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Casi 43 años sin que el Real Zaragoza juegue a puerta cerrada

El precedente, en mayo de 1977, se circunscribió a los 6 minutos y el tiempo de aumento de un Valencia- Zaragoza de liga suspendido en Mestalla tres días antes por incidentes y que se terminó en el Bernabéu.

Foto de Juan G. Misis, de HERALDO DE ARAGÓN, en un Bernabéu vacío, con el gol de penalti de Pepe González al Valencia en la reanudación del partido suspendido tres días antes en Mestalla (Luis Casanova) en mayo de 1977.
Foto de Juan G. Misis, de HERALDO DE ARAGÓN, en un Bernabéu vacío, con el gol de penalti de Pepe González al Valencia en la reanudación del partido suspendido tres días antes en Mestalla (Luis Casanova) en mayo de 1977.
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En mayo se cumplirán 43 años de la última vez que el Real Zaragoza jugó a puerta cerrada un partido oficial. Fue en 1977, un caso excepcional, atípico, con el Santiago Bernabéu de Madrid como escenario fantasmagórico, derivado de una suspensión tres días antes de un Valencia-Real Zaragoza en Mestalla (Luis Casanova por entonces). En el epicentro de un escándalo mayúsculo de ámbito nacional, la Federación se vio obligada a terminar el choque liguero suspendido en el minuto 84 por el árbitro sevillano Sánchez Ríos en campo neutral y sin público. 

O sea que, en realidad, este precedente, el único en el último medio siglo de vida zaragocista, abarcó 6 minutos y el tiempo que el nuevo árbitro de la reanudación (Balsa Ron, del Colegio Oeste) decidió añadir, que no llegó a los 3 minutos más. 

Jordao, solo ante Pereira, falla un gol en la reanudación del partido Valencia-Real Zaragoza a puerta cerrada en el Bernabéu de Madrid, tras haberse suspendido en Mestalla tres días antes.
Jordao, solo ante Pereira, falla un gol en la reanudación del partido Valencia-Real Zaragoza a puerta cerrada en el Bernabéu de Madrid, tras haberse suspendido en Mestalla tres días antes.
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El origen de aquel caso fue la tarde del domingo 15 de mayo de 1977 en el estadio valencianista de Mestalla. Era la penúltima jornada de liga de Primera División, con el Valencia pujando a meterse en la UEFA (en competiciones europeas por lo tanto) a través de la 6ª plaza, cosa que no conseguiría al final, y el Real Zaragoza peleando a muerte por no bajar a Segunda, objetivo que tampoco logró finalmente por culpa de aquel extraño partido Salamanca-Racing de Santander (0-1) de la última jornada, con el gol del salmantino Rezza en propia puerta desde medio campo por encima de su propio portero, Seoane. 

En Valencia, el cuadro levantino ganaba 1-0 al Real Zaragoza con un gol de Kempes, de penalti (cometido por Rubial sobre Cerveró) en el minuto 15 del envite. El duelo, tenso por tanto como había en juego, llegó a la recta final con el Zaragoza de Lucien Muller volcado en el área local. En un centro largo, el extremo zurdo zaragocista Juanjo controló un balón por alto en el segundo palo y el lateral Carrete, en su salto a destiempo, le cayó encima y lo tumbó en el suelo. Sánchez Ríos pitó penalti, en el 84, y se armó la marimorena. 

No se lanzaría jamás ese penalti en Mestalla. Almohadillas a cientos cayeron al césped. Sin cesar durante 10 minutos, con un caos tremendo en el campo. Más de una veintena de aficionados, por diferentes puntos de las tribunas, saltaron al terreno de juego para agredir al juez andaluz. Además de la Policía Armada (era la fase de transición tras la muerte del dictador Franco y la llegada de la Democracia a España), los propios jugadores se encargaron de sujetar a los enardecidos hinchas valencianistas. Obviamente, aquello acabó con todos en los vestuarios, con algarada en las calles valencianas y el partido suspendido. 

Reunida de urgencia la Federación aquella misma noche, se decidió que el miércoles siguiente, día 18, a las 18.00, en el Santiago Bernabéu de Madrid y a puerta cerrada, se reanudase ese partido, cuya primera acción iba a ser el lanzamiento del penalti que tenía a favor el Real Zaragoza. Fueron 72 horas de enorme tensión en la caseta blanquilla. Pepe González, el todoterreno de aquella plantilla de los estertores de los zaraguayos, se ofreció para ser el lanzador de una pena máxima que podía suponer una salvación (que luego no llegó por causas externas de dudosa ejecución entre Salamanca y Racing). 

Aquel 'mini partido' sin público en las gradas del Bernabéu fue televisado en directo por Televisión Española. Así que, a las 6 de la tarde del miércoles 18 de mayo de 1977, todo el zaragocismo se citó ante la pequeña pantalla. Pepe González lanzó el penalti y... se lo paró el portero Pereira. Pero Balsa Ron, con buen criterio, lo mandó repetir porque el guardameta ché se había movido, para alivio de miles y miles de blanquillos teleespectadores y de los propios protagonistas, que estaban bajo el eco y la presión del silencio del Bernabéu. A la segunda intentona, Pepe González engañó a Pereira y subió el 1-1 al marcador

Según el cronista de HERALDO DE ARAGÓN en tan insual evento, Ricardo Gil, se jugaron exactamente "8 minutos, 13 segundos y cuatro quintos, según mi cronómetro". En ellos, además del tanto del empate aragonés, solo hubo una ocasión más de gol, a cargo del zaragocista Jordao, que erró su remate forzado ante Pereira en el área pequeña, un gol que podría haber dado el volteo total del marcador y, con el triunfo, la permanencia al Real Zaragoza.

Los protagonistas de aquel precedente de jugar sin aficionados en las gradas fueron, por parte zaragocista, bajo la batuta del citado Muller, estos once jugadores: Nieves; Heredia, Blanco, Manolo González, Royo; Violeta, García Castany, Pepe González; Rubial, Jordao y Juanjo. Sin cambios durante los dos tramos del partido. 

En frente, el Valencia, dirigido por Manolo Mestre, formó con Pereira; Carrete, Arias, Cerveró, Tirapu; Castellanos, Juan Carlos, Kempes; Saura, Eloy y Valdez. (En la primera fase del enfrentamiento también habían jugado Rep y Teca)

Desde esa singular tarde madrileña, en mayo de 1977, el Real Zaragoza no se ha visto nunca en la tesitura de tener que acometer un partido oficial a puerta cerrada. Nunca más se vio inmerso en anómalas circunstancias que terminasen en una medida excepcional como aquella. Por supuesto, como locales, en La Romareda, nunca pasó algo así. Siempre hubo público en los graderíos

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