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La Fiscalía pide 5 años de cárcel para un padre por los supuestos abusos a su hija, menor de edad

La psiquiatra y las psicólogas que vieron a la chica no creen que mienta, pero difieren sobre la naturaleza de los hechos.

Imagen de archivo de un furgón de la Policía Nacional accediendo a la Audiencia de Zaragoza.
Imagen de archivo de un furgón de la Policía Nacional accediendo a la Audiencia de Zaragoza.
José Miguel Marco

La denuncia por abusos sexuales de una menor de 15 años sentó ayer en el banquillo de los acusados a su padre, Miguel L. G., para el que la Fiscalía mantuvo la petición de cinco años de prisión y ocho de alejamiento por considerar ciertos, concretos y sin ningún móvil espurio los hechos que relata la chica. Sin embargo, la psiquiatra del Salud que desde hace ya tres años trata a la menor y las psicólogas del Instituto de Medicina Legal de Aragón (IMLA) no llegan a las mismas conclusiones. Y aunque para la primera el trastorno de ansiedad que padece la denunciante estaría claramente relacionado con los presuntos tocamientos del padre, las segundas no lo tienen tan claro. No creen que la chica mienta y están convencidas de que ella experimentó el comportamiento de su padre como abusivo. Pero dados los rasgos de personalidad de la menor, las especialistas albergan dudas sobre la verdadera naturaleza de dichos actos, que en cualquier caso, consideran inadecuados.

Los presuntos abusos sexuales se habrían producido tras el divorcio de los padres de la denunciante, en el año 2012. Por entonces, la niña tenía 9 años y en cierta manera asumió como normales unos comportamientos –del padre hacia ella– que a medida que se fue haciendo mayor consideró reprochables y acabó contando a su madre. La mujer reconoció ayer ante el tribunal que nunca había notado nada sospechoso, pero ante la revelación de su hija no dudó en acompañarla a comisaría a denunciar a su exmarido.

Según explicó la menor, los problemas surgieron cuando, a raíz de la separación de sus padres,    empezó a pasar los fines de semana    en casa de su progenitor. La chica contó que estuvieron durmiendo juntos hasta que tuvo 14 años.Y si bien reconoció que al principio era ella misma la que se lo pedía, porque tenía miedo a la oscuridad, lo cierto es que tampoco disponía de una habitación propia en dicho domicilio.

«En invierno, aunque hacía mucho frío, no encendía la calefacción, porque decía que costaba mucho dinero. Y me pedía  que me abrazase a él», narró la menor. Según esta, al final era su padre el que la rodeaba con los brazos, una proximidad que le hacía sentirse «realmente incómoda». Pero terminaba quedándose quiera, sin decir nada, «porque tenía miedo», explicó entre lágrimas.

La chica dejó claro que fueron muchas las veces que recriminó a su padre los cachetes que le daba en el culo, lo que no impidió que él, al parecer, siguiera propinándoselos. Durante su declaración, recordó también con detalle una ocasión en la que supuestamente le intentó besar en el cuello y la agarró «con fuerza de la cadera». Para le menor, todas estas actitudes, o que su padre le hablara de las relaciones sexuales que mantenía con sus parejas, terminaron generándole una enorme ansiedad.

"Era todo cariñoso", asegura el padre

Preguntado sobre estos hechos, el acusado no negó ni los cachetes, ni los abrazos ni los besos que daba a su hija. «Soy su padre, era todo cariñoso o en un contexto jocoso. Si yo hubiera sabido que esto le causaba confusión a mi hija, desde luego que hubiera puesto cartas en el asunto», declaró. La fiscal quiso saber si alguna vez llevó las manos de la menor a sus genitales, lo que él negó de forma rotunda. «Eso es repugnante», manifestó. También negó que comentara con ella lo que hacía con sus parejas sentimentales.

Las profesionales que han examinado a la denunciante la califican como una persona muy responsable y metódica. «Por su personalidad, tiene unos niveles de ansiedad muy importantes, porque es dada a preocuparse mucho por todo. Y con independencia de los hechos que aquí se juzgan, es una chica que tiene tendencia a sobrerreaccionar», explicaron las psicólogas del IMLA.

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