Alberto Soro fue la ausencia más destacada en el entrenamiento matinal del Real Zaragoza este viernes en la Ciudad Deportiva. El cincovillés se desplazó a Madrid, con permiso del club para acabar dando forma a lo que, durante varias semanas, en el seno de la entidad zaragocista se ha buscado y pretendido: su fichaje por el Real Madrid. Esta era la fecha en la que todas las partes rubricaron los documentos firmes por lo que el joven futbolista pasar a formar parte de la plantilla merengue, allá en Valdebebas. 

Es un traspaso cantado, con luz y taquígrafos, desde hace largo tiempo. Una necesidad societaria del Real Zaragoza del presente, que necesita liquidez, que requiere de la cobertura financiera que marca la Liga de Fútbol Profesional en sus normativas internas de control económico de los clubes. Se trata, por su formato, de otro 'caso Vallejo', pues el joven y prometedor mediapunta canterano se marcha al transatlántico madridista a cambio de un dinero (en este caso alrededor de 2,5 millones de euros) y, como ocurrió con Vallejo (que dejó en su día unos 6 millones en las arcas aragonesas), jugará el primer año como cedido en el Real Zaragoza. O sea, que se va pero, por, ahora no se va. Contractualmente ya no será miembro de la plantilla zaragocista, pero de facto sí continuará creciendo en las filas blanquillas a las órdenes de Víctor Fernández, que cuenta en este plan con el aval de haber sido recientemente el jefe de la cantera madridista.

Soro es un flotador económico del apurado Real Zaragoza de 2019 en términos dinerarios. Un remedio inevitable. El futbolista, una vez dada la forma legal a sus papeles en Madrid, regresará a Zaragoza de inmediato, aunque la intención madridista fue, en un principio, que jugase en el RM Castilla, su filial, en Segunda B, algo que el jugador no vio conveniente. Soro, con esta operación, va a dar un paso crucial en su aún tierna carrera deportiva.