béisbol

Un ‘pitcher’ asiduo a La Romareda

Marc Civit, de ascendencia aragonesa, acaba de ganar la liga italiana de béisbol. Es propiedad de los Toronto Blue Jays y siempre que puede visita su añorada Romareda

El joven Marc Civit se prepara para lanzar un zurdazo en un choque con un filial de los Toronto Blue Jays.
El joven Marc Civit se prepara para lanzar un zurdazo en un choque con un filial de los Toronto Blue Jays.
HERALDO

Tiene solo 18 años, los suficientes como para haber conquistado ya la primera división italiana de béisbol y ser, en estos momentos, el único jugador español en el largo entramado de categorías de este deporte en Norteamérica. Su nombre es Marc Civit y, aunque no nació en Aragón, sí tiene un fuerte vínculo con la Comunidad, en especial con un recinto que le hace vibrar y al que, desde que su padrastro le llevó por primera vez, acude siempre que tiene oportunidad: el estadio municipal de La Romareda.

Natural de Sant Boi (Barcelona), Marc es un zaragocista empedernido. También es el segundo español con un contrato como jugador profesional de béisbol en uno de los pocos países donde se puede vivir de este deporte. El primero en lograrlo fue su padre, Xavier Civit, figura de referencia de este juego en España, a la que lideró en las Olimpiadas de Barcelona, donde logró ante Puerto Rico la victoria más importante en la historia de la selección. Xavier fue todo un pionero al marchar a Norteamérica sin conocer el idioma, en un momento en el que solo los locales y unos pocos latinos tenían hueco en las ligas mayores. Formó parte de los Montreal Expos, mientras su hijo, que lleva camino de tomarle el relevo, integra la organización de los Toronto Blue Jays.

Pero que nadie se engañe. El joven vive en sus carnes el sueño americano por su valía, por todo lo que ya ha demostrado en una disciplina con escaso arraigo en el país. No está donde está por ser el hijo de nadie, nadie le ha regalado nada, más que unos genes propicios. "Jugaba en el CBS Sant Boi y, cuando aún tenía 15 años, me seleccionaron para participar en un torneo con un combinado de los mejores jugadores sub 19 de Europa. En esa serie de partidos me vio un ojeador de Toronto y apalabramos un contrato verbal, porque yo no podía firmar nada hasta que cumpliera los 16 años. Cuando alcancé la edad legal en julio pude por fin firmar el acuerdo y ya lo hicimos oficial", narra sobre su desembarco en la metrópoli canadiense.

Como ocurriera en su día con su padre, la nacionalidad de este joven zaragocista llama la atención de sus compañeros y rivales en el diamante reglamentario. "Soy el único europeo dentro de la plantilla de cuarenta jugadores de mi equipo, en Toronto, pero es que también soy de los poquísimos europeos dentro de los 600 jugadores que formamos parte de la organización", explica.

Sobre el tapete verde, el zurdo se desenvuelve como ‘pitcher’, como se conoce el puesto de quienes lanzan la pelota de nueve pulgadas con el objetivo último de que el bateador rival no pueda siquiera olerla. De este modo, el receptor -o ‘catcher’, en términos profesionales- podrá englobarla en la base con el clásico guante de cuero. Ese puesto le obliga a exprimir su fisonomía de una forma concreta: "Los lanzadores tenemos que trabajar la fuerza, tener potencia en los brazos y en las piernas, pero sin hipertrofiar. Tenemos que hacer ejercicios específicos para no ganar volumen, aunque sí potencia. Es una morfología concreta, también es común que seamos altos, aunque la altura tampoco es determinante siempre".

El muchacho tiene claro su sueño y sus prioridades, por las que va a luchar hasta el final: "En estos momentos no curso ningún estudio, estoy completamente centrado en mi carrera deportiva. Quiero ser jugador profesional de béisbol. Ya he dado el paso de firmar un primer contrato, un objetivo que por sí solo es muy complicado y que pocos españoles llegan siquiera a plantearse. Mi idea es escalar categorías rápido, aunque sin precipitarme, y quedarme en Estados Unidos, donde puedo llegar a labrarme un futuro y donde también estoy viviendo una experiencia deportiva y personal que nunca habría imaginado".

Los procesos formativos de los talentos del béisbol están salpicados por cesiones y pasos por distintos filiales y equipos convenidos, lo que ha llevado a este zaragocista a pasar varias estancias en Santo Domingo, en la República Dominicana.

Debido a la pandemia de coronavirus, las ligas norteamericanas se suspendieron, por lo que muchos jugadores salieron cedidos a las competiciones que sí siguieron adelante, como la italiana. Marc tuvo la inmensa fortuna de recalar en Bolonia para formar parte del UnipolSai Fortitudo, a la postre campeón del torneo, el más potente a nivel continental. Sus aptitudes convencieron a los técnicos y gozó de una importante participación como jugador de rotación dentro de una plantilla muy larga. Para seguir con el modelado de sus cualidades, el próximo mes de enero marchará a Miami, sede de uno de los filiales de los Toronto Blue Jays.

El virus zaragocista

Nacido en 2002, un año no especialmente bueno para el Real Zaragoza, Marc es máximo exponente del zaragocismo tozudo de nuevo cuño, fanático de su club pese a no haber disfrutado de los mejores momentos de la entidad: "Está claro que de la parte buena de nuestra historia he visto más bien poco, pero eso no quita para que, siempre que puedo, vaya a La Romareda con la mayor de las ilusiones. Mi padrastro es aragonés, nacido en la provincia de Zaragoza, y se preocupó de que desde pequeño me infectara con el virus zaragocista... y lo cierto es que lo consiguió. Estoy siempre pendiente de las noticias y partidos, aunque me pillen a malas horas. El Zaragoza es, con el béisbol, mi gran pasión".

Marc, de espaldas en La Romareda, antes del choque de la pasada temporada ante el Numancia.
Marc, de espaldas en La Romareda, antes del choque de la pasada temporada ante el Numancia.
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