El efecto inmediato del 'Pipo'

El técnico vallisoletano, carismático centrocampista internacional, ha modificado el rumbo de un equipo a la deriva y lo ha convertido en un referente de la categoría.

Rubén Baraja instruye a sus jugadores en la banda de El Molinón.
Rubén Baraja instruye a sus jugadores en la banda de El Molinón.
Sporting de Gijón

El 8 de diciembre, el Sporting de Gijón encadenaba una serie de cinco derrotas, dos empates y una victoria en sus últimas ocho jornadas. El ambiente era tenso, enrarecido, al borde del colapso deportivo e institucional. El consejo de administración del club asturiano decidió entonces prescindir de la figura de Paco Herrera, con el que apenas habían sumado seis triunfos en 18 jornadas, un bagaje ciertamente escaso para un recién descendido con vitola de aspirante al retorno a Primera. Pese a todo, aquel Sporting que hoy es segundo, sumaba dos puntos más que el Real Zaragoza, que perdía 0-2 con el Cádiz en La Romareda aquel fin de semana de invierno, prácticamente hace una vuelta completa.

Mientras el conjunto aragonés apostaba por la continuidad del proyecto, con Natxo González a la cabeza (que después superaría momentos, incluso, más delicados), el Sporting de Gijón tomaba la determinación de cambiar el rumbo de la temporada con un relevo en el banquillo. Miguel Torrecilla, director deportivo, firmó entonces a Rubén Baraja, exfutbolista de dilatada trayectoria en el Valladolid, el Atlético de Madrid y, sobre todo, en el mejor Valencia de la historia.

Carismático centrocampista de largo recorrido, inteligencia táctica y buen golpeo de balón -internacional en 43 ocasiones-, su paso por los banquillos presentaba experiencias cortas en el Elche y en el Rayo Vallecano. ‘El Pipo’, doble campeón de Liga, ganador de la Copa del Rey y de la UEFA con el Valencia, integra esa nueva camada de técnicos nacionales que se abren hueco en los últimos años en los banquillos del fútbol profesional.

Con un discurso ordenado, alejado de las estridencias, Baraja ha cambiado de arriba a abajo al Sporting de Gijón, convirtiéndolo en uno de los equipos más fiables de la categoría. Candidato, por derecho propio, al ascenso directo a Primera División. Los números -que nunca lo son todo- ayudan a expresar la metamorfosis que ha sufrido el bloque asturiano: hasta su llegada sumaban 1,3 puntos por encuentro y ahora alcanzan los 2,3. Un punto completo más por semana. No pierden desde el 4 de febrero (en el derbi ante el Oviedo) y han ganado 14 de los 19 encuentros que han disputado. Son el mejor equipo de la segunda vuelta, el segundo que más goles marca y, sobre todo, el que menos encaja. Apenas ha recibido ocho tantos en 16 jornadas.

Y todo ello en una transición inmediata, sin prácticamente periodos de adaptación o peajes intermedios. En su debut ganaron 3-0 al Tenerife y desde entonces la maquinaria del ‘Pipo’ se ha engrasado de un modo natural hasta cotas que ni imaginaban dentro del propio club. "Simplemente jugar el ‘play off’ con el apoyo de los aficionados sería algo que hace dos meses hubiera visto todo el mundo como algo muy positivo", recordaba este viernes el propio Rubén Baraja al ser cuestionado por las cuentas del ascenso directo en la sala de prensa.

Su principal valor desde su llegada ha sido la capacidad para elevar el rendimiento individual de la mayoría de los futbolistas del vestuario, que venían jugando muy por debajo de su potencial real. Ha modificado las coordenadas y los modos de un equipo que no terminaba de cuajar y lo ha convertido en una referencia absoluta de la categoría. Así, jugadores como Mariño, Carmona, Rubén García o Michael Santos han dado un salto adelante en esta segunda parte del campeonato de la mano del preparador vallisoletano. "Hay jugadores importantes, pero lo que importa es el equipo. Hemos llegado hasta aquí por la fortaleza del colectivo", subrayaba el propio entrenador antes de desplazarse a la capital aragonesa.

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