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Personas sin hogar en Zaragoza: "Es duro tener que dormir con tu hijo en el albergue"

El perfil de los sintecho evoluciona en la capital aragonesa hacia personas más jóvenes, procedentes de un entorno más normalizado y con mayor presencia femenina.

Personas sin hogar en Zaragoza.
Personas sin hogar en Zaragoza.
Francisco Jiménez

Más de medio millar de personas no tienen un techo bajo el que dormir en Zaragoza. A diario, varios cientos de ciudadanos tienen que pernoctar o bien al raso, o bien en alguno de los alojamientos temporales que ofrecen las entidades sociales. Hay casos de todo tipo. Pero en los últimos tiempos el perfil se aleja cada vez más del mendigo que duerme en el cajero automático con un cartón de vino al lado. Las entidades que trabajan con ellos detectan personas cada vez más jóvenes, con mayor presencia de mujeres y -con mayor frecuencia- procedentes de un entorno social totalmente normalizado. Es decir, personas que tenían su vida más o menos ordenada, pero que se quedaron sin trabajo y entraron en una espiral decadente que les llevó a la calle.

Daniela Bolívar.
Daniela Bolívar.
Francisco Jiménez

“Soy extranjera. De Venezuela. No tengo nadie aquí y no tengo trabajo, así que de momento tengo que dormir en el albergue”, cuenta Daniela Bolívar. A sus 22 años, esta mujer tomó la drástica decisión de dejar su país para buscar una oportunidad en España. “Allí solo hay delincuencia y dictadura, así que tenía que salir”, denuncia. Aterrizó en Madrid, pero la ciudad no le convenció. “Me dijeron que Zaragoza era una ciudad muy bonita, así que aquí estoy”, relata.

De momento, se ha encontrado con gente “muy acogedora”. “Me encuentro como en casa”, dice. Ahora, mientras arregla sus papeles, trata de buscar un trabajo “para poder salir adelante”. Su sueño es aprender idiomas -sabe inglés, pero quiere meterse con el francés y el italiano- y encontrar algún trabajo relacionado con la traducción. De momento, admite que la situación “es dura”, pero se ve “con fuerza” para salir adelante.

Óscar Encina.
Óscar Encina.
Francisco Jiménez

El caso de Óscar Encina es diferente. Él es de Zaragoza y vivía con sus padres, pero su relación no era buena. De hecho, era tan mala que le acabaron echando de casa. Sin nadie a quien recurrir, ha acabado en el albergue. Ahora solo piensa “en salir de allí cuanto antes”. Lleva mes y medio en la calle. “Es muy duro, muy duro. Solo pienso en cómo dejar aquello”, apunta. De momento no tiene trabajo, pero está haciendo cursillos para conseguirlo. “Mañana tengo una entrevista. Si saliera bien...”, desea.

Óscar y Daniela son dos de las personas sin hogar que se han juntado este martes en el centro deportivo municipal La Granja para pasar una mañana haciendo deporte, en la actividad organizada por la Coordinadora de Entidades para Personas Sin Hogar de Zaragoza. “Sí, esto viene bien para que nos distraigamos. La mitad de las personas no salen de allí en todo el día -en referencia al albergue-”, cuenta Óscar. Daniela, por su parte, valora “el poder pasar un rato distinto” con los compañeros y “poder divertirnos un rato”.

Hugo Lázaro (izquierda) y su hijo Diego.
Hugo Lázaro (izquierda) y su hijo Diego.
Francisco Jiménez

Hugo Lázaro y su hijo Diego no tienen un techo bajo el que dormir en Zaragoza. Llegaron hace varias semanas desde Perú, pero no han terminado de arrancar. “El objetivo primero es regularizar los papeles, y luego poder trabajar para ganar dinero y para ayudar a la comunidad”, apunta Hugo. En su país el trabajaba de fontanero y de electricista, por lo que quiere hacer algún curso que le permita compatibilizar su formación para poder ejercer también aquí en España. “Quiero conseguirlo lo antes posible, porque al final es duro tener que dormir con tu hijo en el albergue o en cualquier otro sitio”, señala.

Abdulaye Gueye.
Abdulaye Gueye.
Francisco Jiménez

Mucho más tiempo lleva en España Abdulaye Gueye. Vino a Zaragoza con sus padres en 2005 desde Senegal. Tenía 13 años. Sin embargo, la tragedia sacudió a su familia recientemente, sus padres fallecieron en un accidente de tráfico en su país natal, cuando pasaban unas semanas de vacaciones. Aún sin ellos, él decidió volver a Zaragoza. “Vivo en Las Delicias, pero ahora no tengo trabajo”, señala en un perfecto castellano.

Ha tenido varios trabajos, casi siempre relacionados con la construcción. “Estuve un tiempo montando andamios”, señala. Sin embargo, ahora la situación “está jodida”. De momento puede “ir tirando” con algo de dinero guardado y mucha ayuda. “Desde hace dos años estoy con Cáritas. Es lo que hay, hasta que esto no cambie...”, señala.

Azucena Guevara, ecuatoriana residente en Zaragoza, tampoco tiene empleo. Le despidieron “cuando llegó la pandemia”, y ahora no consigue “nada de nada”. Los ingresos en su hogar son cero, ya que su marido tampoco tiene trabajo. “De momento podemos pagar una habitación en un piso para los dos, pero no sé cuánto podremos aguantar”, lamenta. Mientras tanto, el Centro Social San Antonio les ayuda con comida. Ella responde colaborando con esta entidad y acudiendo a los eventos que organiza. “Sin ellos, no sé cómo estaríamos”, valora.

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