Blog La voz de mi amo

por Matías Uribe

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‘Pequeño’, de Bunbury, una caja para la vitrina

Warner conmemora el vigésimo aniversario del disco, que asentó como solista al cantante de Héroes del Silencio, con dos opulentas cajas, una de vinilos y otra digital, y poco aporte novedoso

Bunbury.
Enrique Bunbury, tras grabar ‘Expectativas’, directos y rarezas, prepara un nuevo álbum.
José Miguel Marco.

Una gran caja con nueve elepés, cinco cedés + un single en vinilo, y otra caja digital solo con los cinco cedés. Ante ediciones tan gruesas y copiosas, algunas preguntas que la parroquia melómana suele hacerse: ¿es tan importante el artista en cuestión para tan gruesa edición?, ¿un ardite de la discográfica de turno para hacer caja?, ¿hay que hacerse con ella obligadamente y más si se es fan del artista?, ¿realmente qué aporta de nuevo?

Caja del producto de Warner.
Caja del producto de Warner.
Matías Uribe

Bunbury es el autor de la caja que, con motivo del vigésimo aniversario de la publicación de su álbum ‘Pequeño’ (1999) editó Warner el pasado mes de diciembre, y a la que me estoy refiriendo y ante la que aplico la plantilla de las preguntas anteriormente planteadas. Respondo solo a la última, que es la que más interés despierta, al menos para quien en una caja de este tipo busca nuevos alicientes que realcen sus instintos melómanos y de coleccionista: rotundamente, no. Si acaso, uno de los cinco cedés que contiene las maquetas originales y muy perfiladas del disco, pero en mi caso hasta ese disco resulta superfluo, toda vez que en su momento, organizado y pulcro él, Bunbury me hizo llegar aquellas maquetas en dos cuidados CD-R con portadas rosa y amarilla.

CD-R de Bunbury, portada rosa A.
CD-R de Bunbury, portada rosa.
Matías Uribe
CD-R de Bunbury,contraportada rosa B.
CD-R de Bunbury,contraportada rosa.
Matías Uribe

Eran dos discos grabados en Zaragoza, en el estudio 55 del Actur, con el rosa recogiendo las doce canciones que luego aparecieron en el CD original más tres extras ( ‘Luna’, ‘Feliz año’ y ‘El jinete’), y el amarillo recopilando dos piezas que no pasaron al disco final (‘Un hombre en el espacio’ y ‘Un poco de juego’) más cuatro curiosidades esparcidas previamente en otras ediciones: un disco de tributo a Rubén Darío que había editado Zona de Obras (‘Que el amor no admite cuerdas reflexiones’), la banda sonora de Shacky Carmine (‘Nada’), un tributo latino a The Police (‘Outlando’s d’america’) y una versión de Tequila (‘Es solo un día más’).

CD-R de Bunbury, portada amarilla A.
CD-R de Bunbury, portada amarilla.
Matías Uribe
CD-R de Bunbury, contraportada amarilla.
CD-R de Bunbury, contraportada amarilla.
Matías Uribe

Acostumbrado a las ejemplares reediciones de Bruce Springsteen -vaya, saltó, pero no queda más remedio- en las que no solo se empaquetan los discos originales remasterizados sino golosas y nutritivas propinas inéditas con conciertos y descartes a tutiplén, esta caja, ya digo, tiene solo el interés del coleccionista, del fetichista, porque ni musicalmente ni visualmente hay aporte alguno novedoso, salvo un curioso single en vinilo con cinco canciones aunque ya conocidas pero en revisiones nuevas, grabadas en la gira correspondiente a ‘Pequeño’; entre ellas, ‘Tesoro’, la primera aproximación que Bunbury hizo a su exgrupo Héroes del Silencio tras la ruptura, y el consabido cuadernillo de 48 páginas con las letras del disco y un verboso y desenfocado texto de un tal Juanjo Ordás glorificando, cómo no, el disco y al artista.

En los otros cuatro cedés no hay sino reventa de lo ya conocido: el disco original remasterizado por Tom Baker, el álbum ‘Pequeño cabaret ambulante’, un tercer CD –‘B Sides’- fraguado con piezas de los 5 minielepés que EMI goteó hasta envasarlos en la conocida caja azul, y un cuarto, también con recortes de aquellos minielepés, que el recopilador embotella bajo el título de ‘Pequeño Computer’. O sea, nada nuevo sub sole. Más el fetiche que la sustancia, el cebo para devoradores del infinito mundo bunburiano que miga musical de verdad, nueva e inédita. Ahí, y no más, es donde tiene ubicación esta gruesa caja: coleccionismo puro y duro de vitrina casera.

Portada de la nueva edición de coleccionista de 'Pequeño'.
Portada de la nueva edición de coleccionista de 'Pequeño'.
Matías Uribe

‘Pequeño’, ya se sabe, era el disco obligado para Bunbury en su ‘huida’ de Héroes. No podía reproducir la plantilla de su exgrupo, no había hecho saltar en pedazos ‘el buque’ para seguir cantando y tocando rock al modo Valdivia y compañía. Lo que fuese, antes que reiterar fórmulas. Aún no sudoraba a fondo en la sauna latina, pero de haber tenido a mano, por ejemplo, un ‘Licenciado Cantinas’…, por ahí que hubiera salido. O por un disco con tangos o boleros con Tom Waits en el horizonte, o hasta unas jotas con el punto de mira en Elvis o Nick Cave. Lo que fuese antes que volver a los ecos de ‘Entre dos tierras’, ‘Avalancha’ o ‘Maldito duende’.

Esto es lo que explica el primer intento de diferenciación, de la huida, con aquel ‘Radical sonora’, de 1997, tomado por la electrónica, a la que echó mano siguiendo los pasos de su admirado Bowie en ‘Earhtling’ o los de U2 en ‘Pop’. No se estrujó en exceso las meninges, todo hay que significarlo: en aquel momento, fundamentalmente, el efecto rompedor del techno de Chemical Brothers metió de nuevo al pop entre máquinas, era la moda. Y no le fue muy allá Bunbury siguiendo aquel camino en boga.

‘Pequeño’ fue, sin embargo, el segundo y, por fin, logrado intento de diferenciación. Algo absolutamente rompedor que a mí mismo me dejó noqueado cuando tuve las primeras noticias de lo que andaba maquinando. Tengo bien fresca la estampa de Copi en el pasillo de mi casa, despidiéndose después de hacerme una visita y traerme el costoso DAT que le pedí prestado a Bunbury para grabar el concierto del 5 de junio del 99 de Springsteen en La Romareda.

No te puedes imaginar en la que está metido -me dijo Copi con unos ojos de asombro que ni los de Nosferatu, para a continuación cantar a pleno pulmón el verso inicial de ‘Infinito’: “Me calaste hooondo y ahora me dueeeles, si todo lo que nace perece…”. En eso estamos, Matías. Increíble.

Al poco me llegaron las dos mentada maquetas rosa y amarilla, y Bunbury y toda su tropa enfilaba la ruta al estudio El Cortijo, de Málaga. Allí contó también con la colaboración de Eva Amaral, un encuentro que dejó astillas en el camino. A mediados de septiembre de 1999 me llegaba una copia oficial del disco vía EMI, el 27 salió al mercado y a los pocos días Bunbury estaba en mi casa contándome la gestación del disco y el porqué de una sonoridad así. Aun rockero empedernido, uno estaba subyugado por las fascinantes y originales canciones ‘étnicas’ que Bunbury había embuchado en el CD.

-Será platino -le pronostiqué en plan informal, haciendo de Luqui.

Bunbury bajó la mirada y soltó un casi susurrante “¡imposible!”. No tenía la menor confianza comercial en lo que había hecho, se le notaba receloso con el disco, mucha incertidumbre sobre su futuro en el mercado.

-Te juego una cena a que llega a platino (100.000 copias) -le aposté entre risas.

-Vale, vas a perder -me contestó, también con una sonrisa medio forzada, que reforzaba aún más su desconfianza comercial en el disco. A los pocos meses se confirmó mi apuesta. Gané. El disco saltó no solo las 100.000 copias sino que las dobló. Aunque la cena nunca llegó a celebrarse. Bunbury llegó a casa a buscarme en su destartalado seiscientos morado al día siguiente del que habíamos quedado. Me pilló de sorpresa, no estaba preparado para salir, máxime en un momento en que yo acababa de hacerme usuario obligado de una silla de ruedas, y le dije que se fuera. También es cierto que no me gustaban ni me gustan las informalidades, vengan de quien vengan. 

En la larga conversación que mantuvimos aquella noche de la apuesta para la entrevista que publiqué días después en Heraldo, Bunbury explicaba el origen de ‘Pequeño’, la motivación que le llevó a plasmar aquel disco con olores mediterráneos, latinos y pop. “Fue a raíz de unos conciertos que hicimos en Los Angeles. Vino a hablar conmigo un periodista que me dio a entender algo que yo ya vislumbraba en «Avalancha», cual fue un acercamiento exagerado a pautas anglosajonas hasta grados casi miméticos que a mí me asustaron. Yo no quería convertirme en los Rolling Stones número 5, la copia de la copia de la copia, yo quiero buscar algo más y me puse a analizar e investigar sobre mis gustos e inquietudes y aposté por un acercamiento hacia lo mediterráneo y ahí vi un montón de conexiones de España con otros países y culturas. Lo primero que hice fue acercarme a Marruecos por mi pasión por los viajes, algo que apareció por vez primera en «Radical Sonora» al igual que una visión deformada de lo latino, con canciones como «Planeta sur» que en realidad era una ranchera que luego quedó en otra cosa”.

¿Pero cuándo, exactamente, decidió hacer un disco como ‘Pequeño’? “No hay un momento exacto -me confesó- pero ya antes de «Radical sonora» estaba esbozado el camino. Cuando presenté las canciones de aquel disco entre las que estaban la versión de «El jinete» la gente decía ¡ésta, ésta!, pero yo contestaba: no, éste será el LP siguiente. Obviamente en la compañía se quedaban extrañadísimos pero yo ya tenía claro que en el siguiente disco tenía que apuntar a terrenos más terráqueos”.

Estaba lleno de incertidumbres comerciales, pero no musicales: “Lo más difícil, de los discos es pensarlos. Tengo que tener en la cabeza el disco y una vez que lo tengo muy claro es cuestión de tirar para adelante. En este, concretamente, tenía muy claro qué es lo que no quería que sonara, cuáles eran los elementos que podían funcionar... y quizá mi único miedo, que creo que ya lo hablamos en algún momento, era no entrar en los palos claros y ultra aprovechados del rock latino. Me explico: ha habido una serie de personajes que han marcado mucho cómo se debe hacer el rock latino, caso de Auserón, Calamaro, Manu Chao y quizá la saga de Veneno-Raimundo. Eso son como las fórmulas que existen pero yo no quería tocar ninguna de ellas. Si lo intentas es muy fácil caer en la imitación de lo que han hecho antes otros y yo bajo ningún concepto quería caer en eso”.

Allí estaba una de las grandes virtudes del disco: la sutileza con la que Bunbury manejó el caudal de ingredientes que sazonaban el disco. Nunca se le fue la mano como para que se pudiese etiquetar a ‘Pequeño’ como un disco latino o de rancheras, de salsa, reggae, dub, tango o pasodoble, que algo había de aquello, cierto, pero en un todo homogéneo y lleno de riqueza. “Aunque yo estoy interesado en todas estas músicas y me apasionan, y veo la grandeza de todas ellas, creo que mi perspectiva en todo momento en este disco y es posible que en todos los anteriores sea la de un músico de rock. Aunque no estoy haciendo rock en concreto, creo que mi visión es la de un músico de rock y creo que eso se nota a la hora de ver que no soy un purista sino un extraño en esos terrenos. No son mis terrenos. Mi terreno es el rock, quizá más viéndolo como una actitud que como un sonido”.

Bunbury, pese a aquel torrente de influencias, marcaba territorio propio huyendo de purismos: “Tenía muy claro que no quería ser purista en ningún momento. Tenía claro que yo no voy a ser un cantante de rancheras o de tangos porque no estoy dotado para ello ni lo pretendo. Lo que quería era hacer un disco personal y para hacer un disco personal yo tenía que dar una visión ajena a los purismos. Si me metía en los purismos me metía en una secta y no quiero saber nada de sectas, quiero estar en mi espacio propio aun con mis contradicciones. Es posible que cuando intenté explicar lo que quería hacer, y lo mismo ahora si no se ha escuchado el disco y se lee esta entrevista, mucha gente piense que estoy metido en un berenjenal pero todo está muy claro”.

Es suficiente con estos cortes de aquella larga entrevista para comprender el camino que Bunbury tomó en ‘Pequeño’, definiendo su sonido de entonces y a la vez poniendo sobre el tapete público la actitud exploradora que ha marcado toda su carrera posterior. No estaría mal, por cierto, que algunos escribas, antes de rellenar párrafos de verborrea aduladora y lanzar teoricismos al albur cuando no situaciones anímicas falsas en libretos como el que acompañan esta reedición, investigaran con más ahínco. Es de primero de Periodismo. En cualquier caso, aquí está la celebración de ‘Pequeño’ y su 20 aniversario. Cuando menos, aunque musicalmente la caja aporte muy poco a lo ya conocido, los coleccionistas retozarán ante la nueva pieza cazada para sus vitrinas, especialmente en su formato en vinilo y aunque el bolsillo sufra un roto considerable (218 euros en Amazon).

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