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Juan Señor: "España no tiene una estrella, pero sí calidad y mucho fútbol"

El exjugador del Real Zaragoza, 41 veces internacional, recuerda su forma de ver el fútbol y su presencia en la Eurocopa de 1984 y el Mundial de 1986

Juan Señor sigue mimando la formación de los jóvenes con su hijo Juan Señor Guerrero.
Juan Señor sigue mimando la formación de los jóvenes con su hijo Juan Señor Guerrero.
Francisco Jiménez.

Juan Señor (Madrid, 1958) parece más enjuto que nunca, o tan seco y fibroso como antaño, e igual de perfeccionista que cuando con el número diez a la espalda tomaba la manija del Real Zaragoza e impartía una lección de fútbol total. Arte, entrega, convicción y pura clase. La estrategia del futbolista que se atrevía a anticipar el futuro. Con José Luis Violeta y Carlos Lapetra encarna el trío de lujo de los 90 años del club. Marcó más de 50 goles, era tan atrevido y seguro de sí mismo que podía tirar cuatro penaltis en un choque sin marrar y ejercía de director de juego. Empezó siendo el chavalín, de balompié primoroso; en su segunda temporada ya lo eligieron capitán, honor que ostentó durante ocho años hasta que el corazón le recomendó parar.

Si le parece empezamos. Por ejemplo, ¿cómo se hizo futbolista?

He sido autodidacta absoluto, pero siempre he querido mejorar y he tenido sentido autocrítico. He intentado aprender siempre todo lo bueno de mis compañeros, pero también le digo que que no soy mitómano. Y algo más: jamás me había hecho a la idea de ser futbolista y menos profesional, y menos aún capitán del Real Zaragoza con 41 partidos con España.

¿Tenía algún afán?

Sí, claro. En cuanto al fútbol solo quería disfrutar del juego tal como yo lo veía, pero no me hecho ilusiones nunca. Había estudiado FP-1 y era el mayor de cinco hermanos. Tenía que trabajar.

Usted pertenece a la estirpe de los futbolistas de arte. Exquisitos. Tenía un don…

No sé qué le diga. Eso también se trabaja. A todos los entrenadores que he tenido, de un modo u otro, les he pedido trabajo adicional, métodos de entrenamiento, quería aprender más y mejorar. He entrenado faltas, córners, incluso los penaltis. Les pedía a los porteros si se querían quedar algo más y les tiraba la pena máxima como si estuviera ante 100.000 personas en el Bernabéu o en el Nou Camp.

¿Ha sido usted su mejor psicólogo?

Ja, ja, ja. Más bien he intentado visualizar lo que podía pasar en las próximas dos horas. Regreso un poco atrás: el Real Madrid ganó la sexta Copa de Europa en 1966. Yo tenía ocho años. En aquel equipo formaban grandes jugadores.

Sí, claro: Amancio, Velázquez y Gento, por ejemplo. Alguno sería su favorito.

No… Ninguno de ellos, aunque eran excepcionales. Mi jugador era el más gris en apariencia: Ramón Grosso. Llevaba el nueve a la espalda. ¿Sabe por qué? Por su capacidad de trabajo, por su calidad, por su discreción y porque era un jugador de club. Eso para mí ha sido la clave: a mí lo que más me ha preocupado ha sido el bloque y la idea de integrarme en él. Hacer equipo siempre. En el fútbol hay muchos factores que te empujan o te alejan del triunfo. Uno de los futbolistas más exquisitos que he conocido en Zaragoza fue Pepe Mejías, y sin embargo aquí no acabó de triunfar; su clase era magistral no, lo siguiente.

Juan Señor fue 41 veces internacional con la camiseta de España.
Juan Señor fue 41 veces internacional con la camiseta de España.
Archivo Señor.

Sigamos con sus inicios.

Jugaba ya, llegué a jugar en el Ciempozuelos. Alguien me vio, me recomendó a José María Zárraga, que era un poco todo en el Alavés, y me ficharon. Tenía 19 años y por allí estaban futbolistas de gran calidad: Juan Morgado, Jorge Valdano, etc. Y me fijé en todo lo que pude para aprender. Poco después, con 22 años, llegué al Real Zaragoza y me encontré con un equipo fantástico: por aquí jugaban Camus, Amorrortu, Pichi Alonso, Güerri, Amarilla… Beenhakker me dio confianza; primero me colocó de interior, y a la temporada siguiente de lateral izquierdo, que salía de zona y se incorporaba al centro del campo. Entonces estaba Juan Alberto Barbas, que era un gran futbolista, de prodigiosa técnica.

"Miguel Muñoz lo había sido todo y tenía un olfato grande. Entendía todo a las mil maravillas. Nos dijo: «Están aquí porque juegan bien en sus equipos. Los he elegido por eso. No quieran hacer más de lo que hacen en sus equipos. Hagan lo que saben hacer». Éramos como una familia", dice Señor

¿Quién le marcó más?

Todos durante una década. Cogí confianza pronto y eduqué mi propia seguridad. Siempre he querido hablar con mis compañeros, y un ejemplo de ese diálogo y de esa complicidad sería Valdano. Poseía una inteligencia futbolística impresionante, y teníamos un código.

¿Ah, sí, un código?

Sí, sí. Basado en el arte del engaño. Me decía: «Si ves que me acerco a ti, échamela en largo; si me ves correr, piensa que me la vas a dar al pie».

Si le pido un balance de sus nueve temporadas en el club, ¿qué nos diría?

Que estoy orgulloso de todo: de jugar aquí, de haber sido capitán, de haber dado el salto a la selección, y que he jugado con la H con mayúsculas de Humildad en busca siempre de lo mejor para el equipo. Siempre me he puesto a disposición del colectivo, y todo ello tamizado por el afán de mejora personal y de crecimiento como futbolista.

Y de repente, la selección nacional.

España había tenido el fracaso de su propio Mundial, en 1982, donde todo había salido peor de lo esperado. A mí me llamaron para la selección A (bis), de jugadores jóvenes que eran candidatos al primer equipo. Miguel Muñoz, que era una leyenda y el mejor entrenador del mundo, por humanidad, contó conmigo –me lo anunció el siempre llorado Avelino Chaves– para la Eurocopa de Francia-1984 y el Mundial de México-1986.

Algo le debemos a usted. Marcó el gol decisivo contra Malta en las eliminatorias, para ir Francia, y forzaría el empate en cuartos ante Bélgica en México.

Dos de los goles más importantes de mi vida, los marqué con la izquierda. Son dos competiciones muy distintas: la Eurocopa es un torneo de cercanía, de prestigio próximo, y ahí teníamos un equipo impresionante. Empezamos mal y llegamos a la final. No fuimos peores que Francia: el equipo no marcó y Arconada, que era estupendo y había hecho un torneo fantástico, tuvo mala suerte. Si se analiza bien, el conjunto era formidable, y no ganó nada porque no nos tocaba.

¿Y el Mundial?

Bueno, de entrada es otra cosa. Son todos los países del mundo. Es un torneo como más ambicioso que conmueve. Se vive de otro modo. Como si todos estuvieran pendientes de lo que sucede. Teníamos bloque para llegar más lejos y por verdadera mala suerte no eliminamos a Bélgica, pero creo que fuimos superiores. Merecimos pasar a semifinales, y caímos en los penaltis. En cierto modo, aunque parezca oportunista, allí estaban las bases de un buen fútbol español.

Juan Señor está orgulloso de su presencia en la Eurocopa y en el Mundial.
Juan Señor está orgulloso de su presencia en la Eurocopa y en el Mundial.
Francisco Jiménez.

Una curiosidad: ¿qué les decía Miguel Muñoz? ¿Cómo era aquella leyenda blanca?

Lo había sido todo y tenía un olfato grande. Entendía todo a las mil maravillas. Nos dijo: «Están aquí porque juegan bien en sus equipos. Los he elegido por eso. No quieran hacer más de lo que hacen en sus equipos. Hagan lo que saben hacer». Éramos como una familia.

¿Conserva recuerdos de México?

Estuvimos en varias ciudades, pero apenas pudimos disfrutar. Vives como en una burbuja. Disfruté poco de México, el país hermano, que fue el Mundial inolvidable de Diego Maradona.

Vayamos al presente: ¿qué cree que puede hacer España en el Mundial de Catar?

Me gusta el equipo, la personalidad del míster, el bloque. Y espero y deseo que llegue muy lejos. No tiene una estrella, pero sí calidad y mucho futuro.

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