuto, explicándoles las estrategias, las necesidades del equipo y cómo quieres jugar, es necesario demandar su opinión y, si alguno tiene algún inconveniente, que lo diga. El entrenador ha de mostrar siempre carácter, mando, mirándoles a los ojos», abunda.

El veterano técnico subraya una de sus pautas más relevantes para gobernar un vestuario, mucho más si ha de cogerse de segundas (o terceras), tras relevar a otro colega anterior. «Hay que ver enseguida cómo respiran los jugadores, si el grupo se lleva bien o no, si algunos hablan mal de otros. Hay que ver si es posible dar la confianza al cien por cien de la plantilla o si es necesario explicarle a alguno que no es posible contar con él por su actitud. Yo los llamaba de cuatro en cuatro, en los primeros días de entrenamiento, para hablar a solas con cada uno de ellos», prosigue en su libreto.

Villanova recuerda cómo «siempre reunía a todos los jugadores en un salón, les daba toda mi confianza, les hablaba sobre mi manera de trabajar, de mi carácter y de mi exigencia. Y, siempre, les dije que la plantilla en cuestión era mejor de lo que la clasificación indicaba. Era una manera de tratar de motivarlos. Solió dar resultado siempre», recuerda.

Sobre el presente, tiene también su opinión. «Me cuesta creer que en este equipo no haya soluciones tácticas mejores. Pero está claro que tiene lagunas técnicas claras. El Real Zaragoza no tiene una gran plantilla. Pero considero que no es tan floja como para estar tan abajo en la tabla», remarca Villanova.

«Iván Martínez fue jugador mío. Es un tipo muy preparado, ve muy bien el fútbol. Tiene personalidad, conocimientos. Y sabe manejar la mano izquierda dentro de ese carácter que yo considero imprescindible en estos casos», remata Manolo al referirse a Iván.

Gay y el mercado invernal: la salvación a través de fichajes e intuición

José Aurelio Gay obró uno de esos milagros que jalonan la historia del Real Zaragoza en varias fases de sus 89 años de vida. Recogió un equipo hundido tras el cese de Marcelino García Toral en diciembre de 2009. No ganó en ninguno de los cinco primeros partidos a su mando. Perdió 6-0 incluso en el Bernabéu y empató en casa 0-0 ante el colista Xerez. Encajó un 4-2 en Villarreal... pero la clave de su llegada era el mercado invernal que aguardaba del 1 al 31 de enero. En él, el director deportivo, el alemán Gerhard Poschner, hizo el mejor trabajo puntual de las últimas décadas.

«Trajo siete jugadores, siete, que funcionaron todos de manera notable o sobresaliente. Fue una labor de orfebrería, de máxima precisión, dificilísima. Roberto Jiménez, Contini, Jarosik, Edmilson, Eliseu, Suazo y Colunga... era ficharlos y a jugar, por goteo. Mezclaron bien entre ellos y también con la base que nos quedamos. Fue algo histórico», recuerda Gay con emoción.

El ahora técnico del Espanyol B habló ayer para HERALDO desde Barcelona. «Iván Martínez debe tomar decisiones drásticas de inmediato, que no sean parches. Cuando llegas en situaciones así, estás obligado a actuar, no a contemporizar. Para ello, has de estar protegido por la dirección deportiva, claro, como yo lo estuve con Poschner. En los primeros días, lo emocional es lo más importante a abordar, no lo técnico-táctico. Hay que hablar largo y tendido con cada futbolista, uno a uno. Es necesario identificar claramente quiénes son los que mejor están en lo anímico, a los que pueden sumar y a quiénes van a restar en esta complicada situación que se le ha puesto al Real Zaragoza», advierte de entrada.

Gay ya ha observado la apuesta inicial de Martínez por los veteranos, Zapater, Ros, Eguaras. «La labor de testar a toda la plantilla necesita de días. Ha de hablar con todos, sin excepción, a calzón quitado. Es normal apoyarse de inicio en los veteranos, suelen ser los más comprometidos, aunque no es regla general ni infalible. Otras veces no lo son. Si lo son, hay que aprovechar su ascendencia y peso moral sobre los demás. Es muy importante, en momentos así, tenerlos de tu parte como entrenador, nunca en contra», describe cristalinamente José Aurelio.

Gay, además de como entrenador, habla desde la perspectiva de jugador profesional de alto rango durante años (campeón de la Recopa en el Real Zaragoza). «Es normal que, en puestos de descenso y con tanto agobio, se necesite hallar un núcleo duro en el vestuario. Y en el actual del Zaragoza no hay que escarbar mucho para encontrarlo, por las hechuras de su plantilla. Tengo la seguridad de que, en esta situación tan difícil, no va a poder contar con todos los jugadores. Habrá algunos que tendrán que salir en el mercado de enero. Y eso lo ha de discernir cuanto antes, para que el equipo no se le resquebraje», abunda el madrileño con intención.

Gay prosigue con su análisis. «Ya se ve que el Real Zaragoza no tiene un equipo para quedar primero, ni para estar en los ‘play off’ de ascenso. Pero es posible que sí tenga equipo suficiente para no caer al descenso. El mensaje ha de ser de confianza en lo que se tiene... hasta el mercado de invierno. Va a ser problemático manejar esta cuestión durante los siete u ocho partidos que faltan hasta entonces, es lo más difícil. Debe ‘comerles el coco’ como sea», sugiere. En su caso, en 2009, no ganó ninguno de los cinco partidos que faltaban hasta el 1 de enero y el inicio de la reconstrucción integral de aquel vestuario. Es la fase más crítica. «Llegan días de decisiones dolorosas, de elegir jugadores y dejar de utilizar a otros. Pero es necesario por el bien del club. Y hay que estar muy atinado en las elecciones», remata.

Láinez y su 'batidora': fue el tercer técnico en un año caótico casi letal

César Láinez tomó el testigo de Raúl Agné en marzo de 2017, quien a su vez había sucedido a Luis Milla (los tres aragoneses) tras un inicio de temporada torcido y un proceso de autodestrucción interna que anunciaba un descenso a Segunda B casi irremediable. Es la experiencia más reciente del recurso del entrenador del filial, debutante, como remedio a una dinámica demoledora y nociva.

«Llegué en unas circunstancias muy difíciles en lo psicológico dentro de aquel vestuario. Con Agné, eran ya más de dos meses sin ganar un partido. El ambiente era raro, con muchos jugadores lesionados y con molestias, apartados del día a día. Se vivía el miedo. Por eso, lo primero que tuve que afrontar fue el aspecto anímico, el personal de cada uno», rememora Láinez respecto de su corto pero frenético paso por el banquillo del primer equipo.

El zaragozano explica cuál fue su medicina de choque. «Busqué a los que más limpia tenían la cabeza. En estos casos, hay que darle la vuelta a lo futbolístico pero, para que eso pueda suceder, impera antes que el futbolista tenga paz mental. Y muchos, entonces, no la tenían», dice.

César aporta más detalles importantes. «Traté de hacer una ‘batidora’ con todos los aspectos con los que debíamos trabajar a toda velocidad desde el primer minuto de mi llegada. Aposté por jugadores concretos, dedicí cambiar de posiciones tácticas a otros. También saqué del ostracismo a alguno que no contaba para nada. Y tiré del filial en un par de apuestas de mi confianza. La batidora funcionó. Mezclamos bien los ingredientes y salió dulce. Si lo hubiésemos hecho mal, el resultado hubiera sido agrio con total seguridad», cuenta con pasión César. Y pone nombres propios a su estrategia.

«José Enrique, que era lateral, no tenía recorrido porque tenía un problema serio en la rodilla. Y Cabrera, que jugaba de central, era el que más potencia física presentaba en aquel grupo. Así que hablé con ellos y los permuté. Fue una solución clave», indica. 

«Edu Bedia venía de participar poco y mal, estaba en el ostracismo. Yo creí que nos podía dar paciencia con la pelota y le di un sitio. Fue una pieza vital en la salvación», prosigue. 

«Y en el B estaban el portero, Ratón, que fue una buena alternativa a Saja e Irureta, una portería muy en entredicho; y Pombo, que despuntaba. Los dos nos dieron aire nuevo, ilusión. Ese toque de novedad que ayuda a todos a ver que se está en una fase distinta, mejor que la anterior», explica Láinez.

Y del presente, no esconde su parecer. «Yo tenía a Ángel, a Zapater y Ros físicamente mejor que ahora, Cabrera, Bedia, José Enrique... un equipo muy por encima de la actual plantilla. Tengo la sensación de que los que han venido este verano tienen un nivel muy bajo. Aquellos mimbres creo que eran más firmes que los de hoy».

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