Victoria para pellizcarse del Zaragoza ante un Rayo Vallecano negado con el gol

Los de Natxo superaron 3-2 a los vallecanos, que fueron mejores con el balón y fallaron infinidad de tantos ante Cristian Álvarez. Grippo, Febas y Pombo firmaron los tantos que evitan una crisis seria.

Partido entre el Real Zaragoza y el Rayo Vallecano
Partido entre el Real Zaragoza y el Rayo Vallecano
Toni Galán

No es demasiado alejado de la realidad calificar de milagroso el triunfo del Real Zaragoza ante el Rayo Vallecano en la 14ª jornada de liga. Primero, porque los madrileños fallaron infinidad de goles ante la portería aragonesa fruto de su superioridad con el balón en los pies. Y, segundo, porque tras perder el cuadro zaragocista su ventaja de 2-0 en el marcador con el discurrir de la segunda mitad, a lo que menos tendía el duelo era a que fuesen los blanquillos los que decantaran el partido hacia su lado con el 3-2 definitivo. Son los caprichos del mundo del balompié: otros días, el Zaragoza ha merecido ganar y los puntos se le han escapado entre las manos inexplicablemente. Esta vez, por esas mismas razones insondables, ajenas a la lógica, a los de Natxo González les llovieron del cielo 3 puntos que son de oro en unos momentos de máxima zozobra.

Increíble marcador el que se dio en la primera parte. ¿Es posible que un equipo que genera 10 ocasiones de gol, de ellas la mitad cristalinas, acabe marchándose al descanso perdiendo 2-0? En La Romareda se demostró que sí es posible. Se elevó a la máxima potencia el adagio futbolístico que reza que “quién perdona, lo paga caro”. Por fortuna para el Real Zaragoza, en un día de máxima tensión y responsabilidad para los blanquillos por sentirse el aroma de crisis desde el lunes pasado en Huesca, eso le pasó al Rayo Vallecano en La Romareda este sábado. Los madrileños indultaron una vez tras otra al equipo aragonés y, como pudieron sentir en sus carnes con el transcurrir de los minutos de la sorprendente primera mitad, fueron penalizados de forma brutal por el devenir del fútbol.

Los dos goles zaragocistas, obrados por Grippo, de cabeza en el minuto 25, y Febas, en el 41, fueron dos respuestas llenas de eficacia al dominio generalizado de los rayistas, que percutieron constantemente el área local con multitud de llegadas ante Cristian Álvarez, muchas de ellas con sensación de gol, que sin embargo no supieron culminar ni una sola vez. Esta vez, el mantra ya famoso de las sensaciones sin solvencia cupo adjudicárselo a los madrileños, para alivio del Real Zaragoza en una jornada tan importante.

Para cuando Grippo adelantó a los de Natxo González, en una segunda jugada tras un córner, el Rayo ya había amagado varias veces ante el marco de Álvarez. La más clara ocasión la tuvo De Tomás, mano a mano en el minuto 11, acción que salvó en su salida el guardameta argentino. Antes, en el 9, Embarba aprovechó un error de Ángel Martínez para meterse solo en el área, pero optó por disparar en vez de dar un pase claro al centro y la pelota se le marchó muy alta. Y Unai López, en el 10, tras el pase de la muerte de Trejo, empalmó también por encima del larguero con todo a placer. A los franjirrojos ya se les empezaban a presentar todos los fantasmas en ese tramo inicial donde el Zaragoza era un ente alborotado en todas las líneas, sin control ni brújula. Se destilaban nervios a todas caras.

Las réplicas aragonesas eran pocas e inconexas. Una falta directa en el minuto 8 que Zapater lanzó con su clásica rosca pero que, esta vez, la paró bien el arquero visitante, Alberto. O un chut franco de Raúl Guti en el 14 que se le marchó a la izquierda del palo de ese lado por no golpear bien el balón. No había buena mezcla entre la medular, donde el citado Guti fue volcado por Natxo novedosamente a la derecha, ubicando a Toquero por el centro, como apoyo directo de un desdibujado Borja Iglesias, y la línea de puntas. Cuando Grippo hizo el 1-0 sonó a sorpresa. No estaba el partido para eso. Pero el fútbol tiene estas cosas. Y había que celebrar que, por una vez, fuese el Real Zaragoza el beneficiado de un guión escrito para otro desenlace inverso.

Tras el 1-0, el Rayo siguió atacando igual. Constantemente, llegando a la zona defensiva local con peligro en cada balón. De Tomás iba a empujar el empate a bocajarro en el 28, tras un centro de Embarba, cuando Delmás se le adelantó in extremis y evitó el mal. En el 32, el propio Embarba se aprovechó de una indecisión de Delmás para rematar con todo a favor en el punto de penalti, pero el chut se le marchó nuevamente fuera. Y, la más clara en esa última fase del primer periodo, en el minuto 39, tuvo de nuevo a Embarba como actor principal. Su remate tras un córner lo sacó en la raya de gol Toquero, salvando así un tanto que ya se cantaba por todo el mundo.

Entremedias, apenas Borja Iglesias, en una contra con Febas, puso a prueba a Alberto con un disparo que rechazó el cancerbero vallecano con apuros. Cuando el primer tiempo ya agonizaba y los zaragocistas pedían la hora para irse al refrigerio en ventaja, llegó la propina de la fortuna. El 2-0 de Febas en una buena jugada ligada con Ángel Martínez, que intermedió Borja Iglesias con una buena pared y remató el joven de Almacellas con un disparo raso al que no llegó Alberto. Fue el puyazo sangrante que recibió el Rayo a falta de 4 minutos para el intermedio. Un castigo tremendo para un equipo que había tenido en bandeja infinidad de oportunidades de gol y que no fue capaz de materializar ni una sola por su propia ineficacia.

A Natxo, su enésima revolución en el once inicial, esta vez plasmada en la ausencia llamativa de Mikel González en el eje de la zaga (jugaron los centrales del dubitativo inicio de liga, Verdasca y Grippo) y en el regreso a la titularidad de Eguaras, Febas y Ángel Martínez (con Oyarzun sin citar, en la grada), le salió bien por mor del factor aleatorio de la fortuna, siempre presente en un partido de fútbol. La segunda parte se presentaba llena de interés por saber si el Rayo iba a ser capaz de reponerse de su mal fario y, sobre todo, por ver cómo administraba el Real Zaragoza su ventaja de dos goles, algo inusual en lo que va de liga.

De entrada, Natxo fue previsor. Dejó en la ducha a Verdasca, que había visto tarjeta amarilla y no tenía una tarde especialmente agraciada en balones comprometidos, y echó mano de su titular damnificado, Mikel González. Así anulaba el riesgo de jugar con uno menos si el portugués volvía a pasarse de frenada. Y, en términos tácticos, como era previsible, el Rayo prosiguió con su dominio del timón, ahora obligado por las circunstancias, y el Real Zaragoza comenzó el nuevo acto a verlas venir. Y pasó lo que no debía suceder desde el prisma blanquillo: los vallecanos acortaron distancias enseguida, en el 53, en un cabezazo a quemarropa de De Tomás en un centro largo fatalmente defendido por toda la zaga. Las complicaciones surgieron con demasiada antelación. No supo el Zaragoza manejar el tesoro del 2-0 más allá de 8 minutos. Cosas de la personalidad de este equipo sin cuajo suficiente.

Los muchachos de Natxo no pasaban de medio campo. Película repetida, como aquellos días ante Osasuna o Nástic. Natxo metió a Pombo en vez de Eguaras. Buscaba un revulsivo. Pero el Rayo no dejó de encerrar el área propia a los blanquillos. Comesaña protestó un posible penalti de Grippo. De Tomás y Aguirre, en sendos remates en el área pequeña, marraron el empate que ya se celebraba entre los madrileños en el 61. El mismo De Tomás rozó la escuadra un minuto más tarde. Aguantar así hasta el final sonaba a quimera para el cuadro aragonés, que evidentemente no había mejorado sus prestaciones futbolísticas tras el descanso ni aun con su gran ventaja en el tanteador. Su ceguera a la hora de combinar y jugar algo la pelota fue total. Absoluta. Algo agónico por momentos.

Hacía rato que se olía la tostada y, por supuesto, el 2-2 llegó. Fue en el minuto 73. Una penetración de Comesaña acabó con un chut raso de Trejo que entró pegado al palo izquierdo, raso. El partido entraba en el cuarto de hora decisivo con el Rayo lanzado y el Real Zaragoza tocado de ala. Visto lo visto sobre el césped, la cosa tendía a la tragedia. Pero esta tarde de noviembre en La Romareda los hados estaban de parte blanquilla. Sin duda. Y por eso se entiende que, cinco minutos después del mazazo del empate, Pombo firmara el inesperado 3-2 tras una excelente jugada en el área de Borja Iglesias, que asistió en el letal pase de la muerte al canterano para que empujase adentro un tanto balsámico que nadie esperaba en semejante trama de partido.

El Rayo debió volver a empezar su remontada en una tarde obtusa. Míchel metió en danza al tanque Manucho y se volcó en una ofensiva total. ¿Sabrían los de Natxo defender un triunfo tan valioso en tan solo 10 minutos? Esa era la gran duda, fundada en las malas experiencias de otros días previos. La respuesta fue sí. Afirmativa, para felicidad del paciente público y del sufrido equipo, que se abrazó en el centro del campo como una piña al final del duelo como si de un título en una final se tratara. Tal era la envergadura del reto. Tal era el valor de este compromiso que hubiera desembocado en crisis indefectiblemente de no haber mediado este triunfo que, visto el desarrollo del partido, es para pellizcarse con regocijo por cómo lo obtuvo el alborotado e impreciso Real Zaragoza de Natxo González, que no termina con dar con la fórmula de la seguridad y la regularidad en el fútbol a practicar.

El cuadro zaragocista, que había iniciado el envite en el puesto 17º tras los resultados previos de la jornada, a tan solo 2 puntos de las arenas movedizas del descenso a Segunda B, da un salto firme hacia la zona media nuevamente, a la espera del resto de los enfrentamientos del fin de semana. Llueve menos. Es un flotador esta victoria del tamaño de un buque. Enorme. Una estación de sosiego que invita a la reflexión general, esta vez desde la obtención de 3 puntos vitales para eludir la histeria. Porque, es evidente, jugando así de deslavazado el Real Zaragoza no puede aspirar a ganar demasiados partidos más por la vía embocada ante el Rayo Vallecano. Los madrileños fueron este sábado como los toreros finos con el capote, vistosos con la muleta, pero nefastos con el estoque de matar. Todos los jugadores rayistas portaron la espada de madera en La Romareda. Gracias a Dios, desde el punto de vista zaragocista. Solo así se concibe el hecho de poder gritar de alegría este segundo triunfo en casa de la temporada.

Ficha Técnica

Real Zaragoza: Cristian Álvarez; Delmás, Grippo, Verdasca (Mikel González, 46), Ángel Martínez; Zapater, Eguaras (Pombo, 60); Toquero, Raúl Guti (Javi Ros, 91), Febas; y Borja Iglesias.

Rayo Vallecano: Alberto; Baiano, Velázquez, Abdoulaye Ba, Alex Moreno; Fran Beltrán (Manucho, 79), Santi Comesaña, Unai López (Aguirre, 51); Embarba, Trejo; y De Tomás (Chori Domínguez, 75).

Árbitro: Areces Franco (Comité Asturiano). Amonestó a Verdasca (38), Abdoulaye Ba (48), De Tomás (59), Santi Comesaña (87) y Aguirre (90).

Goles: 1-0, min. 25: Grippo. 2-0, min. 41: Febas. 2-1, min. 53: De Tomás. 2-2, min. 73: Trejo. 3-2, min. 78; Pombo.

Incidencias: Tarde fría en Zaragoza, con solo 14 grados y un fuerte y molesto viento. El césped presentó un aspecto irregular. En las tribunas, alrededor de 18.000 espectadores.

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