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La última visita de Víctor al Cádiz con el Real Zaragoza: el Carranza de 2007

El entrenador aragonés dirigió a los blanquillos en agosto de hace 12 años en el histórico trofeo veraniego. Ganó a los locales por penaltis (tras un 2-2) y perdió la final con el Betis.

Víctor Fernández, junto a su segundo en 2007, José Luis Arjol (hoy director de metodología del club), en los días de aquel agosto de hace 12 años cuando visitó Cádiz por última vez como técnico blanquillo.
Víctor Fernández, junto a su segundo en 2007, José Luis Arjol (hoy director de metodología del club), en los días de aquel agosto de hace 12 años cuando visitó Cádiz por última vez como técnico blanquillo.
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Este próximo fin de semana, Víctor Fernández volverá a Cádiz al frente del Real Zaragoza 12 años de la última vez que vivió semejante experiencia. Fue en el puente de la Virgen de Agosto del verano de 2007, el segundo tramo de pretemporada que encabezaba Víctor en el incipiente megaloproyecto del agapitismo, tras haberse estrenado la temporada anterior metiendo al equipo en Europa tras acabar 6º en la tabla. El precedente no fue oficial. Se trató de un torneo de verano, el prestigioso (cada vez más devaluado, como todos los eventos estivales) Trofeo Carranza.

Ahí, el Real Zaragoza, uno de los gallos de Primera División por última vez en su historia (a partir de ahí, con el descenso inminente que aguardaba, todo se destrozó progresivamente), jugó contra el Cádiz la primera semifinal, siendo los gaditanos equipo de Segunda por entonces, como ahora. Ese es el último partido que Fernández ha dirigido al Real Zaragoza en la banda del estadio Carranza hasta que, este lunes próximo, repita en la recta final de la liga 2018-19 en la categoría de plata. 

Aquella noche estival, de calor y viento ardiente, el Cádiz estuvo a punto de dar la sorpresa y eliminar a los zaragocistas. El partido acabó 2-2 y los de Víctor pasaron a la final por penaltis. El cuadro amarillo llegó a ir ganando 2-0, con dos goles del peleón Dani (aquel ariete pelado que siempre anotaba al Zaragoza, desde sus tiempos del Betis). Pero D'Alessandro, en un córner directo, y Sergio García, en la recta final, igualaron el duelo y la cosa se dilucidó desde los once metros.

Fue un día de serio aviso de lo que venía a corto plazo. El Zaragoza, por primera vez en toda la pretemporada (después de la tardanza en ejecutar traspasos, mucho más en incorporar fichajes) intentó ensamblar su equipo de estrellas. Y olió a prisas, a falta de tiempo desde el mismo inicio del partido. Víctor se asustó y declararía en sala de prensa aquel "no sé si llegaremos bien y a tiempo al partido ante el Murcia", con el que se inauguraba la Liga una semana más tarde en la Nueva Condomina.

Era el Real Zaragoza de César Sánchez; Diogo, Ayala, Sergio Fernández, Juanfran; Zapater, D'Alessandro, Matuzalem, Aimar; Oliveira y Diego Milito. También jugaron al final (los cambios los empezó a ejecutar Víctor en el minuto 60) Gabi, Sergio García, Óscar González, Pavón, Valero, Generelo y el portero Miguel Martínez. 

El Cádiz, en aquellos tiempos un equipo sumido en una crisis de identidad que concluiría al final de aquel curso con un traumático descenso a Segunda B (en donde permaneció después más de un lustro), tenía como jugadores destacados al citado Dani en punta, al goleador Gastón Casas (argentino, ex del Betis), al media punta Lucas Lobos, al extremo Enrique o al todoterreno Bezares. Y poco más. Su entrenador, el exportero del Real Madrid Mariano García Remón, iniciaba una de sus últimas experiencias en los banquillos del ámbito profesional.

Zapater, ya con el brazalete de capitán con tan solo 21 años, en el Trofeo Carranza de 2007 en el duelo de semifinal contra el Cádiz. Es la última vez que Víctor Fernández estuvo en el estadio gaditano al frente del Real Zaragoza (con Zapater de testigo).
Zapater, ya con el brazalete de capitán con tan solo 21 años, en el Trofeo Carranza de 2007 en el duelo de semifinal contra el Cádiz. Es la última vez que Víctor Fernández estuvo en el estadio gaditano al frente del Real Zaragoza (con Zapater de testigo).
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Dos días más tarde, el Zaragoza perdería la final contra el Betis, tras empatar asimismo, esta vez 1-1 (goles de Nano para los sevillanos y de Sergio García, en el minuto 88, para los aragoneses). Los organizadores vivieron esta final como un chasco, lo mismo que Víctor Fernández y el Real Zaragoza en su globalidad: los béticos habían dado la sorpresa eliminando al Real Madrid en la otra semifinal, tras ganarle 1-0 con un gol de falta directa de Caffa (argentino que breve tiempo más tarde sería zaragocista) en el minuto 90. Y, de este modo, la presumible final Real Zaragoza-Real Madrid se fue por el sumidero, restándole atractivo y motivación al último día del torneo.

Fueron unos días de subida de tensión en el seno zaragocista, en una miniconcentración de tres días en el Hotel Montecastillo de Jerez de la Frontera, sede en aquel tiempo de la selección española con cierto hábito. Víctor Fernández no estaba a buenas con Agapito Iglesias y compañía, con la cúpula del club. La segunda campaña había empezado con rozamientos y, en cuanto la Liga arrancó (con derrota 2-1 en Murcia, un recién ascendido), el campo de minas empezó a sentir explosiones en el día a día hasta que Fernández acabó destituido al final de una tortuosa primera vuelta. 

Para quienes vivimos aquellos días de cerca, el recuerdo de Cádiz, de Jerez, del Carranza, es el del inicio de chispazos, entonces extraños y sorprendentes, que terminarían por subir a flote en un equipo y un vestuario lleno de egos, de intereses cruzados y con una dirección en la cúpula que interfería en demasía y perniciosamente en las relaciones de los futbolistas y sus respectivos entornos

Ahora, 12 años más tarde, Víctor Fernández volverá a rememorar aquel verano de 2007 en esta primavera de 2019, pisando la hierba del estadio Carranza como responsable del Real Zaragoza, como entonces. Las circunstancias son diametralmente opuestas. Este equipo de hoy en día es uno más de la Segunda División, en donde habita desde hace ya 6 años (va para 7) y en nada se parece a aquel Zaragoza de dineros fáciles, exagerados, de figuras por doquier, de anhelos napoleónicos en los que Víctor fue elegido como mascarón de proa bonito por su pasado brillante en la era de la Recopa de París. 

Esta vez, Víctor no dirigirá a Aimares, Matuzalenes, Militos, Ayalas, Oliveiras y compañía (solo Zapater, entonces un crío, queda en el actual grupo humano). La tarea vigente es con un equipo de plata, bronce y latón, sin brillos dorados por ningún sitio. Y la visita a la Tacita de Plata no será un trofeo veraniego sin más trascendencia que las sensaciones. Lo que habrá en juego serán 3 puntos importantes para salvar el pellejo y no sufrir por la permanencia en la zona del descenso a Segunda B.

En 2007, el Real Zaragoza era el grande y el Cádiz el modesto. Ahora, una docena de temporadas más tarde, en el vagón de 2ª clase, los gaditanos son los mejores y los zaragocistas lo menos afortunados por su rendimiento y solvencia. Así ha evolucionado la vida. Víctor Fernández, como nexo de unión de una fecha y otra, sabrá apreciarlo. A él pocas cosas le pueden contar que no sepa de aquellos y estos tiempos.

Cádiz sigue en el mismo sitio. El Cádiz CF, retornó hace tres años al mismo sitio. El estadio Carranza, sensiblemente mejorado, sigue también en el mismo sitio. El que anda perdido, fuera de su órbita natural, es el Real Zaragoza. Y, con él, en este 2019, un Víctor Fernández que está logrando, con sufrimiento pero paso firme, la tarea que vino a cumplir en diciembre cuando el actual equipo blanquillo andaba cianótico en la cola de la tabla.

Fernández estará el lunes en el coliseo gaditano al frente de un Zaragoza muy alejado en carrocería y puesta en escena del que tenía en 2007, en el precedente último de este episodio. Lo único que une una fecha y otra es que, de aquellos barros, con total seguridad, han venido estos lodos.

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