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Un crimen por encargo en La Muela lleva al banquillo a una abuela y a sus nietos

Un sicario atacó a la víctima con la pata de madera de una mesa y aunque no la mató, le causó lesiones.

Dolores H. J., cuando fue detenida por la Guardia Civil.
Dolores H. J., cuando fue detenida por la Guardia Civil.
Guardia Civil

Los celos y la rabia por que su marido la hubiera abandonado por otra mujer treinta años más joven llevaron a Dolores H. J., de 71 años, a encargar que la borraran de la faz de la tierra. 

Tamaña encomienda la planificó con un nieto, Ricardo F. H., de 35 años –que entonces estaba en una prisión francesa–, el cual le buscó al yonqui apropiado para que le hiciera una cosa "personal, fácil y buena". Lógicamente, a cambio de dinero, cuantía que se acordaría en función del daño causado a la víctima. Así lo confesaría después ante la Guardia Civil el sicario, David P. M., de 43 años, cuando fue detenido en La Muela y así quedó plasmado en el atestado de los investigadores y el escrito de la Fiscalía. 

Las conclusiones a las que llegaron es que Dolores H. J., furiosa con quien había sido su marido hasta hacía tres años y con el que había tenido once hijos, no soportaba la separación y se propuso hacer la vida imposible a la nueva pareja. Se lo advirtió por mensajes de Whatsapp en varias ocasiones –"Es a mí a quién le toca sacarle los ojos; ya la engancharé. Y a ti te buscaré la ruina más grande del mundo"–, fueron algunas de sus amenazas que se recogen en las diligencias.

La mujer, junto a sus nietos –el anteriormente citado, además de Epifanio J. H., de 35 años, y la mujer de este, María Ángeles R. G., de 26– pensaron en varias modalidades de homicidio: pistola (que llegaron a comprar), ácido y otras varias. Pero al final se decantaron por una de lo más rudimentaria: la pata de una mesa.

Así, tras unas vigilancias llevadas a cabo por David P. M. en el mes de julio de 2020 en la localidad de La Muela, donde la víctima vivía con el exmarido de la principal acusada, el 6 de agosto decidieron ejecutar el plan. El sicario se había aprendido los hábitos y horarios de la mujer y, a su juicio, el mejor momento y lugar eran las 20.30 en plena calle. 

La tarde de ese caluroso día de agosto, Dolores y su nieto Epifanio J. H. acordaron recoger en coche a David P. M. en las inmediaciones de Grancasa para ir todos juntos a La Muela en un Opel Astra conducido por María Ángeles R. B. Al llegar, la matriarca entregó, presuntamente, la pata de la mesa al sicario y le pidió que le hiciera "todo el daño que pudiera", pues le era "indiferente" si llegaba a matarla

La jefa le aseguró que lo esperarían en el coche mientras perpetraba el deseado crimen. De esta forma y sin perderlo de vista, David P. M. se dirigió directamente a la víctima cuando caminaba cerca de la plaza Corazón de Jesús y la golpeó con la pata de madera en la cabeza y en los brazos que puso delante para protegerse.

Reducido por los viandantes

Afortunadamente, los numerosos testigos que presenciaron el ataque no solo salieron en defensa de la mujer sino que corrieron tras el agresor. La escena fue presenciada por el resto de acusados, que no dudaron en pisar el acelerador y salir a toda velocidad del lugar dejando al matón corriendo por las calles de La Muela. Al final, los viandantes le dieron alcance y lo redujeron hasta que llegó la Guardia Civil, que lo detuvo allí mismo.

David P. M., a quien el consumo de drogas había disminuido su entendimiento y voluntad, según recoge la Fiscalía en su escrito de acusación, fue enviado a prisión provisional por tentativa de homicidio.

La investigación de los agentes permitió identificar y detener quince días después a Dolores H. J., la cual estuvo dos meses y medio en prisión provisional. Ahora se enfrenta a penas que suman 12 años de cárcel por delitos de homicidio en grado de tentativa y amenazas. Mientras, David P. M. afronta una petición fiscal de siete años y medio por homicidio frustrado con la atenuante de drogadicción. Para los acusados Epifanio J. H., María Ángeles R. B. y Ricardo F. H. pide siete años de cárcel para cada uno de ellos.

Alternativamente, el Ministerio Público rebaja la calificación a delito de lesiones con uso de instrumento peligroso. Sus respectivos abogados, entre ellos Marina Ons, Juan José Serra, José Cabrejas o Elena Sanz, entre otros, solicitan la absolución. 

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