Y después de todo, hoy comienza el Mundial de Catar

El balón empieza a rodar en la cita del fútbol más singular, en invierno y en un país árabe con los derechos muy limitados, mientras crecen las llamadas al boicot.

Fuegos artificiales en Doha horas antes del comienzo del Mundial de Fútbol 2022.
Fuegos artificiales en Doha horas antes del comienzo del Mundial de Fútbol 2022.
EP

El ruido no cesa a escasas horas de que el balón eche a rodar en Catar nada menos que doce años después de que la FIFA le concediera la organización del Mundial de 2022. Será en el Al Bayt Stadium a las cinco de la tarde (hora española, dos más en el Golfo Pérsico) en el partido que enfrentará a la selección anfitriona y Ecuador. No son dos potencias futbolísticas, pero el foco planetario alumbrará con su máxima potencia un duelo con una fuerte carga simbólica, tanto para los organizadores como para las entidades que han puesto el grito en el cielo por el hecho de que el torneo deportivo con mayor tirón vaya a celebrarse en un Estado con limitación de derechos. Los primeros quieren que empiece ya porque están convencidos de que el evento amortiguará las críticas. Las segundas, sin embargo, tienen la intención de elevar los decibelios en sus permanentes llamamientos al boicot.

La Copa del Mundo catarí siempre ha estado bajo sospecha, una percepción que se acrecentó cuando tiempo después de apostar por el emirato se conocieron las oscuras redes de corrupción que habían frecuentado sus principales dirigentes por aquel entonces, Joseph Blatter y Michel Platini. Se habló de compra de votos, de un desembolso económico de vértigo de las autoridades de Qatar para poner al día las opacas cuentas de la FIFA a cambio de la designación. Lo cierto es que recientemente el exdirigente suizo reconoció que se había equivocado al decantarse por la nación árabe y cargó las tintas contra el exjugador francés. El error, puntualizó, no obedecía tanto a los principios éticos o morales, los más cuestionados por los detractores de la polémica concesión, sino a que en su opinión Catar no reúne las condiciones exigidas para albergar un espectáculo de semejante magnitud.

La lejanía en el tiempo, con la celebración de los Mundiales de Brasil y Rusia, difuminó la cita catarí hasta convertirla en un eco incómodo para los principales gobernantes del fútbol. Ese sonido se ha acrecentado en el último año y ha alcanzado su mayor volumen en las últimas semanas, cuando organizaciones sociales de muy diferente signo han urgido a darle la espalda. Este sábado, en un movimiento táctico y calculado en vísperas del choque inaugural, tanto el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, como Hasan Al Thawadi, secretario general del Comité Supremo del torneo, ensalzaron las bondades de la Copa del Mundo y cargaron contra las entidades y los países que la han puesto en tela de juicio producto de la "desinformación". Ambos abogaron por que en un escenario geopolítico tan complicado el deporte sirva para unir a Oriente y Occidente, y no para fomentar la división.

Participarán 32 equipo y se disputarán 64 partidos en ocho estadios.

El más singular

Este domingo da comienzo el Mundial más singular. Es el primero que se disputa en un Estado árabe; es también el primero que se celebra en invierno -una decisión obligada por las sofocantes temperaturas en verano, cercanas a los 50 grados-; y es asimismo el primero en el que las sedes están tan cerca unas de otras, en el centro o en el extrarradio de Doha, lo que facilita los movimientos de los aficionados para acercarse a los estadios -ocho sedes a golpe de metro-. Quizás hasta ahora han sido precisamente los seguidores los grandes olvidados de una competición que sería imposible sin ellos. Solo hace falta remontarse a la última Eurocopa, la de la pandemia, para entender lo que es el fútbol con las gradas desiertas o semivacías. Han llegado a la capital con cuentagotas, pero desde la tarde de este sábado ya han reivindicado su protagonismo en las calles de la ciudad y en la gigantesca Fan Zone.

Tras el aperitivo de este domingo, con la ceremonia inaugural incluida, Catar será escenario desde el lunes de un vertiginoso carrusel de partidos, hasta cuatro al día, que determinará si el vanguardismo de los estadios no está reñido con la fiabilidad y que examinará la fluidez de los desplazamientos de los hinchas tanto al inicio como al final de los duelos. La concentración de las sedes en unos pocos kilómetros incrementa las posibilidades de ver bastantes encuentros, pero también pone a prueba la capacidad de la organización para conseguir que el flujo de aficionados sea fluido a pesar de la masificación. La capital catarí se convertirá en un hervidero de seguidores de las 32 selecciones clasificadas aunque las fechas no sean las más idóneas y los precios del viaje y la estancia sean muy caros. El Catar-Ecuador servirá también para comprobar hasta qué punto viven el fútbol los hinchas locales.

Brasil, Argentina y Francia son las selecciones más repetidas en las quinielas de favoritos. España aparece en quinta o sexta posición en esas mismas cábalas. Los combinados nacionales no han tenido casi tiempo para preparar en condiciones óptimas esta cita por las estrechez de los calendarios de sus respectivos campeonatos. Los hombres de Luis Enrique solo han tenido un ensayo previo antes de aterrizar en Doha. Fue en el amistoso del jueves en Amán ante Jordania, a la que superaron cómodamente. La mala noticia en las filas de La Roja fue la lesión de Gayà, que ha tenido que dejar la concentración. Balde, su sustituto, ya está con el grupo. Con el cronómetro ya en marcha, en las últimas horas ha vuelto a salir a la luz un supuesto intento de soborno a Ecuador para que se deje ganar este domingo. La polémica sacude una y otra vez a este Mundial, siempre bajo sospecha.

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