Los jueces de paz ante su nuevo papel: “Nos han relegado”

La entrada del nuevo sistema de gestión del Registro Civil hace que las funciones de los jueces de paz se reduzcan a celebrar bodas civiles, conciliaciones y trasladar las actas electorales.

Marco Antonio Campos y Teo Larriba, jueces de paz de Cariñena y Ateca, respectivamente.
Marco Antonio Campos y Teo Larriba, jueces de paz de Cariñena y Ateca, respectivamente.
H. A.

“Me ha pillado por sorpresa, los funcionarios ya me advirtieron de que se avecinaba un cambio pero no me imaginaba que tan rápido ni tan radical”, cuenta Marco Antonio Campos, juez de paz de Cariñena desde el pasado mes de octubre, sobre el cambio que se pone en marcha este lunes en el sistema de gestión del Registro Civil. “Ahora me voy a encontrar un poco vacío”, coincide Teo Larriba, su homólogo en Ateca, con una experiencia de siete años en el puesto. Los dos llevan a gala la responsabilidad de su tarea, pero el cambio de sistema de gestión del Registro Civil supone apartarlos de todos los cometidos relacionados con el mismo.

“De momento no hemos recibido ninguna instrucción sobre las funciones que vamos a tener, pero, al quitarnos todo lo del registro, lo que nos quedan son las bodas civiles, las conciliaciones entre vecinos o el traslado de las actas electorales a la cabecera del partido judicial cuando haya elecciones”, cavila Teo Larriba.

“Antes iba todos los días a la oficina del juzgado, ya que siempre había algo que firmar. Pero ahora ya me han dicho que ya me llamarán para que acuda cuando haga falta”, cuenta Marco Antonio Campos. Ambos coinciden en que los actos de conciliación cada vez se dan menos.

“Por lo menos celebro bodas. Desde octubre he hecho tres y tengo otras tantas ya programadas. Para mí es una satisfacción porque es un evento feliz para las personas y se hacen en el salón de plenos del Ayuntamiento de Cariñena, un lugar muy bonito, con mucha solera e historia. Ahora me he quedado un poco chafado porque nos han relegado”, añade Campos, que trabaja en ADIF y colabora con la asociación que gestiona el Centro de Interpretación del Ferrocarril de la Comarca Campo de Cariñena.

Antes fue concejal durante doce años y, al no salir elegido en las últimas elecciones por su posición en las listas, no quería dejar de ejercer su vocación de servicio público y se presentó para juez de paz –“un puesto que se ofrece a todos los cariñenses”, subraya– y el pleno lo designó.

Por su parte, Teo Larriba se presentó para juez de paz porque le gusta tener relación con la gente del pueblo y el Ayuntamiento.

En un pueblo de 1.800 habitantes como Ateca hacía falta dos veces por semana su presencia en la oficina para firmar documentos. “Son cosas que no tienen trascendencia, pero son importantes. Si hacía falta un certificado urgente para papeleos y demás, estábamos ahí. Seguro que en Zaragoza capital tardan más”, aventura. Este jubilado de la fábrica de chocolates Hueso recuerda que poco a poco han perdido competencias: “Antes acudíamos a los accidentes de tráfico o levantamiento de cadáveres. Me parecía una buena labor y me gustaba, pero cuando empecé yo también la quitaron”, dice. Los dos son vocacionales y ninguno llegó al puesto por la simbólica y escueta remuneración que perciben, que no llega a 100 euros al mes.

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