sucesos en zaragoza

El autor de la salvaje violación de una joven en Zaragoza, hermano del asesino de Katia

Por sus venas corre la misma sangre e idéntico instinto criminal. José Manuel Calvo Ropero confesó este jueves una brutal agresión sexual en Zaragoza por la que cumplirá 14 años de prisión. Pero para su hermano Rubén la Fiscalía ha pedido otros 23 años por asesinar de 64 cuchilladas a su expareja en el barrio de San José.

El acusado, José Manuel Calvo Ropero, durante el juicio celebrado en la Audiencia de Zaragoza.
El acusado, José Manuel Calvo Ropero, durante el juicio celebrado en la Audiencia de Zaragoza.
Oliver Duch

Se llama José Manuel Calvo Ropero, tiene 40 años y ayer confesó al fin la brutal violación de Beatriz, una joven de 35 a la que abandonó de madrugada y medio muerta en los montes de Valdespartera de Zaragoza. Los hechos se produjeron el 11 de agosto de 2020, pero su autor siempre negó la mayor. Cuando compareció por primera vez ante un juez, aseguró que ni siquiera conocía a la víctima. Sin embargo, consciente de la retahíla de pruebas que existían contra él y de que se jugaba una condena de hasta 27 años de prisión, el procesado acabó reconociendo su cruel agresión para asegurarse una significativa rebaja de la pena.

Pero la Fiscalía y la acusación particular vendieron caro el acuerdo de conformidad. Y aunque aceptaron las atenuantes de trastorno mental transitorio y reparación del daño –para lo que el acusado tuvo que desembolsar casi 31.000 euros por adelantado–, exigieron que la pena a cumplir sea prácticamente la misma que la de un homicidio. De hecho, la Audiencia Provincial condenará a José Manuel Calvo Ropero a pasar los próximos 14 años privado de libertad.

Pero el violador no estará solo en Zuera, porque allí se encuentra también su hermano Rubén, detenido el pasado 23 de mayo por el macabro asesinato de su expareja Katia A.B. en una vivienda de San José. Como la víctima de la agresión sexual perpetrada por José Manuel, esta mujer tenía 35 años. Y al igual que su hermano, el autor del crimen no escatimó violencia, ya que le arrebató la vida asestándole 64 cuchilladas.

El Ministerio Público solicitó no hace mucho una condena de 23 años y 9 meses de prisión para Rubén Calvo Ropero por el crimen de Katia, a la que acorraló en un dormitorio sin posibilidad de huida. La Audiencia Provincial todavía no ha puesto fecha al juicio, pero el destino de ambos hermanos parece estar escrito.

La víctima falleció este año

La víctima de la violación identificó desde el primer momento a su agresor. No lo conocía de nada, pero fueron tales los desgarros y padecimientos sufridos que su rostro se le quedó grabado a fuego. Primero en fotos y después durante una rueda de reconocimiento, la mujer señaló sin ninguna duda a su atacante. Y lo mismo hubiera hecho ayer en el juicio de seguir viva. Pero aquella terrible experiencia –los forenses confirmaron este jueves que sus lesiones entrañaban riesgo vital– y su delicada salud acabaron causando su fallecimiento hace unos meses.

La víctima falleció este año, pero la madre decidió seguir adelante con la acusación particular de la mano de la abogada Lola Fernández. Desde la primera fila de la bancada del público, a un metro escaso del hombre que destrozó literalmente a su hija –fue tal la violencia con la que se empleó el acusado que pasó varias semanas hospitalizada y nunca volvió a controlar algún esfínter–, la mujer fue testigo de cómo el agresor aceptaba nueve años de prisión por la agresión sexual y otros cinco por las gravísimas lesiones. Para compensar, si es posible, el dolor de la familia de la fallecida, José Manuel Calvo Ropero tendrá que indemnizarla con 97.300 euros y hacerse también cargo de las costas del proceso.

"No me creía que siguiera viva"

Dado el reconocimiento expreso de los hechos por parte del agresor, al que defiende José Luis Melguizo, el tribunal presidido por el magistrado José Ruiz Ramo ni siquiera precisó escuchar la declaración que en su día grabó la víctima. Sin embargo, a principios de este año, ella misma narraba su calvario a HERALDO.

«Cuando abrí los ojos, no me creía que siguiera viva, ahora no sé cómo vivir», confesaba Beatriz. Y lo cierto es que la suya fue una historia de infortunio y desesperación. Por entonces, todavía de baja médica, sin trabajo y sin ingresos con los que mantenerse, esta zaragozana explicaba lo mucho que le estaba costando salir adelante. Sin recuperarse todavía de la dramática experiencia sufrida, la Seguridad Social le negaba hasta el ingreso mínimo vital: 461,50 euros que deberían haberle permitido soñar con un futuro que nunca tendrá.

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