Reyes Estévez: "No entiendo al atleta exclusivo; me gusta el trato con la gente"

Reyes Estévez (Cornellá de Llobregat, 2 de agosto de 1976), exatleta profesional, ha sido una de las grandes estrellas de la carrera 10K de Zaragoza.

Reyes Estévez, en Zaragoza
Reyes Estévez, en Zaragoza
José Miguel Marco

Su estampa actual sigue siendo muy reconocible, muy similar a la de su etapa de gran atleta. ¿Dónde está su secreto?

Llevo un tiempo entrenando a diario. Como embajador ‘runner’ de Caixabank que soy, me gusta predicar con el ejemplo. Compagino mi trabajo con el atletismo, con los entrenamientos y las carreras. Creo que ese es mi secreto.

Usted fue un superdotado, un adelantado a su tiempo. ¿Cuánto le debe a la naturaleza y cuánto a la preparación o al esfuerzo?

En cualquier faceta de la vida, las cualidades de cada uno son muy importantes. Eso es innegable. Pero hay que formarse. Empecé desde joven a prepararme y tuve la suerte de disponer de entrenadores que me supieron llevar.

¿Proviene esta astilla de algún palo anterior? ¿Le ayudó en algo el entorno familiar?

No. En absoluto. En mi familia, en Cornellá de Llobregat, no existía ni tradición deportiva ni tampoco atlética. Fue una especie de generación espontánea.

¿Cuándo apareció el brote verde?

Seguramente se lo debo a mi madre, a una casualidad. Obligó a mis hermanos mayores, para no quedarme solo en casa, a llevarme a una carrera colegial, en la que se podía participar a partir de los 12 años. Pero yo sólo tenía 9.

¿Qué sucedió allí?

Corrí entre mis hermanos y sus compañeros, sin poderlo hacer, y gané. Allí empezó mi historia.

¿Se ha sentido en algún momento un privilegiado, tocado por la varita de un destino?

En estos últimos años, sí. Todavía puedo disfrutar del atletismo y corro a cierto ritmo. Hay compañeros que con mi edad, o muy parecida, ni siquiera pueden entrenarse, debido a las secuelas y lesiones que deja el atletismo practicado a cierto nivel.

¿Cuándo interiorizó que quería ser un gran atleta?

Empecé a hacer atletismo más seriamente cuando vi a Fermín Cacho ganar la medalla de oro en Barcelona 92. Yo era un chaval. Tenía 15 años. En ese momento quise ganar una medalla como Fermín. Esto me arrastró.

A sus 45 años, estuvo entre los mejores tiempos de la 10k de Zaragoza del domingo. ¿Nunca se pierde el instinto competitivo?

A estas alturas corro, sobre todo, por gusto personal, no por afán de competir. También es verdad que he participado en la Caixabank 10K de Zaragoza por ser embajador de este tipo de pruebas. Estoy encantado con esta labor, ayudando a la gente.

Después de haber pertenecido al olimpo de los dioses del medio fondo español y mundial, ¿cómo está viviendo este atletismo anónimo?

Según mi entender, el atletismo es un deporte llano. Estás en trato con la gente corriente. Lo he visto así desde pequeño. No entiendo al atleta o al atletismo exclusivo, entre otras razones porque a mí también me permitieron el contacto directo con las estrellas que admiraba, como José Manuel Abascal.

¿Qué gana usted cuando cruza la meta de una carrera popular?

Revivo la ilusión de cuando era infantil o cadete. Hago el deporte porque me gusta, sin obligación. Antes entraban en mi mente la presión de las marcas, los contratos, los patrocinadores… Ahora, no. Regreso a los orígenes. No miro el reloj. Procuro disfrutar y sentirme bien a nivel de salud. Para mí es el mayor logro.

Este deporte, que antes era de pista, ahora es también de calle o vía pública. ¿Por qué esta expansión?

Todos nos estamos dando cuenta de que la salud es muy importante, conciencia que, creo, han incrementado los años de pandemia. El deporte es, sin duda alguna, una forma de ganar en salud. Además, el atletismo practicado en la calle, en escenarios urbanos, abre muchos filtros para que la gente pueda competir, cada uno a su nivel. Es una idea que me gusta.

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