Lanzarote y su estudiado chut flotante

Su gol de vaselina en Pamplona no es algo casual. El catalán ha logrado más tantos con ese golpeo sutil, que va impreso en su cerebro

Pasa la semana y nadie se cansa de ver, repetir y revisar mil veces el gol de Manu Lanzarote el pasado domingo en El Sadar. Una obra de arte, una vaselina suave, lenta, milimétrica, que supera al portero Nauzet irremisiblemente para caer a peso muerto cerca de la escuadra del segundo palo.


El valor añadido que tiene ese magnífico tanto del nuevo interior zurdo del Real Zaragoza es que no es algo casual. No fue una ocurrencia pasajera, no se trata de una acción súbita que surgió así por azar o acierto puntual. Lanzarote, a sus 32 años, porta en su currículum anotador varios goles con esa tipología de golpeo del balón. El más similar al de Pamplona, uno que le marcó al Girona en la Nova Creu Alta en su segundo año como jugador del Sabadell.


Ese día, en el que los arlequinados que entrenaba Lluís Carreras vencieron 4-1 a los gerundenses, Lanzarote controló la pelota en el pico del área grande, un poco más atrás de lo que lo hizo el otro día en el campo del Osasuna cuando le llegó el centro de Culio. Vio al portero del Girona -Dani Mallo- algo adelantado, y le colocó el balón de igual manera que hizo en el último partido en tierras navarras con la camiseta del Zaragoza. Flotante, a cámara lenta, teledirigido al lugar imposible, deseperadamente imparable para el guardameta.


Es un golpeo asumido por el cerebro de Lanzarote. Lo lleva impreso en los circuitos nerviosos del pensamiento. Lo hace por naturaleza propia, del mimso modo que otros jugadores de la historia del fútbol han clonado infinidad de veces gestos o movimientos gemelos con el balón que los han caracterizado de forma singular. Seguro que Lanzarote dejará dentro de un tiempo otra perla parecida a la de Pamplona. Observar las imágenes de su trayectoria y de sus goles pretéritos así lo aseguran.

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