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Diego Ventura corta su tercer rabo en Zaragoza en el cierre de la Feria del Pilar

Puerta grande para el rejoneador hispano-luso tras una exhibición de arte y doma. Rui Fernandes y el aragonés Pérez Langa cortan sendas orejas. 

Cuatro orejas y rabo. Apoteosis de Diego Ventura. Triunfo desmedido en el cierre de la Feria del Pilar. Zaragoza recordará por mucho tiempo la exhibición de arte y doma brindada por el hispano-luso, en una tarde en la que Rui Fernandes y el aragonés Mario Pérez Langa también tocaron pelo.

Ventura va muy sobrado. Auténtica lección de toreo a caballo a partir de dos faenas antológicas. Demostración de la cuadra (casi) entera y del señor que la monta, que en estos momentos está muy por encima del resto.

A su primero lo enceló en la cola de Guadalquivir y, seguidamente, armó el taco con Nazarí y Lío. El toro era de embestidas atemperadas y el rejoneador de La Puebla del Río pudo torear a placer. De costado y a dos pistas. Hacia dentro y para afuera. Siempre muy seguro...

Todo fue tan vistoso gracias al brío y la fijeza de la res de Herederos de Sánchez y Sánchez. Y Ventura también sacó a relucir los alardes, con balanceos, antes del carrusel de banderillas cortas. La plaza boca abajo. Ni siquiera el fallo en el primer intento con el rejón de muerte, a lomos de Guadiana, frenó el triunfo. Dos orejas y puerta grande asegurada. Y todavía quedaba lo mejor…

Al quinto, de Los Espartales, lo recibió a portagayola y, cuando lo tuvo aplacado, cabalgó a su antojo. Fabuloso fue el caballo escogido para cuartear sobre las tablas. Lances ceñidos y una hermosina, cambiando la grupa de pitón a pitón, antes de dar paso a lo más puro.

Con el toro venido a menos, Ventura firmó dos sensacionales pares al quiebro. Enfrontilado. Exigiendo al máximo a su montura. Sabiendo salir airoso de lances de cercanías. Sabiendo rematar cada serie con concesiones a la galería.

El final con banderillas cortas, con el toro rajado, fue menos vibrante. Daba igual. La plaza estaba fascinada. Otras dos orejas y el rabo (su tercero aquí), en una corrida que venía lanzada.

Pérez Langa cobró otra oreja del tercero -indigno hasta para rejones- por una actuación efervescente. El bilbilitano estuvo entregado y ofreció lo mejor en banderillas, con Calamaro y Fandango, antes de que los partidarios se enfriasen por la demora en colocar las cortas y el primer pinchazo con el rejón de muerte.

Con el otro toro, el más bravo del encierro, se le vio muy nervioso. Nos hizo pasar miedo por él y su cuadra. Capricho fue prendido y herido de salida; con Iscar y Garibaldi hubo tropezones; y un último percance, con Brasil y al hilo de las tablas, pudo acabar en desgracia si se golpea la cabeza con el estribo.

Por su parte, Rui Fernandes paseó otra oreja por una labor clásica al cuarto. Antes había estado más templado, pero el sainete con los aceros le privó del triunfo.

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