Redactor de Cultura de HERALDO DE ARAGÓN

Diviértanse. España se asoma al balcón de su futuro

Pedri González entrena ante un sonriente Luis Enrique.
Pedri González entrena ante un sonriente Luis Enrique.
Juanjo Martín/Efe.

Uno de los adagios que envuelve a la selección española o a Luis Enrique es: “El estilo no es negociable”. Y por extensión: “Moriremos fieles a nuestros principios”. O sea, la posesión de balón, el tiqui taca, ese juego de salón, dominio y control que a veces da buenos resultados, como ante Costa Rica, o grandes soponcios de tedio e impotencia como ante Japón. En cualquier caso el fútbol, por lo regular, tiende a huir del dogma: nadie es superior a nadie si no trabaja, si no se pone el buzo de trabajo, e incluso el caminante más ilustre del fútbol, en clara regresión, Lionel Messi, ha aprendido a jugar de otro modo, con otra poética: anda suave y piensa de prisa, anda como despistado y cuando te das cuenta ha marcado un tanto o ha servido un balón de oro a Lautaro Martínez.

España ha ido de más, del máximo, con siete goles, al mínimo. Del infinito de lo alto de la colina, donde recibió lisonjas y elogios y análisis sesudos, hasta la superficie anexa al precipicio. Ha tocado fondo en todas las demarcaciones. No está nada claro si Luis Enrique aporta algo como ‘streamer’: es cosa suya, de distracción, y en el fondo bastante baladí. No dice nada demasiado determinante, y a veces uno descubre que los principales responsables de las cosas no saben lo que está pasando en realidad. 

"No está nada claro si Luis Enrique aporta algo como ‘streamer’: es cosa suya, de distracción, y en el fondo bastante baladí. No dice nada demasiado determinante, y a veces uno descubre que los principales responsables de las cosas no saben lo que está pasando en realidad"

El ‘streamer’ más famoso de España, o casi, no sabía que España había estado fuera casi cinco minutos. Ni tampoco ha reflexionado en serio sobre el susto casi mortal: podía sugerir que a lo mejor se había equivocado al no refrescar a su línea media -Gavi, Busquets y Pedri por Marcos Llorente, Koke y Soler, era una posibilidad plausible y sensata-, que el modo de jugar de Unai Simón, alimentado por él, va mucho más allá de lo prudente y de lo soportable, y hasta podía dejar traslucir que quizá se precipitó a mandar al vestuario a la caseta a Morata.

No vamos ahora a declararle otra guerra más a Luis Enrique. Sus últimos torneos han sido buenos e incluso muy buenos, y es un buen entrenador. Rozó el título y ha inventado, con su firmeza, un par de jugadores que ya son algo más que promesas: Pedri y Gavi. Pero a veces su tozudez, o ese partido que juega contra sus enemigos imaginarios, le llevan a tomar decisiones desconcertantes.

Como Unai Simón es indiscutible, por favor, quizá convenga recordarle que ni es Maradona ni Mbappé ni Juanito Gómez; así que regalos, sobreactuación y sentido del desafío los menos posible. Y de vez en cuando, si el rival ya sabes qué vas a hacer, no está mal lanzar el balón en larga o ensayar un pase en profundidad hacia la línea de fondo. Esa sangre fría de Unai Simón da más bien poco y hasta ahora, visto con serenidad, solo ha traído alarma, presión y miedo.

La defensa, por lo que se ha visto, está clara: Azpilicueta, Rodrigo (ya habituado a su nueva demarcación de central), Laporte y Jordi Alba. Si puede el navarro, que esperen en el banquillo Carvajal o Balde, aún tímido para las grandes ocasiones. Como la línea de medios parece clara, pues adelante, pero no pasaría nada con reforzarla si la trama se complica, aunque haya que prescindir de un delantero puro. Conviene tener presentes las enseñanzas del Bayern Múnich: vapuleó a ese centro del campo en demasiadas ocasiones ya. A veces, cuatro centrocampistas pueden dar mucho de sí, y con una leve vocación ofensiva pueden arropar el juego de ataque, aunque sea con dos delanteros. Pedri parece fundido, sin resuello, sobrepasado por las alabanzas y lo que cabe esperar de él, y también necesita que su juego adquiera magia verdadera aliada con la velocidad. Y que alguien le diga que en los momentos importantes hay que arriesgar un poco más: debiera ansiar marcar gol incluso. Un centrocampista sin olfato es como una viola desafinada: su sonido no llega al alma.

"Pedri parece fundido, sin resuello, sobrepasado por las alabanzas y lo que cabe esperar de él, y también necesita que su juego adquiera magia verdadera aliada con la velocidad. Un centrocampista sin olfato es como una viola desafinada: su sonido no llega al alma"

Arriba, en este momento, hay dos futbolistas incuestionables. En estado de forma, mentalidad, acierto e inspiración: Dani Olmo y Álvaro Morata. Y tenemos que creer en ellos, y en Ferran, y en Ansu, y en Marco Asensio y en Sarabia, que no ha tenido minutos.

España necesita no solo toque y toque, la cuidada elegancia de la triangulación, sino arrojo, carácter, ambición, concentración y esfuerzo. Necesita mentalidad de campeón. Orgullo de equipo. Personalidad de bloque. No puede desplomarse con esa facilidad con que lo hizo ante Japón. Marruecos siente que se juega la vida, la política y quizá hasta alguna forma de futuro. Un maduro Morata dice en ‘El País’: “La vida es una rueda en todos los sentidos y más en el mundo del fútbol”. Seamos serios, metódicos, alegres. Estamos en un balcón con bellas vistas al futuro. Diviértanse. Es su momento.

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