zaragoza

Globos y escalatorres en las fiestas del Pilar de hace cien años

Una exposición en la web municipal da un repaso a cómo era la ciudad hace un siglo y reserva un apartado a las Fiestas del Pilar.

Sobre estas líneas, distintas propuestas para anunciar las fiestas en 1923. El concurso lo ganó el primero, obra de Manuel León Astruc (1889-1965), pintor zaragozano que triunfó como cartelista y venció otras tres veces el concurso del Pilar: en 1914, 1925 y 1929. El cartel, con el lema ‘España’ muestra dos mujeres, una baturra y otra manola que sostienen una imagen de la Virgen del Pilar sobre fondo de la bandera nacional, destacando la tradición y religiosidad junto al patriotismo. Está hecho en tempera sobre lienzo.
Sobre estas líneas, distintas propuestas para anunciar las fiestas en 1923. El concurso lo ganó el primero, obra de Manuel León Astruc (1889-1965), pintor zaragozano que triunfó como cartelista y venció otras tres veces el concurso del Pilar: en 1914, 1925 y 1929. El cartel, con el lema ‘España’ muestra dos mujeres, una baturra y otra manola que sostienen una imagen de la Virgen del Pilar sobre fondo de la bandera nacional, destacando la tradición y religiosidad junto al patriotismo. Está hecho en tempera sobre lienzo.
Heraldo

«Los visitantes llegan con acendrada y notoria simpatía a la metrópoli aragonesa...», se lee en el HERALDO del 12 de octubre de 1923. En sus páginas se informa de la devoción a la Virgen («difundida hasta en las últimas reconditeces»), de la «mucha bullanga» en las calles y, también, de la quema de fuegos artificiales y la «elevación de globos con rabo luminoso». Mucho han cambiado las fiestas en un siglo, como se infiere de la exposición ‘online’ titulada ‘Que cien años no es nada: Zaragoza en 1923’. En –también– una ‘reconditez’ de la web municipal se ofrece un paseo por el urbanismo, la sociedad, las competiciones deportivas y las fiestas de hace cien años, cuando la población de Zaragoza se situaba en 150.000 habitantes y no existía aún ni siquiera la Ofrenda de Flores, que echó a andar en 1958. ¿Cómo se celebraba el Pilar entonces? Uno de los reclamos eran, precisamente, esas exhibiciones de globos aerostáticos que impresionaban a nuestros bisabuelos. De hecho, en la muestra del archivo municipal se conserva un contrato con el «aeronauta» Marcelo Brunet, que recibió 650 pesetas por elevar dos noches una colección de 25 globos «con bengalas y candelas».

Los carteles que acompañan estas líneas también forman parte de los fondos de la hemeroteca del Ayuntamiento, donde puede consultarse también los nombres de la feria taurina de aquel año. HERALDO dedica un amplio reportaje a los matadores aragoneses y por ahí aparecen los nombres de Nicanor Villalta, de Ricardo Anlló (Nacional) y Braulio Lausín, ‘Gitanillo’. Uno de los momentos más singulares se dio el día 14 cuando Villalta entregó en el interior de la basílica del Pilar y con intención de que se incorporara al Tesoro de la Virgen «una oreja de oro que, por plebiscito, le fue entregada en Madrid».

¿Otros actos típicos de la época? Hubo, por supuesto, feria de ganado, carreras de coches, numerosas jotas de ronda (algunas de picadillo muy celebradas), exhibiciones de tenis y bandas de músicas militares: estaba aún muy presente la guerra de Marruecos y el desastre de Annual. De hecho, aún resonaba una coplilla incorrectísima que decía: «A todos los moros de África, los debían de matar, menos al de Zaragoza, el morico del Pilar».

También hay alusiones a los escalatorres, que era una arriesgada atracción muy reclamada en la época y, por supuesto, a la comparsa de gigantes y cabezudos, si bien parece que ya entonces las pequeñas figuras grotescas gustaban más que los personajes larguiruchos, «tan grandes, tan tiesos, tan ridículos que recuerdan cualquier mascarada oficial», se lee en la prensa. La comparsa iba «precedida por gaita y tamboril» y se ocupaba de dejar huella (o trallazo) en el recuerdo de infancia de los zaragozanos.

Los comerciantes de entonces decían, hoy como ayer, que «para el Pilar es conveniente que brille el sol y no haga fresco», y las páginas de este periódico en 1923 se llenaban de publicidad de tiendas de ropa baturra con medias, mantones y atavíos tradicionales.

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