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Ewerthon tenía el triunfo

ZARAGOZA 2-XEREZ 1

El brasileño marca el gol de la victoria en el último minuto.El Xerez fue un rival serio y complicado.

Este es un hecho cierto que no deja de ser actual por conocido: Ricardo Oliveira y Ewerthon son la diferencia. Unas veces la significa uno de ellos. Otras, el otro. En determinadas ocasiones, los dos. Fue, por ejemplo, el caso de ayer. Ewerthon dio el triunfo ante el Xerez cuando moría el partido, y Oliveira, antes, abrió el encuentro para que eso sucediera. Uno y otro explican el triunfo. Uno y otro encierran las claves de la tercera victoria consecutiva del equipo aragonés y las razones por las cuales el Real Zaragoza ha dormido esta noche como provisional líder de la categoría, circunstancia que debe tomarse, como es natural a finales del mes de octubre, con las cautelas obligadas; pero que no deja de anunciar por ello intenciones y, quizá, tendencias de fondo. Los dos brasileños, en la consideración de su sola individualidad, viven en un nivel futbolístico que se halla por encima de la categoría, cualquiera que sea la defensa o el muro que se les sitúe delante. Si Chema, guardameta del Xerez, llevaba trescientos minutos sin encajar un solo tanto, ayer acudió dos veces cabizbajo al fondo de las redes. Le recordaron quién es quién en esta división menor, para el equipo aragonés espacio de coyuntura y castigo por gruesos errores del pasado reciente. Ni Oliveira ni Ewerthon admiten discusiones sobre jerarquías. Para ellos es una cuestión innegociable. Además, con ellos en vanguardia, el Zaragoza entero suele elevarse por encima de las deficiencias que todavía le persiguen como molestas compañeras de viaje.


En verdad, el fútbol propio no dio para el triunfo ante el Xerez. En todo caso alcanzaba para unas tablas, no para la suma mayor. El bloque del 'Boquerón' Esteban ejerció en La Romareda una oposición seria, rotunda, de fondo, creíble y aseada en sus argumentos, gusten estos más o menos, se puedan discutir o aceptar de buen grado. El Xerez apostó por crear una mayoría en el centro del campo y a punto estuvo de dominar la trama del partido. De hecho, la tuvo ganada en algún momento. Solo se le fue al traste el planteamiento por causa de un error puntual, el cometido por Francis en los inicios del segundo periodo al intentar ceder un balón a su guardameta. Equivocó la fuerza del envío y Oliveira entendió que ese balón iba a ser suyo antes que de ningún otro. Enchufó el turbo y jugó la partida con la suficiencia de quien se sabe ganador en todo caso. Le adivinó el trazo primero Chema; pero ya se le hizo imposible detener el segundo toque de balón del brasileño. El gol abrió el partido a otros caminos diferentes al presenciado durante el primer periodo, en el que se apreció la labor concienzuda del Xerez por madurar el choque y decantarlo de su lado en el tramo definitivo, donde inevitablemente disminuye la capacidad de respuesta.


Los síntomas de que los acontecimientos podían sucederse de ese perjudicial modo eran tan manifiestos que Marcelino ya había renunciado para entonces a uno de sus principios teóricos: ese que afirma que Jorge López debe jugar en banda, cerca de la cal, para abrir el campo, crear espacios y desacoplar sistemas por los flancos. El riojano inició la segunda parte en el centro neurálgico del equipo, con el fin de ser guía y motor, criterio y pausa, orden y sentido. Se situó al lado de Zapater con esa misión, empresa que perdió vigencia tan pronto anotó Oliveira y López dejó abierto un carril central para la incorporación peligrosa de Moreno. Sopesados por enésima vez los riesgos, como si su cerebro fuera una computadora capaz de digerir y transformar en información mil y un datos, Marcelino prefirió acomodarse de nuevo en la supuesta solidez de un doble pivote de perfil más físico, el conformado ahora por Zapater y David Generelo.


La vuelta a los orígenes, sin embargo, no resultó tan beneficiosa como pensaba. El inconformismo del Xerez, que nunca renunció a aquello a lo que se creía acreedor, y un desajuste defensivo de grueso calibre fueron prólogo de la extensión del sufrimiento. Antoñito hizo reales las amenazas. Sin ser alto, se coló para rematar de cabeza. La inteligencia del delantero versado le situó donde debía, allí donde iba a caer el balón, justo en la espalda de los centrales y poco antes que el defensa de cierre de ese lado: Paredes.


Cuando el cálculo de probabilidades y el tiempo consumido indicaban que el empate era la solución definitiva, surgió Ewerthon. Se perfiló y disparó sin que cupiera apelación. Su balón fue el decisivo. Sentenció. Punto. Como resultado, es posible que el Real Zaragoza haya comenzado a echar raíces en la zona que al término del ejercicio da derecho al ascenso. La lectura de sus estadísticas al menos afirma eso: ha ganado cinco de los seis últimos encuentros y es el que dispone de mayor potencia de fuego de la competición, en una comparativa en la que nadie resulta equiparable. Hay rasgos que van adquiriendo fuerza de inercia.