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Una consigna para los sintecho de Zaragoza: "Lo poco que tengo, aquí está seguro"

La Fundación San Blas ofrece a las personas sin hogar, además de desayuno y cena, un espacio para que puedan dejar sus cosas. El servicio es único en Aragón y en toda España.

La Fundación San Blas tiene su sede en el paseo de Echegaray y Caballero.
Reina Mairena y Gildardo Mosquera hacen uso de la consigna de la Fundación San Blas.
Javier Belver

Gildardo Mosquera llega puntual a la Fundación San Blas de Zaragoza. Son las 9.30 y, tras hacer fila en la puerta, busca asiento para recibir el desayuno. Café con leche, churros, bollería, tostadas… A estas horas aún se puede elegir. Tras llenar el estómago, entra a la consigna para personas sin hogar que este local, ubicado en el paseo de Echegaray y Caballero de la capital aragonesa, tiene habilitado. Deja algo de ropa, coge otra poca, se calza una gorra en la cabeza… y sale a la calle a pasar un nuevo día.

“Esto tiene mucha importancia para mí. Puedo guardar la ropa y lo poco más que tengo, porque sé que aquí está seguro. Si no, tendría que cargar con ello todo el día”, apunta Mosquera. Este colombiano de Medellín llegó a Zaragoza hace cuatro meses, pero su experiencia está siendo “más dura de lo que pensaba”. Quiere trabajar y ganar dinero, pero de momento duerme en la calle y vive como puede.

Conforme van acabando el desayuno, se va formando fila a las puertas de la consigna. Es una habitación grande llena de estanterías en las que hay enormes maletas que la propia Fundación presta a los sintecho. En ellas, los usuarios pueden meter sus pertenencias con la seguridad de que nadie se las va a tocar. El funcionamiento es tan lógico como inédito en Aragón y casi en toda España: a última hora de la tarde, sacan lo necesario para dormir al raso y se llevan la cena. Por la mañana, dejan lo que les va a sobrar durante el día, se cambian de ropa en un vestuario y toman el desayuno. El resto del tiempo, sus pertenencias descansan seguras.

Antón Borraz, presidente de la Fundación San Blas, cuenta que usan este servicio “124 personas” en Zaragoza. “Para ellos es muy útil, porque si no tendrían que ir todo el día con la maleta o la mochila, o dejarla en algún lado para que se la roben”, señala Borraz. El incremento de trabajo en esta entidad ha sido enorme, en parte por su propio crecimiento, pero también por el aumento de las necesidades. “En 2018 nos venían 35 personas a cenar; ahora tenemos todos los días unos 110”, cuantifica. La Fundación tiene cinco personas contratadas -entre ellas, dos usuarios del centro-, además de 50 voluntarios que se turnan para dar servicio a los sintecho todos los días del año.

Uno de ellos, Ramón Minguell, va dando paso a los usuarios que entran a la consigna. Les pide el carnet que tienen y registra su entrada, para certificar que siguen haciendo uso de su espacio. “Si llevan dos meses sin venir, subimos la maleta a la estantería más alta para dejar espacio y tratamos de ponernos en contacto con la persona para ver si va a volver o no”, explica. Alfonso Alonso, otro de los voluntarios, apunta que las decenas de personas que acuden cada día valoran de la Fundación San Blas “el desayuno” y “el poder dejar sus bártulos”. “Y que les des una sonrisa”, añade Mercedes Sanvidal mientras reparte cafés con leche y bollos con el carrito del desayuno. Según observa, algunos llegan por la mañana “muy mal”. Especialmente, en los meses de invierno. “Da mucha pena, y para algunos es muy duro tener que dormir al raso”, señala.

La Fundación San Blas tiene su sede en el paseo de Echegaray y Caballero.
Mercedes Sanvidal reparte café con leche y pastas.
Javier Belver

El perfil de los usuarios se ha modificado ligeramente con el paso del tiempo. El usuario tipo sigue siendo un hombre de Marruecos o Argelia de entre 40 y 50 años, pero desde hace un año se ven “bastantes chavales de menos de 30 años y más mujeres”, señala Mar Albertos, trabajadora de la Fundación. “En el caso de los españoles, suele producirse una mezcla peligrosa de consumo de drogas y enfermedad mental”, señala. Los extranjeros siguen llegando a edades muy jóvenes, tras salir de su país “para conseguir algo a cualquier precio”. El presidente, Antón Borraz, añade que a raíz de la pandemia “se ha quedado más gente en la calle”, porque la covid y sus efectos colaterales causaron “muchas desestructuraciones familiares”.

La Fundación San Blas tiene su sede en el paseo de Echegaray y Caballero.
Reina Mariena busca entre sus cosas de la consigna lo que necesita para pasar el día.
Javier Belver

El caso es que por este rincón del Casco Histórico no dejan de formarse filas todos los días en busca del desayuno, la cena y la consigna. Reina Mairena es una nicaragüense de 44 años que dejó en su país a sus cuatro hijos, de entre 12 y 24 años, con el objetivo de ganarse la vida por aquí y poder mandarles dinero. De momento, la cosa le está resultando complicada. “Llegué durante la pandemia, y he estado viviendo aquí y allá, donde he ido pudiendo meterme. Ahora llevo tres meses viniendo aquí porque tengo que dormir en un parque. Es duro. Una noche me robaron todas mis cosas. Por eso es importante poder dejarlas aquí. Para una mujer es aún más peligroso, aunque de momento no me han atacado. Solo quiero encontrar un trabajo, de lo que sea, en el campo, limpiando… para ganar dinero y poder mandarles a mis hijos”, cuenta al borde de las lágrimas.

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