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Abuelos a los que los castigan sin poder ver crecer a sus nietos

Los conflictos entre parejas que se separan son pagados demasiadas veces por los abuelos, que se ven privados del disfrute de los nietos por venganzas o rencores.

Algunos de los juguetes que Valeria ha comprado para su nieto en los últimos años.
Algunos de los juguetes que Valeria ha comprado para su nieto en los últimos años.
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Tengo regalos guardados desde que mi nieto tenía 2 años porque siempre he anhelado poder dárselos. Ahora va a cumplir 10 y no tiro la toalla. Espero poder verlo, contarle que soy su abuela y decirle que lo quiero». Valeria (nombre ficticio para proteger la identidad del menor) es una mujer de 61 años que lucha sin descanso para poder tener una relación con su nieto. Su caso no es el único ni mucho menos. Cientos de abuelos en España son los paganos de una separación conflictiva de sus hijos o hijas y son castigados por estos o por las exparejas a no relacionarse con sus descendientes. Y su lucha en los tribunales no es fácil, pues las decisiones se dilatan en el tiempo, padres y madres abusan del sistema garantista y, cuando por fin llega una resolución, el niño ya no es tan niño y el daño ya está hecho.

La relación entre los abuelos y sus nietos está protegida por la ley, tanto por el Código Civil como por el Código de Derecho Foral de Aragón. De hecho, Valeria tiene una sentencia dictada en 2016 por el Juzgado de Primera Instancia número 6 de Zaragoza que le otorga un régimen de visitas con su nieto de acuerdo con derecho aragonés. El magistrado subraya lo «esencial» que es en el «desarrollo de cualquier persona» tener relación con los abuelos y núcleos familiares extensos, salvo si, «excepcionalmente», el interés del menor lo desaconseja.

En este caso, el juez determinó que las visitas se llevasen a cabo en un Punto de Encuentro Familiar (PEF) y fuesen supervisadas, ya que detectó que existía un conflicto derivado de la mala relación entre los progenitores del niño (incluidas denuncias y sentencias por violencia de género). Además, la madre ya había empezado a incumplir las medidas provisionales alegando que su hijo no quería ver a la abuela paterna, lloraba y lo estaba llevando al psicólogo. Los técnicos del PEF advirtieron al juez que la progenitora estaba delegando en el niño, con solo 3 años, la decisión de si quería ver o no a la abuela.

Un encuentro de diez

El magistrado programó 10 encuentros entre mayo de 2016 y febrero de 2017. Sin embargo, solo pudo cumplirse el del 7 de enero, ya que en el resto la madre puso diversas excusas. La principal es que el pequeño sufría nerviosismo y crisis de llanto por visitar a su abuela. «Pero en la visita del 7 de enero el niño se calmó, estuvimos jugando juntos y se fue muy contento», dice la abuela. Sin embargo, a partir de ese día y durante los diez meses siguientes la madre ya no lo volvió a llevar al punto de encuentro.

Valeria se presentaba en el PEF todas las veces. «Pero ella iba con el niño a Urgencias del Servet para justificar que tenía ataques de ansiedad y no hacerlo», explica. «Esas veces el abuelo materno acompañaba a la hija para que grabara cómo lloraba en la puerta del hospital. Y el juez le prohibió que fuera con ella», cuenta.

La actitud de la progenitora llevó a otro magistrado a dictar un auto en abril de 2017 y una providencia en junio en las que advertía a la madre de que si seguía actuando de la misma forma lo comunicaría a la Fiscalía de Menores. En diciembre de 2018, esta institución decretó que el Servicio de Protección y Bienestar Social valoraran este caso para llevar a cabo las medidas de protección respecto al menor, si procedían.

El juez de Familia reunió a las partes para buscar una solución al conflicto y acordó implantar una doble coordinación de parentalidad con trabajadores sociales y una psicóloga, modificando el punto de encuentro, ampliando las horas y visitas para compensar. Pero tampoco funcionó.

Valeria no se creía que su nieto la rechazara voluntariamente y pensaba que era la madre la que influenciaba en su hijo para provocar un rechazo hacia su persona y transmitirle una imagen peyorativa. Así lo denunció en muchas ocasiones ante los tribunales, donde lleva luchando ocho años, y le han ido dando la razón. Aunque, a efectos prácticos, no ha servido de nada. La vecina de Zaragoza cuenta con varias sentencias en las que los jueces multan a la madre por desobediencia por los sucesivos incumplimientos. El último fallo judicial de este tipo es de 2021 y fue ratificado por la Audiencia Provincial de Zaragoza en diciembre de ese año confirmando 18 meses de multa (a 4 euros diarios) por un delito continuado de desobediencia a la autoridad.

Daños psíquicos a su hijo

En este fallo judicial se recoge que la acusada, además de demostrar «no tener respeto alguno por las resoluciones judiciales», ha causado un «grave daño al menor» debido a la visión negativa de la familia paterna que le ha transmitido, sin aportar razón alguna coherente más allá de la mala relación con su expareja.

El informe psicológico y social aportado ya alertaba de que las crisis de ansiedad del niño alegadas por la madre eran provocadas por ella misma. Hasta el punto de que Valeria acabó denunciando a su exnuera por la vía penal y en una sentencia de conformidad dictada el 28 de febrero de 2023, la madre admite ser autora de un delito de lesiones psíquicas en el ámbito familiar de las que es víctima su hijo. El reconocimiento de los hechos le evitó un largo juicio, pero le supuso una condena firme de 33 días en beneficio de la comunidad. El fallo dice que la acusada no ha realizado el «mínimo» esfuerzo para cumplir las visitas con la abuela y ha proyectado una visión negativa hacia ella que ha motivado una sintomatología de corte ansioso reactiva a los contactos con la familia paterna.

Valeria recuerda con tristeza una segunda visita, calificada como «positiva» por los técnicos, porque el niño estuvo tranquilo y jugando con ella. «Fue el 6 de mayo de 2019», cita de memoria la fecha, grabada a fuego. «Un poco antes de terminar, le di regalos en una bolsa y le metí chupachups en el bolsillo. Cuando acabó la visita y salió del cuarto la madre me devolvió los regalos. Me dolió mucho, pero luego me dolió más que al poco de marcharse del punto de encuentro, ella regresó y me dio los chupachups que había encontrado en los bolsillos», cuenta profundamente apenada.

Las visitas ya no se repitieron. La abuela acudía a los encuentros fijados, pero la madre no, alegando todo tipo de excusas. Las fechas se fueron cambiando a su conveniencia, sin resultado. «En octubre de 2020 trajo a mi nieto, pero llegó con una agresividad extrema. Yo tenía miedo de que se autolesionase. No podía soportar oírlo llorar y gritar y era yo quien cancelaba las visitas», dice.

Su abogada pidió un informe y en julio de 2021 la psicóloga del juzgado de Familia suspendió las visitas un año y mandó al niño a salud mental. «A pesar de que el psiquiatra dice que no tiene nada psíquico y no le pone tratamiento, lo cita cada tres meses por orden del juez. Y todo esto con informes favorables que recomiendan la reanudación de las visitas», subraya. «Lo triste es que muchos abuelos estamos así. Sufriendo y castigados sin piedad», llora.

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