Macanaz ultima el estreno de un emotivo memorial

La semana que viene se inaugurará un monumento en recuerdo a los defensores anónimos que perecieron durante los Sitios.

El monumento, obra de Jesús Gazol, ya se ha instalado en la ribera.
El monumento, obra de Jesús Gazol, ya se ha instalado en la ribera.
C. Melús

El monumento ya se ha instalado en la ribera de Macanaz de Zaragoza y los viandantes curiosos tratan de adivinar las figuras que se esconden tras las telas que aún lo cubren. Hasta la semana que viene no se inaugurará oficialmente el memorial a los ciudadanos anónimos que defendieron la ciudad durante los Sitios, muchos de cuyos cuerpos reposan en un fosal junto a la arboleda de Macanaz. La pieza es obra del artista zaragozano Jesús Gazol y en ella se evoca el dolor que causa la guerra. La gran escultura, un encargo con el Ayuntamiento de Zaragoza responde a las reivindicaciones vecinales del barrio, se ha trabajado durante meses en el taller del ceramista Enrique Val, en Cuarte de Huerva, y acaba de ser trasladada a la ribera del Ebro.

Lo que sí ya puede verse del conjunto es la leyenda en su base que reza: “Zaragoza honra a sus defensores anónimos aquí enterrados por miles, víctimas de la guerra y la enfermedad, en los Sitios que sufrió la ciudad en 1808 y 1809”. Junto a la imagen principal aparece representado en el pedestal de hormigón un mapa con las dimensiones de la capital aragonesa hace más de dos siglos y una franja de lado a lado que representa al río Ebro.

La obra es un friso escultórico de tres metros de longitud por uno de anchura, que Gazol primero modeló en barro y, después, fundió en bronce al silicio de primera calidad. El acabado final ofrece la pátina natural al ácido, que resalta la expresividad de unas figuras que muestran su desolación, su terror, su desesperación… Son un total de 14 imágenes, dos de las cuales evocan a la clásica representación de la Piedad, con un hijo que muere en los brazos de una madre, y otras que recuerdan lejanamente al Guernica de Picasso.

La ubicación del memorial ha supuesto un pequeño quebradero de cabeza para el Ayuntamiento, dado que se tenía que colocar en la zona donde se enterró a miles de zaragozanos, pero es un área inundable y quería mantenerse la pieza a salvo de las crecidas del río. Con su instalación y el estreno de la semana que viene se cumple con una reivindicación que se remonta, al menso, a 1998, cuando la Asociación Los Sitios empezó a solicitar algún tipo de recuerdo y homenaje perpetuo en la arboleda de Macanaz. A ese empeño se sumaron entidades como la asociación de vecinos del Tío Jorge, la asociación Royo del Rabal o la asociación de Voluntarios de Aragón, todos con el mismo fin: que no se olvide cómo en 1809 el mariscal francés Lannes exigió que antes de que entraran sus tropas debía limpiarse de cadáveres la ciudad, que estaba diezmada por los combates pero sobre todo por el tifus. Se calcula que unos 10.000 zaragozanos fueron enterrados en muy pocas horas en fosas comunes que cavaron los supervivientes. El lugar elegido fue la salitrería del Arrabal, en la actual arboleda de Macanaz, muy cerca de la calle de García Arista.

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