Tarragona. Nou Estadi. Minuto 40 del partido Nástic-Real Zaragoza. Eguaras saca un córner al corazón del área y, tomando impulso desde atrás, se eleva Simone Grippo un metro por encima del suelo, sacando más que la cabeza a compañeros y adversarios que estaban esperando el centro, para marcar perfectamente los tiempos del remate de cabeza y colocar el balón dentro de la red catalana, tras golpear el balón la parte interior del palo y no llegar a tiempo de sacarlo el portero local Dimitrievski. Un golazo que, por su diseño plástico a la hora de acometer la pelota en todo lo alto, recordó al, seguramente, mejor cabeceador del fútbol español en el fútbol moderno: Carlos Santillana. Eso sí, éste era delantero centro. Grippo es defensa central. Una diferencia que agranda todavía más el mérito del zaragocista, por no ser la consecución de goles su principal misión en el campo.

No es el primero con esta matriz secuencial que marca Grippo. Ya anotó de cabeza en otro córner -sacado en corto y con mini jugada previa- su primer tanto como zaragocista en la victoria por 3-2 frente al Rayo Vallecano. Fue menos impactante el desarrollo de la acción que la de Tarragona, pero igual de efectiva y con la misma mecánica de salto, abordamiento del balón arriba y giro de cuello para dar potencia al remate.

Grippo, en los dos últimos meses de competición (también anotó un tercer gol en Granada, esa vez con el pie, en una falta al segundo palo de Eguaras, curiosamente su triple asistente), está pasando a limpio los apuntes que ya dejó ver en verano, nada más llegar a Zaragoza, en los primeros amistosos de pretemporada. Muchas veces, el fútbol se percibe y se destila a distancia, por indicios, por detalles, por la traslación de planos respecto de las hechuras de un jugador o un equipo en otros lugares a su nueva ubicación.

Y lo que hizo Grippo en los dos partidos iniciales de preparación en julio, en Logroño y Miranda de Ebro, tras haberlo visto desenvolverse en los entrenamientos de Boltaña en el juego aéreo ofensivo, fue harto llamativo. En este mismo espacio de HERALDO se abordó el asunto con el reportaje "Los muelles de Grippo", en la que, con dos fotografías cristalinas que definen por sí solas la virtud en el salto del suizo, se explicaba cómo el central del Real Zaragoza había expuesto en Las Gaunas y Anduva sus dotes atacantes a balón parado, gracias a su enorme potencia de salto y su buen golpeo de cabeza (la portada de aquel 31 de julio acompaña esta información). Curiosamente, ninguna de esas dos acciones acabó en gol. En Logroño, salió fuera por centímetros. En Miranda, dio en el palo, recorrió toda la línea de gol de poste a poste, y no entró. Los goles quedaron en espera para la competición oficial.

Releerla casi 7 meses después confirma una de las expectativas positivas que traía por entonces el remozado vestuario zaragocista. Grippo, en sus dispares equipos anteriores de las ligas suiza e italiana, porta en sus credenciales unas cifras goleadoras por temporada que van de uno a cuatro goles en un mismo curso. En el Real Zaragoza ya va por el tercero. Una cantidad interesante para un central que, con lo que queda por delante, el helvético sugiere que aumentará.

En los tiempos que corren en el fútbol, tener en el campo una pieza como Grippo capaz de abrir la lata en cualquier balón parado a través de un testarazo vale un potosí. Si, además, su rendimiento principal como defensor cumple con los mínimos e, incluso, crece día a día, es evidente que en la recta final del torneo Natxo González puede tener ante sí un elemento de primer rango dentro de su plantilla.