naturaleza urbana

La biodiversidad del soto de Cantalobos

Es una de las joyas naturales de Zaragoza. Con veinte hectáreas de superficie y tres kilómetros de largo, es refugio de pájaros, insectos y pequeños mamíferos, que conforman una rica biodiversidad muy amenazada

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Onírica imagen del soto de Cantalobos.
David Navarro

Es como un jardín secreto. ¿Será que los grupos de pescadores que lo visitan no revelan a nadie su ubicación? ¿Guardan silencio aposta los paseantes que se adentran entre los árboles, temerosos de que un lugar tan bonito les sea arrebatado? El soto de Cantalobos es una de las joyas naturales de la capital aragonesa. Con veinte hectáreas de superficie y tres kilómetros de largo, es refugio de pájaros, insectos y pequeños mamíferos, que conforman una rica biodiversidad muy amenazada, debido a la cercanía del núcleo urbano.

Para acceder a él, hay que recorrer un polvoriento camino que se toma justo debajo del puente de Giménez Abad, en el Tercer Cinturón. Allí, una hilera de enormes plataneros recibe al visitante. Se trata de un conjunto declarado monumental que décadas atrás servía de acceso a una enorme finca de labor. El camino, que separa el estrecho soto de ribera de los campos agrícolas, está jalonado estos meses de arbustos de malvas, manzanilla, avena loca, delicadas flores de escabiosa y espesas matas de romaza. Mariposas de la col, de color blanco, revolotean las flores, mientras miríadas de insectos libadores acuden a las flores para cumplir su labor: alimentarse de ellas y, de paso, polinizarlas para asegurar nuevas plantas el año que viene.

Profusión de flores

La situación de los campos agrícolas ha sido muy importante para la evolución del soto, ya que se beneficia de la escorrentía del agua de regadío que aquellos reciben. Gracias a esas corrientes, los árboles han crecido hasta lograr un tamaño monumental, imposible apenas cien metros más al sur, donde la vegetación es esteparia. Este primer tramo de la excursión apenas dura diez minutos pero resulta delicioso por la profusión de flores e insectos. Sin embargo, la verdadera visita al soto comienza cuando aumenta la vegetación. Entonces, los árboles crecen a ambos lados del camino y el paseante se encuentra en medio de una "selva".

Ningún ruido exterior le molesta ni a él ni a los animales que viven entre las plantas, como comadrejas, tejones, erizos e incluso zorros. Pero son las aves las protagonistas del paseo y, mientras el excursionista intenta no perderse por el camino, autillos, ruiseñores, milanos negros, ánades, cucos y lechuzas le observan desde las copas de los árboles. En verano, el martinete, la cigüeña, el pájaro moscón y el milano negro anidan en la zona, mientras que, en invierno, la garza y el cormorán llegan, procedentes de tierras más frías. A mitad de camino, a simple vista, una hermosa cigüeña empolla sus huevos. Un buen momento para tomar un respiro y descansar.

Crecida del Ebro

El bosque sorprende por su frondosidad. Sus árboles, de hoja caduda y característicos de las riberas, destacan por su tamaño monumental. Enormes ejemplares de fresno, chopo, sauce, olmo y tamariz se elevan a ambos lados del camino y por ellos trepan matacanes, lúpulos, clemátides o dulcámaras. El sotobosque está compuesto de plantas muy hidrófilas, que buscan una gran cantidad de agua, zarzamoras, cicuta, ortiga mayor, apio caballar, cardos como el onopordum acanthium... Sorprenden los enormes árboles que han sido arrancados por la fuerza del agua en la última crecida del Ebro. Grandes chopos y olmos que han arrastrado en su caída a otros pequeños ejemplares. Ahora, en el suelo, son alimento de insectos que devoran su madera y sirven de madriguera para los animales.

Mientras, otras plantas aprovechan la luz del sol que se filtra por el hueco que han dejado y, gracias a ella, crecerán durante los próximos años tanto o más que el ejemplar arrancado. El agua del Ebro es regeneradora y fuente de vida y si bien las crecidas pueden arrasar la vegetación, los limos que transporta el agua sirven de alimento para las plantas, al contener grandes cantidades de nitrógeno y minerales. En el ciclo de la vida, nada se desaprovecha.

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