Boxeo

Hace 50 años comenzó el mito de Perico Fernández

El 3 de marco de 1973, el púgil aragonés conquistó el título nacional ante Kid Tano, punto de partida de una meteórica carrera que le llevaría al título mundial.

El boxeador Pedro Fernández Castillejos, Perico Fernández, en uno de sus entrenamientos.
El boxeador Pedro Fernández Castillejos, Perico Fernández, en uno de sus entrenamiento en 1974.
Arturo Burgos

Medio siglo del nacimiento de un mito. Pedro Fernández Castillejos (Zaragoza, 1952-2016) inició su itinerario glorioso en el pugilismo un 3 de marzo de 1973. Hasta esa noche en el pabellón Salduba de Zaragoza, Perico solo era Perico en Zaragoza. Tras superar al eterno campeón español Cayetano Ojeda ‘Kid Tano’ y tomar por legítimo derecho el cetro nacional de los ligeros, Perico pasó a ser Perico para toda España. No solo eso: un impetuoso joven criado en la inclusa de Zaragoza se disponía a conquistar el mundo. A fe que lo hizo.

Poco o nada se sabía de él que no fuera su dura infancia. Cierto es que ya le habían visto soltar algún notable sopapo en la calle Pignatelli. También un desalmado le dio unas perrillas para que se subiera al cuadrilátero en Torralba de Aragón cuando el futuro campeón solo contaba 15 años. Poco después, Martín Miranda sería el primero en descubrir su madera de ganador. Pronto comenzó a ser conocido en Zaragoza en compañía de Benito Escriche, del futbolista Nino Arrúa o de los toreros Raúl Aranda y Antoñín Castilla. Pero hasta ese día, hasta hace ahora medio siglo, no dejaba de ser un héroe local exclusivamente conocido por el público amante del boxeo, entonces segundo deporte nacional junto al fútbol.

Su carrera sería meteórica. Del pabellón Salduba, junto al Parque Grande zaragozano, a poner en fila india a toda la humanidad. El siguiente peldaño en la escalera de la gloria llegaría el 26 de julio de 1974, cuando en Madrid derribaría a Tony Ortiz para ajustarse el cinturón europeo. El campo del Gas se quedó pequeño para entronizar al gran campeón aragonés. Aragonés, español y ya europeo. Su boxeo heterodoxo, absolutamente diferente al resto, impactó tanto en la crítica de la capital española como en el mentón de sus rivales. Su triunfo por KO ante Ortiz anunciaba el nacimiento del campeón total. Porque Perico no era pegador, era mucho más: el primer noqueador del boxeo español, el primer púgil capaz de vencer con un solo golpe.

Boxeaba por intuición, entrenaba poco aunque Couto intentaba meterle caña, comía a deshoras, vivía de noche… Pero ganaba porque sencillamente era infinitamente superior al resto, con una pegada de peso pesado en el cuerpo de un boxeador de peso ligero. Quizá el único rival que entendió que boxear frente a Perico era una cuestión de matar o morir fuera el japonés Lion Furuyama, rival en la pelea por el título mundial. 

Perico, campeón del mundo

En la noche del 21 de septiembre de 1974, Perico Fernández sentó a España entera frente al televisor. Blancos, negros, ninguno había podido con Perico. Esa noche lo intentó un amarillo, Furuyama, el único que se atrevió a atacar a Perico, el que más cerca estuvo de derribarle. Salió a pecho descubierto el japonés, que golpeo primero, hundiendo la costilla de Perico. Hubo momentos en los que se planteó tirar la toalla, pero, en el rincón español, Martín Miranda, Escriche y Paquito Millán le dijeron a aguantara, que se moviera para no coger frío y así anestesiar el dolor. Perico aguantó con una capacidad de sufrimiento extraordinaria y, aunque no pudo soltar su letal derecha, sí rascó los puntos suficientes para vencer. Perico ya era campeón mundial.

"Gracias, mi sargento", le dijo a Franco mientras le daba la mano

Además de campeón mundial, indiscutible fenómeno social en España. José María Íñigo lo llevaba a la tele. Incluso le puso un helicóptero para viajar desde Zaragoza a Madrid en una tarde que perdió el tren en la vieja estación del Portillo, y así aparecer en directo en ‘Directísimo’, el programa rey de audiencia en ese tiempo. José María García también lo sacaba con frecuencia en Hora 25, cuando el Súper comenzaba con sus programa de radio en la medianoche. Pedro Ruiz, Mercedes Milá, Isabel Teneille… para todos era noticia Perico. Ni el gran jugador del Barça de los 70, Johan Cruyff, disfrutaba de una popularidad semejante. Hasta Franco le recibió en el Pardo. El dictador se equivocó en su felicitación y le felicitó como campeón de Europa y no del mundo. Perico también se atrevió a degradar a Franco y le contestó a la felicitación con un increíble “gracias, mi sargento” mientras le daba la mano.

En ese contexto llegó su consagración definitiva, al ser el primer español en retener el título mundial, derrotando al extraordinario púgil brasileño Joao Henrique el 19 de abril de 1975 en Barcelona. Kid Tano, Tony Ortiz, Lion Furuyama, Joao Henrique… Ese fue el itinerario glorioso de un Perico que, no solo les ganó, sino les aniquiló. Porque ni Kid Tano, ni Tony Ortiz, ni Lyon Furuyama, ni Joao Henrique volvieron a subirse al cuadrilátero tras pasarlos a limpio Perico Fernández.

A partir de entonces se perdió Perico. Perdió, no, se perdió. Parece lo mismo, pero desde luego no es igual. El 15 de julio de 1975, en Bangkok, el tailandés Suansak Muangsurin le arrebató al cinturón mundial en una pelea envuelta en la polémica. Pelea al aire libre, mucha temperatura, muchas apuestas… Pero no le derrotaron en el ‘ring’, le derrotó (o se derrotó en) la vida. 

Así, acorralado en el cuadrilátero de la vida, falleció un 11 de noviembre de 2016 tutelado por los servicios sociales del Gobierno de Aragón el boxeador que hace medio siglo inició una carrera sin parangón en el boxeo español. El gran noqueador apenas pesaba 35 kilogramos. Ni sedado le abandonó la sonrisa en su cara limpia. Esa cara que no hubo valiente capaz de tocarla jamás.

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