Blog La voz de mi amo

por Matías Uribe

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Noviembre de 1973: el germen de los cantautores y de la música popular aragonesa (y 3)

El próximo miércoles, día 13, se cumplen 46 años del ‘Primer Encuentro de la Música Popular en Aragón’ que posteriormente acabó cambiando la faz social y musical de esta tierra.

Eduardo Paz, Labordeta y Joaquín Carbonell, años después de aquel 13 de noviembre de 1973.
Eduardo Paz, Labordeta y Joaquín Carbonell, años después de aquel 13 de noviembre de 1973.
Luis Melendo

Tras los dos capítulos previos dedicados al disco Primer Encuentro de la Música Popular en Aragón, y por ende a la certificación oficial de los cantautores de los setenta y de la nueva música popular aragonesa, seguimos oyendo a las voces que hicieron posible todo aquello. Si en el primer capítulo presentaba el momento político y social en que se produjo aquel chispazo musical y social y en el segundo recogía la sesión del Principal y los recuerdos de aquel chispazo, en este final abordo otras cuestiones interesantes o curiosas relacionadas con aquel Encuentro y el futuro que luego les cayó a cada uno de sus participantes

Una pregunta que de inmediato, y en situación política tan revuelta como la del tardofranquismo, hay que hacerse, sobre todo por los que no la vivieron y, por tanto, no pudieron calibrar de modo directo aquella situación es esta: ¿Se cantó más por ideología que por las canciones en si?

Carbonell asegura rotundamente que sí: “Nadie venía a vernos por lo bien que cantábamos o por el contenido poético de unas canciones que eran prácticamente desconocidas. No tendíamos discos para difundirlas, salvo Labordeta que, grabó uno con cuatro temas que fue prohibido por el Régimen. Así que, salvo para cuatro, éramos un fenómeno nuevo. Y lo que ‘vendíamos’ era el descaro de enfrentarnos al poder, el echar un pulso a la censura para colar canciones un poco tocapelotas”.

Y lo mismo, Eduardo Paz: “Yo, desde luego, canté por una cuestión ideológica. Aquel repertorio con el que participamos ni me interesaba ni actualmente me interesa”, afirma rotundamente el excomponente de La Bullonera. 

Pilar Garzón, sin embargo, tiene sus dudas: “No lo sé. En lo que a mí se refiere, fue el deseo de que todas las voces que habían ido surgiendo durante aquellos años pudieran ser escuchadas juntas para poder ser valoradas juntas. Era una mezcla de folclore, ideología y ansias de futuro libre de censuras. Pensaba que esa parte de la lucha que implicaba a la música debía ser conocida en su conjunto, no como mezcla de valores individuales. Eso fue más o menos lo que pasó”.

¿Y qué salió de todo aquello? ¿Qué fue de aquellos atrevidos jóvenes y no tan jóvenes (Labordeta andaba ya camino de los 40) que no solo cargaron el hatillo de canciones más o menos inspiradas sino también de protesta y lucha por tumbar la Dictadura, con todo lo que aquello suponía? Pues básicamente, lo que ocurrió es que germinó un movimiento nuevo de acción musical y contestataria que impregnó en la sociedad y que sirvió de combustible valiosísimo para que los políticos (clandestinos y no clandestinos) se reafirmaran más en su lucha, especialmente en mítines y actuaciones. Al final, “con la ayuda de todos”, que cantaría Carbonell, la Dictadura cayó, al levantar la vista apareció el labordetiano cartel liberador y España empezó a ser otra, pasando de generación en generación los logros conseguidos y hasta muchas de aquellas canciones llegaron hasta hoy ya revestidas de himnos que se cantan colectivamente, aunque haya momentos que chirríen (uhh, esos pasado Pilares con los concejales del PP entonando en el balcón del Ayuntamiento el Canto a la libertad. ¡Madre mía, qué diría Labordeta!).

Labordeta, como se sabe, recorrió un fructuoso y largo camino entregado a la creación literaria, la televisión, la política y la música. La primera, la creación literaria, la llenó con una decena de poemarios y un nutrido corpus de novelas, cuentos y autobiografías; en televisión sacó adelante una entrañable e insólita serie la España profunda (Un país en la mochila) que La 2 está reponiendo o ha repuesto actualmente a altas horas de la madrugada; la política fue una pasarela de militancia activa que le llevó del PSA al PCE y a la CHA, acabando en el Congreso de los Diputados y la música fue un irregular camino que embaldosó con discos señeros (con Cantar i callar a la cabeza) y otros de escasa envergadura porque nunca tuvo un control firme y claro sobre su obra y sobre su propio camino artístico y debido a las producciones e instrumentaciones tan inadecuadas que le endosaron, algo que finalmente acabó por sulfurarle y a tomar la decisión, en 1991, de dejar el ‘bisnes’, como él jocosamente decía. Su muerte en 2010, en un pueblo que reacciona tarde a lo propio, acabó, sin embargo, canonizándole.

Joaquín Carbonell, centrado sobre todo en la música pero también en la televisión, la literatura y el periodismo, ha trazado y sigue trazando una excelente carrera discográfica que, con un largo paréntesis en los ochenta, va a culminar el próximo 2 de diciembre en el Teatro Principal de Zaragoza, con un recital antológico de sus 50 años de oficio del que saldrá un disco en directo. Es, a mi juicio, el cantautor español más sólido, maduro, inventivo en la escritura y la voz en plena forma de este milenio, aunque los laureles se los lleven otros.

La Bullonera fue, no por orden de relevancia sino de ubicación en este texto, el tercer pilar de la canción aragonesa, con cuatro álbumes llenos de coraje y enervantes canciones contra todo aquello que yugulaba al pueblo, desde el capitalismo salvaje a la sequía, el trasvase, los yankies, los especuladores, la falta de libertad, los presos políticos, la autonomía, las nucleares... Javier Maestre y Eduardo Paz, junto a otros miembros cambiantes, pilotaron la nave con mucha repercusión en Aragón hasta que en el 79, las disensiones entre ambos -uno intentando llevar al grupo hacia caminos más musicales, en busca especialmente del folklore aragonés, y el otro queriendo mantener por encima de todo las canciones de autor- hicieron que la nave encallara, o más bien surgiera otra Bullonera, que con el álbum Punto (1980) se despedía de los discos. Eduardo lo intentó posteriormente en solitario y como cantante lírico. No funcionó y desde hace unos años se dedica a la vida contemplativa, sin gana alguna de hacer música, o, como él dice, pasando la tarde mirando embelesado el chisporroteo de la chimenea. Javier se dedicó a la Medicina.

Natural de La Codoñera, Tomás Bosque trabajó desde adolescente en diversas cooperativas agrícolas, estando por tanto muy cercano a los problemas del campo, cuya situación consideraba que estaba en el mismo nivel que a principios del siglo XX, o sea, deprimente. Grabó dos álbumes con Zafiro, Cuando los tiempos vienen mejor (77) y Tomás Bosque (78), y en el 78, con la crisis de los cantautores fue uno de los primeros en abandonar los escenarios y las grabaciones. Durante años regentó una academia de música en Zaragoza.

Pilar Garzón grabó un notable disco de época en 1974, Desde Aragón a Castilla, pero aunque siguió ligada al mundo musical, abandonó muy temprano los escenarios, ejerciendo de profesora en Salamanca y Santander. Soñadora, rebelde y e impregnada de hipismo, acabó recalando en Ibiza donde todavía sigue cantando en bares y pubs. De su abandono temprano de aquel primigenio núcleo de la canción aragonesa comenta que lo hizo al verse desencajada en él: “No hay explicaciones que buscar. Fue una decisión mía. Me sentía dentro de un movimiento que ya no encajaba del todo con mi visión del mundo, que de pronto se me había hecho grande, de la música y de su estética, de la belleza del arte como algo necesario para su capacidad de transmitir... Me fui y traté de vivir sin aquella época: mi tierra seguía estando allí y en mi corazón pero aquella lucha ya no era la mía”.

Renaxer duró muy poco, un año y medio aproximadamente. Luis Melendo, uno de sus componentes, cuenta las causas de aquel corto recorrido: “Actuamos en público, la primera vez en el Principal; en febrero del 74 en Monzón (aquí, ya se habían ido dos componentes, quedando seis) y en mayo del 74 en Barbastro. Después, creo que íbamos a cantar en Huesca y se suspendió por no dar el permiso el gobierno civil, y luego vino el ofrecimiento de Jose Antonio Labordeta para actuar con él en Madrid, pero al ser un día entre semana no pudimos aceptar por cuestiones laborales. A partir de ahí ya nos abandonó la moza que cantaba y desapareció el grupo”.

Por último, Tierra Húmeda, tras actuar en diversos festivales con fines socio-políticos (recaudar dinero para los estudiantes y obreros presos, familias con escasos recursos o alguna editorial comprometida), y a la vez dar a conocer su música, se partió en dos grupos de los que solo uno permaneció en acción hasta que la mili lo desbarató. Entre el 74 y el 76, grabó dos cintas, Los poetas y La miel, que bien podrían haber pasado a disco, pero no hubo fortuna. “Más tarde -explica Antonio Fernández-, Nano Bermúdez presentó en EMI (creo) la canción de Los Ejecutivos y esta sí que nos ofrecieron grabarla. No lo hicimos porque consideramos en aquellos momentos que un grupo que se dedicaba a criticar a la sociedad de consumo, a los que emergían como políticos… no era muy congruente que entráramos en la misma rueda, así que dijimos que no y en esas nos quedamos”. Por sus filas pasaron una veintena de componentes.

Cuarenta y cinco años después, casi todos los cantautores y músicos que participaron en el Encuentro se reunieron en el Teatro Principal para presentar el disco-libro conmemorativo editado por Prames.
Cuarenta y cinco años después, casi todos los cantautores y músicos que participaron en el Encuentro se reunieron en el Teatro Principal para presentar el disco-libro conmemorativo editado por Prames.
Luis Melendo

Cuarenta y seis años después, con el disco en sus manos que editó Prames, afloran sensaciones diversas. Eduardo Paz lo ve “un poco demasiado solemne” mientras que Carbonell no oculta cierto descontento al oírse tantos años después: “Mi primera impresión al escuchar ese disco fue de cierta vergüenza, de no reconocerme; ni en la voz ni en las canciones. El caso es que no logro recordar de dónde saqué los temas de algunas de aquellas canciones, especialmente las irónicas. No creo que eso sea Brassens porque es muy destartalado, son historias como chistes, no tienen sentido. Son simples ganas de provocar. Pero yo no había escuchado aún a Pi de la Serra que cantaba esas humoradas, aunque mejor compuestas, claro. Es decir, no logro recordar qué me influyó en aquellas composiciones. Luego están las ‘serias’: Por las mañanicas y Con la ayuda de todos. La primera es clara influencia de ese folk español agrario. El canto a los agricultores, actividad que yo no había desempeñado nunca. En cambio, Con la ayuda de todos es una gran canción. La compuse en 1969 en Teruel. Lo que más me sorprende de todo esto es que en 1975 grabé mi primer disco Con la ayuda de todos, es decir, un LP con canciones compuestas en 1974. En solo un año, el que va de este Encuentro del Principal, escribí canciones como La beata, excelente crítica a las buenas costumbres, muy "buñueliana". Compuse Canción del olivo, tan melancólica y lorquiana; hice La Paca del Cañizar y Pascual, hermosos ejemplos de individuos rompedores; compuse Me gustaría darte el mar y Canción para un invierno. ¡Cimas en mi carrera! ¿Cómo logré encontrar ese tono, ese estilo, esa calidad, si hacía un año estaba cantando bobadas? Ese es mi desconcierto. Intento recordar aquellos días, pero no encuentro la clave”.

Por su parte, Pilar Garzón confiesa que no lo ha escuchado. “Todavía no he tenido valor para escucharlo. Las primeras grabaciones que me envió José Luis Melendo me hacían sonreír, era una mezcla de ternura y melancolía pero no me reconozco apenas en aquella voz. Cuando reúna el valor para escucharlo, por fin, tal vez pueda expresar lo que siento”.

De lo que no hay duda es de que todos ellos marcaron un antes y un después en la música y en el paisaje social aragonés ‘encontrándose’ aquel día 13 de noviembre de 1973 en el Teatro Principal, poniendo en cuestión el oprobioso régimen caudillista que padecía España y alentando un fajo de canciones, algunas de las cuales son ya himnos imperecederos. El miércoles próximo se cumplen 46 años.

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