Un agonizante impás en el campin de Zaragoza

Las ocho hectáreas de terreno junto al Canal Imperial que ocupa el Camping Municipal de Zaragoza son un remanso de paz con zonas verdes, pistas deportivas y piscina de verano. En cambio, para los responsables de la instalación se ha convertido en un «infierno» del que no saben cómo salir. «Teníamos una gran ilusión por el proyecto, con ideas para el futuro, pero ahora solo queremos irnos cuanto antes», lamenta el gerente, Óscar Andrés.

Su desencanto viene motivado por la tormenta perfecta. La pandemia de coronavirus acabó con el turismo, pilar fundamental del negocio, justo cuando expiró el contrato que les vinculaba al Ayuntamiento. Sin embargo, al ser una concesión municipal, están obligados por ley a seguir prestando el servicio hasta que no haya un nuevo concurso que, de momento, sigue sin llegar.

Según fuentes del gobierno PP-Cs, los pliegos se han retrasado por la crisis sanitaria pero su publicación es «inminente». «Para cuando lancen la licitación y se adjudique habrán pasado más de dos años, y mientras tanto estamos tirando de esto nosotros solos», señala el gerente, que ha presentado una reclamación al Ayuntamiento por valor de 134.309 euros por las pérdidas de la pandemia. Hasta ahora ha recibido un no por respuesta, por lo que no descarta acudir a los tribunales.

Antes de llegar a ese extremo, Óscar Andreu propuso devolver las instalaciones, pero desde el gobierno recuerdan que está obligado por ley a seguir al frente del negocio. Luego, además, habrá que hacer una evaluación del estado del recinto, ya que se debe devolver a la ciudad tal y como se entregó, lo que podría abrir un nuevo litigio. La vicealcaldesa, Sara Fernández, ya avisó de que una valoración superficial había encontrado daños por valor de 400.000 €.

30 residentes

Ahora, el Camping de Zaragoza está prácticamente vacío. Aparte de trabajadores de paso o gente de tránsito por una mudanza, una treintena de personas residen de forma estable. Son sobre todo gente en apuros que han encontrado en este rincón de la ciudad un alojamiento asequible en alguno de sus 70 bugalows de 22 metros cuadrados. En cualquier caso, la ley autonómica limita el periodo de estancia continuada a once meses para evitar que se pervierta la función de la instalación.

Mientras, las reservas llegan con cuentagotas. «Venimos desde Ruan, cerca de París, para estar dos semanas», cuenta en una mezcla de idiomas Ophelie Galmiche, de 40 años, que junto a su suegra Joalyne, de 73, se alojan en dos bungalows. Mientras, su marido y su hijo disfrutan del circuito de ‘karting’ de Zuera. «Encontramos el alojamiento por internet, está muy bien», asegura.

«Esperamos que este verano sea algo mejor, han empezado a entrar algunas reservas, pero tímidamente», comenta el gerente. «El Camping de Zaragoza –añade–, solo tiene rentabilidad dos o tres meses, pero el resto del año tiene que estar abierto». El cliente principal es el que llega desde las islas británicas, gracias a los ferris que atracan en Bilbao y Santander.

El entonces alcalde Juan Alberto Belloch inauguró en 2008 el complejo al abrigo de la Expo tras una inversión de 13 millones. En el pasado, la piscina ha abierto para los vecinos del sur de la ciudad, y el recinto ha acogido eventos como el festival de música ‘Slap’. El verano de 2020, además, se convirtió en improvisado salvavidas para cientos de autocaravanas de turistas europeos que regresaban a sus lugares de origen durante el confinamiento domiciliario ante la llegada del virus.

De momento, la mitad de la plantilla de 16 trabajadores se encuentra en ERTE, que podrían ir reincorporándose conforme avance el verano.