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Víctor también vio los pecados que edulcora la feliz goleada en Córdoba

El 0-3 con el que el Real Zaragoza derrotó al colista este domingo disimuló yerros dignos de preocupar en el equipo aragonés, de cara a las 6 decisivas jornadas que restan.

Víctor Fernández, con gesto preocupado, sentado en el banquillo de El Arcángel junto a José Luis Loreto, el segundo técnico del Real Zaragoza.
Víctor Fernández, con gesto preocupado, sentado en el banquillo de El Arcángel junto a José Luis Loreto, el segundo técnico del Real Zaragoza.
Álvaro Carmona

Parece, desde algunos prismas de análisis del día a día zaragocista, que resulte incompatible un 0-3 a favor del Real Zaragoza en un partido tan importante como el de Córdoba con el hecho de subrayar determinadas cuestiones alusivas a deficiencias serias y peligrosas en el método de juego del equipo, tanto colectiva como individualmente en muchos de sus jugadores. Los hay, interesados y sugestionados, que consideran que tras un 0-3 favorable no caben más que loas, ponderaciones maravillosas, exageraciones de lupa gorda de cualquier nimiedad y elusión de todo lo que no sea bonito. Se trata de uno de los males que están deteriorando tanto el mundo del fútbol profesional en el siglo XXI en su vinculación con los medios de comunicación. 

Pues bien. En El Arcángel cordobés, el Real Zaragoza obtuvo un excelente marcador, tres puntos vitales para sobrevivir en Segunda y no caerse a Segunda B (cuestión mollar en la que sí deberían fijarse más en vez de silbar mirando al techo), a través de un marcador holgado, que queda ahí para la historia como una goleada a domicilio, pero que llegó al final de un partido de fútbol malo, feo, abollado, con innumerables taras, infumable en muchos momentos y, sobre todo, con una primera parte que, por pésima en actitud y solvencia, encendió las alarmas de cara al futuro inmediato, en el que aún hay que abrochar y sellar la permanencia matemáticamente.

O sea, que sí es compatible ganar 0-3 fuera de casa y jugar como los demonios, con torpeza y malas praxis a todas caras. De hecho, es lo que hizo el Real Zaragoza en Córdoba, como se vio y se contó desde el mismo lugar de los hechos, in situ, en directo, en la tribuna de prensa de El Arcángel.

En estos días de alucinantes posturas en la vida cotidiana del Real Zaragoza, donde no es lo más importante el partido, el fútbol, los jugadores y su labor, la clasificación, el éxito o el batacazo de un plan, sino que la mayor preocupación es el cómo se cuenta todo desde los resortes clásicos de la noticia (los periodistas y la Prensa en general), considerando que lo ideal es la sastrería a medida y que hay que huir del 'prêt a porter', resulta gratificante, a menudo, escuchar las sólidas palabras del entrenador, el veterano Víctor Fernández, en sus -normalmente- acertados análisis de cada lance

Para cuando Víctor acude a la sala de prensa de los estadios, la crónica ya está en la red. Sin retorno. La impresión en vivo -'on line'- ya se ha trasladado, a corazón abierto, al mundo entero. Y para siempre. Lo que se ve, lo que se analiza, lo que se huele a escasos metros de la hierba, lo que se escudriña en el campo desde dos horas antes, lo que se escruta con la visión periférica en un punto del campo mientras el balón está en otro bien alejado, ya lo pueden leer millones de receptores.

Y ése es el valor que adquiere lo que tipos como Víctor Fernández, con miles de kilómetros en su motor futbolístico, refrendan poco después públicamente ante los periodistas. Esta vez, en El Arcángel, Víctor también vio los pecados que edulcora la feliz goleada en Córdoba. El 0-3 con el que el Real Zaragoza derrotó al colista este domingo disimuló yerros dignos de preocupar en el equipo aragonés, de cara a las 6 decisivas jornadas que restan.

"Hubo mucho bloqueo mental en los jugadores. Mucha responsabilidad. Daba la sensación de que estaban excesivamente relajados. Nos costó muchísimo entrar en el partido. El 0-3 puede dar la impresión de que fue un partido cómodo... y fue todo lo contrario. Resultó muy, muy complicado de jugar", comenzó citando Víctor Fernández. Libre como el viento. A su aire. 

"Había un atenazamiento, una falta de tensión competitiva. Daba la sensación de que el equipo estaba muy parado, muy parado en el campo. Muy relajado. Cuando el partido reclamaba todo lo contrario. Todo lo contrario de lo que ofrecimos en el primer tiempo", criticó el propio entrenador con suma dureza sobre sus propios pupilos. Palabra de Víctor Fernández, al que habrá que nombrar socio de honor de las asociaciones de periodistas aragonesas por facilitar tanto las cosas en tiempos de tantos ruidos, intersecciones y marcajes al hombre en el sagrado trabajo de contar cosas, las que pasan.

Parece que también es fastidioso incidir en que el Córdoba es un equipo de verbena, desahuciado, muerto, cadavérico, sin sangre. Y que, el Real Zaragoza, aplastó con su 0-3 a un adversario hundido que colaboró decisivamente en la consecución de, al menos, dos de esos goles. Lo que viene a ser un 'regalo' en el argot del balompié. Pues bien, si sucedió así, así habrá que contarlo. Que es lo que hizo Víctor Fernández:

"En el segundo tiempo, tras el 0-1, el Córdoba entró en el despropósito. Para ellos era un palo después de lo que habían hecho en el primer tiempo, donde nos lo pusieron cuesta arriba. Ellos se han equivocado más, han llegado más deméritos del Córdoba, que juega bien, pero le meten muchos goles porque tiene un muy mal balance defensivo", reconoció el del barrio Oliver, certeramente y sin avergonzarse por nada. 

La cosa tiene su miga. Hay que poner burladeros a los malos toreros. Llenar de subalternos el ruedo para que el burel no coja a los maestros. Y por eso, emitir sensaciones de temor por que el Real Zaragoza tenga que afrontar partidos de tanta responsabilidad y trascendencia en el futuro del equipo y la entidad con un grupo de chavales donde predomina la inexperiencia y la falta de currículum en el profesionalismo, frente a equipos que aportan a los combates de cada fin de semana piezas bregadas, con cien cicatrices y batallas a pecho descubierto, parece que quiera señalar al paritorio de la plantilla. Pues bien, mucho de cierto hay. Así es. Y Víctor Fernández tampoco lo regatea.

"El Real Zaragoza es un equipo de niños. Hay que reconocer que este equipo es muy joven. Por eso, en estas situaciones, a nosotros nos resulta más difícil jugar que a otros equipos", remarcó con énfasis el preparador aragonés. Librepensadoramente. 

Al final, mal que pese en nichos copartícipes de modos de ver las cosas como si fueran de plastilina, como dijo en su día el mítico Vujadin Boskov, "fútbol es fútbol". Y, entre los que lo cuentan, viejos de la profesión, ortodoxos del oficio, duros de convencer de que el agua no moja (que no se lo creen, vamos), las cosas son fáciles de transmitir: basta contar lo que pasa. Notarios de la actualidad. Que lo que ven unos ojos no lo puede interpretar nadie más que su dueño. Ya sea bello, atractivo, normalito, llamativo, repelente o, simplemente, un truño. Eso, desde el puesto de entrenador, lo está haciendo sin estridencias pero con enorme grado de acierto un tal Víctor Fernández. Redactor a la antigua usanza. Qué grande.

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