La noche de las buenas noticias

El Real Zaragoza cuajó ayer el partido que tantos días soñó sin encontrarlo. Atinó en las dos áreas en los momentos precisos, recuperó individualidades y confirmó mejorías.

Los futbolistas del Real Zaragoza celebran la victoria ante el Lugo al terminar el partido.
Los futbolistas del Real Zaragoza celebran la victoria ante el Lugo al terminar el partido.
Guillermo Mestre

Andaba el Real Zaragoza ansioso por cuajar un partido como el de anoche desde hace varios meses. Desde aquel 3-0 de octubre, por el Pilar ante el Numancia, por ser más exactos en la apreciación. Un día en el que todo lo importante saliera bien. En el que lo crucial de un partido de fútbol, que suelen ser diversas cuestiones de índole técnica y táctica, tuvieran el punto necesario de acierto como para cantar victoria con solvencia, con dulce paladar y con el orgullo de marcharse a casa con los objetivos cumplidos.

Natxo González y sus muchachos lo lograron ante un buen Lugo, un equipo que venía en la cresta de la clasificación, metido en puestos de promoción de ascenso (6º antes de iniciarse la jornada) y con opciones de terminar el día en los puntos del 3º. No era, por lo tanto, encomienda sencilla. Y los gallegos, con su fútbol intencionado que, eso sí, jugaron únicamente a rachas, bien que lo demostraron.

Una victoria, por lo tanto, de prestigio. De las que hacen hinchar el pecho y aumentar exponencialmente la autoestima de un grupo demasiado fuera de sintonía en muchos tramos de lo que va de torneo, que es más de la mitad. Por fin, tras cuatro meses buscando algo así, el Real Zaragoza ofreció a su parroquia y se brindó a sí mismo una noche repleta de buenas noticias.

El 2-0 final ante este bien armado Lugo es muestra de que los blanquillos hicieron bien las cosas en las dos áreas. O sea, lo que tantos y tantos días se echó en falta, se censuró y, ellos mismos, debieron reconocer como máculas de su puesta en escena. Anoche, el Zaragoza fue un equipo firme en los instantes más delicados en ante su portería y, a la hora de rematar al portero adversario, tuvo el pulso firme cuando el choque más lo requería. Todo perfecto.

Atrás, se confirmó que Cristian Álvarez, el portero, es de los que dan puntos al equipo. El argentino viene in crescendo y ayer dio una lección de lo que debe suponer un guardameta cuando los partidos son de honda importancia y los detalles mínimos acaban decidiéndolos hacia un lado o el otro. El rosarino frenó en seco a su tocayo Christian Herrera en la primera parte, a Pita y Fede Vico nada más volver del descanso, cuando el 1-1, como poco, merodeó por el ambiente ante el esperado ‘arreón’ del Lugo en pos de la remontada. Genial Álvarez. Decisivo lo suyo.

Y arriba, la lluviosa noche invernal trajo el primer gol de Borja Iglesias en jugada combinada en el estadio de La Romareda, casi seis meses después de arrancar el curso. Ya era hora. Qué bien le viene este detalle al ‘9’ compostelano. Se quedó solo ante Juan Carlos y, por fin, logró resolver una ocasión nítida. Adiós a este peso, a esta plomada mental que lo ha venido lastrando desde agosto ante su público (lo de los penaltis es otra cosa, más venial pese a su singular mal fario, porque ninguno de sus tres fallos consecutivos ha sido dañino).

Y la decisión de Natxo de sacar del baúl del desván a Oliver Buff, el descarrilado mediapunta suizo que pisó el campo después de casi tres meses de olvido, también tuvo un final feliz. El helvético aprovechó la oportunidad como los novilleros emergentes que han pasado un bache sin encontrar carteles ni en plazas de tercera. Dos pases de pecho, un par de verónicas y una excelente estocada, en falta directa lanzada con maestría, de rosca y caída seca (la folha brasileña), devolvieron a la vida a este eslabón perdido en el plan de Lalo Arantegui del pasado verano. Otra buena nueva a celebrar.

En lo colectivo, nadie chirrío. Como el día del Córdoba, en la anterior comparecencia en La Romareda, el equipo fue un bloque homogéneo la mayor parte del tiempo. Con las lagunas puntuales de algunos, fruto de su identidad del momento actual, en un equipo que, no hay que engañarse, por algo arrancaba la jornada eventualmente –por aquello de empezar los últimos y saberse todos los marcadores– en el puesto 16º. Si ese es el punto de partida es, sencillamente, porque lo que luego sucedió ante el Lugo no ha sido moneda común desde agosto.

Se goleó cuando era el momento. Se salvaron los muebles a su debido tiempo. Se contemporizó lo justo y con cierta destreza. Se reaccionó cuando el rival apretaba. Hubo decenas de pinceladas que evidenciaron una mejoría certera, con el correcaminos Guti, el currante Ros, el incansable Benito, el descarado Lasure, el insistente Eguaras, los efervescentes Febas y Pombo... Ahora, es cuestión de dar continuidad a esta dinámica. Otro reto nuevo.

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