La nueva ordenanza de limpieza de Zaragoza se estrena con dudas y escepticismo entre los ciudadanos

La mayoría creen que tendrá poco efecto a corto plazo y temen que terminen pagando "unos pocos". Gaudes dice que hay "medios suficientes" para hacerla cumplir, aunque insiste en que es disuasoria.

La ordenanza también prohíbe, entre otras prácticas, dar de comer a las palomas
La ordenanza también prohíbe, entre otras prácticas, dar de comer a las palomas
Oliver Duch

La nueva ordenanza de limpieza de Zaragoza se ha estrenado este viernes con dudas y escepticismo entre los ciudadanos. Muchos saben que, a partir de ahora, tirar una colilla, no limpiar el orín de las mascotas o dejar basura fuera del contenedor acarreará multas que partirán de los 50 euros, pero pocos creen que la medida vaya a surtir efecto a corto o medio plazo. El propio Ayuntamiento es consciente de que se necesitarán campañas de difusión y comunicación para que el mensaje cale, aunque la concejala de Movilidad y Medio Ambiente, Tatiana Gaudes, confía en que cunda el ejemplo y que "solo en casos muy puntuales" haya que recurrir al régimen sancionador.

La tarea se prevé tremendamente complicada. Basta con acercarse a las paradas del tranvía para comprobar que cuando vienen los Urbos 3 son pocos los que tiran las colillas al cenicero. "Yo, si tengo la basura cerca, cumplo, pero cuando no, reconozco que la tiro al suelo. Ahora procuraré estar más atento. Mejor eso que pagar 50 euros", reconocía Javier Oliván. A pocos metros, Aitana Camarero, también fumadora, aseguraba desconocer la medida. "Las multas me parecen exageradas. Aún así, creo que a la gente le va a dar un poco igual", opinaba al enterarse.

Para Pepe Miranda, la iniciativa ayudará a "mantener relativamente limpia la ciudad". "Creo que la gente es cada vez más responsable, pero funcionamos por inercia, así que se necesitará tiempo para que los cambios surtan efecto", decía segundos después de apagar su cigarro en uno de los ceniceros de las nuevas papeleras del Ayuntamiento.

También hay debate sobre la obligatoriedad de limpiar los orines de las mascotas. José Dalfo, Isabel Rodrigo y Lidia Navasa admitían en la zona de esparcimiento canino de la plaza de Los Sitios que, "hoy por hoy, la mayoría de la gente no cumple".

"Los hay que ni siquiera recogen las heces, como para ponerse a limpiar el orín. Los 50 euros me parecen bien y si fueran 150, aún mejor", comentaba Dalfo. Existen, no obstante, ciertas dudas. "¿Qué porcentaje de vinagre tiene que llevar la botella? ¿Se debe echar también si hacen sus necesidades en los árboles?", se preguntaban. "¿Y qué ocurre cuando se te acaba el líquido? Si tienes un mastín, por ejemplo, las botellas apenas dan para nada", agregaban.

Otra práctica que prohíbe la ordenanza es dejar basura fuera del contenedor, un incumplimiento sobre el que se va a hacer especial hincapié. Desde el Ayuntamiento admiten preocupación por la cantidad de bolsas que se depositan de este modo, ya que favorecen las plagas de roedores y cucarachas. "Es penoso que haya que llegar a este extremo, pero a muchos les vendrá muy bien", apuntaba Julia Luengo junto a los contenedores de la calle de Joaquín Costa.

También cree que, en lo que respecta al tabaco, "se es muy poco respetuoso". "Yo llevo oxígeno 16 horas al día y hay veces que ni siquiera me hacen caso cuando, estando en una terraza, les pido que no me tiren el humo", lamentaba.

Teme, pese a todo, que la nueva ordenanza castigue los incumplimientos de forma arbitraria. "Al final le terminará cayendo a uno el muerto cuando habrá miles de incumplimientos", opinaba.

Medios "suficientes"

En su primera comparecencia al frente del área de Movilidad y Medio Ambiente, Gaudes ha asegurado que el Ayuntamiento tiene "medios suficientes" para hacer cumplir la ordenanza. Ha recalcado, en todo caso, que el texto –que actualiza la normativa de 1986– tiene un carácter disuasorio y busca, sobre todo, concienciar a la población. Para los incumplidores, ha indicado Luis Romeo, jefe de la unidad de Gestión de Residuos del Consistorio, las sanciones irán "en función de las circunstancias que puedan concurrir", llegando hasta los 3.000 euros en casos muy graves que irían desde contaminar el agua a ensuciar monumentos emblemáticos.

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